Antes de iniciar el capítulo de
hoy, pongo un poco sobre terreno a los posibles lectores. Para ello héchenle un vistazo a los siguientes vídeos, si los ven enteros y a
pantalla completa pues mejor, sino, simplemente con escuchar un
momentito servirá. Muchas gracias por la colaboración
Sound of Silence.
I want Candy
Y ahora sí, vamos con el capítulo ;)
HISTORIA DE LOS OTROS.
Al tenía nervios de hierro y pulso de cirujano, una cabeza
soberbia regida por un coeficiente intelectual vasto e inalcanzable. Y aún así,
al encontrar los dos ordenadores portátiles de los soldados en aquella salita
improvisada en el interior del trailer su plan se vino abajo: No había manera
de contactar con el otro grupo.
Las líneas móviles habían caído, puede que por saturación en
el momento del holocausto blondi o puede que por obra y gracia de la
devastación rubia... fuera como fuera aquellos dos portátiles eran la clave de
todo, pero el destino no les había dejado ni siquiera formar los equipos y
mucho menos aclarar los objetivos.
Al había pasado las primeras horas de espera aprovechando el
acceso total a los secretos de estado vía conexión presidencial. Muchas cosas
interesantes entre ellas una propuesta del presidente de proponer a nivel
mundial el unificar la lengua de señas y enseñarla en todas las escuelas en
detrimento del inglés, idioma que escogería quién quisiera especializarse en
dicha lengua. Estudiando todos una misma lengua de signos cualquier persona con
estudios primarios podría entenderse con otros en cualquier parte del mundo y
agilizar así el aprendizaje de cualquier lengua en cualquier país ajeno. A Al le
maravilló la propuesta a la vez que le hizo preguntarse hasta que punto el
presidente era tan inútil como parecía, si todo era alguna especie de papel o
si con el tiempo, tras tanto usarlo de marioneta, se había vuelto así tras
algún proceso mental subconsciente de defensa. Si te tratan siempre como a un
niño, puede que acabes comportándote como tal.
Entre planes de defensa y información reservada accedió
también al sistema carcelario y buscó la cárcel donde estaba cumpliendo condena
el piloto que les sacaría de allí, por si lo hubieran trasladado. Todo seguía
igual.
Luego horas y horas de espera en aquel rincón oscuro,
iluminada Al solo por las pantallas de aquellos portátiles observaba su gastada
gorra de los Rockets mientras sus nervios iban mermando. Sabía el tiempo que
tenía y el plan a seguir en caso de no saber nada de ellos. Cerró el primer
portátil y tras escuchar su -clic- la escasa iluminación de aquella sala se vio
aún más mermada, reduciéndose a sutiles e inconexos contornos de luz en una
severa oscuridad. Al tomó la pantalla del segundo portátil, al bajarla sellaría
el destino de sus compañeros, pero el no hacerlo, el esperar más, los
condenaría a todos. Así que la cerró hasta oir un “pip”... su mano temblorosa
se detuvo: Ese no era el sonido de cierre del portátil.
Bajo sus dedos, una fina linea de luz iluminaba su pecho y su
nombre bordado:AL. Más fina incluso que la rendija iluminada que se cuela por
debajo de una puerta cerrada, aquella luz era el único vestigio de vida de sus
compañeros así que Al abrió rápidamente el portátil. En la mitad de la pantalla
había un sobre en el que estaba escrito en letras finas, como escritas en pluma
y tinta por un notario de alta clase: “Mensaje entrante”. Ella pulsó
rápidamente sobre el sobre y de este salió media hoja blanca, que se desdobló
desvelando su contenido. Al se estremeció al leerlo.
“Solo quedo yo, ¿Que
tengo que hacer?”
En la
lejanía una franja roja empezaba a apoderarse de manera lenta pero irreversible
de la noche. Pintando con su batalla la lejanía de una imposible gama de rojos
y azules y sangrando de helado rocío el vasto mundo. Esto acompañado por una
música que empezó a sonar en los altavoces de toda la urbanización que parecía
presagiar los destinos de aquellos desconocidos que se acababan de internar por
sus desoladas y malditas calles. Sembradas estas de casas aún demasiado nuevas
para estar abandonadas y silenciosas. Apenas algunas luces en algunos porches
osaban combatir la oscuridad que se batía en retirada, y estas eran profanadas
por siluetas femeninas que reían desde las ventanas y se se unían a la
persecución.
Hola oscuridad mi
vieja amiga, he venido nuevamente a hablar contigo
Porque una visión
deslizándose suavemente, dejó sus semillas mientras yo dormía
Y la visión que fue
plantada en mi cerebro, aún continúa.
Dentro del sonido
del silencio.
Los
aspersores de los jardines se activaron, diligentes y hechizados, iniciando la
madrugada. El agua rociaba plantas, flores y coches estrellados en los
jardines, cruzados con las pequeñas y graciosas verjas de madera que adornaban
las cuadriculadas e idénticas calles. Estas pequeñas fuentes iniciaban una
rutina que ya no existía, salvo para ellas, formando charcos que reflejaban un
cielo oscuro que se había olvidado del hombre. Uno de estos charcos fue
pisoteado repetidamente por cuatro siluetas.
Estos
cuatro habían visto caer a la chica pelirroja y al juez en apenas segundos,
sepultados por aquella avalancha rubia. Como moscas tragadas por una oleada de
hormigas, ya no estaban y para el mundo era como si nunca hubiesen estado,
porque el mundo ya no era nuestro, sino suyo. La evolución había tomado el
camino más salvaje y nosotros, el hombre y la mujer, eramos ya una especie
antigua y obsoleta. Un modelo desfasado que se resiste a desaparecer,
teniéndonos por lo verdadero, por lo normal. Lástima que lo normal no lo marca
la razón, sino las mayorías... y la que poseía el estúpido ejército que se
lanzaba ahora sobre el río hasta taparlo con sus cuerpos y cruzar sobre sus
propias compañeras era aplastante. No tenían miedo, ni piedad, solo sabían
reír.
Se
reían de nosotros.
En inquietos sueños
yo caminaba solo, por angostas calles de guijarros
Bajo el halo de un
farol, me levanté el cuello por el frío y la humedad
Cuando mis ojos
fueron acuchillados por el destello de una luz de neón
Que agrietó la
noche
Y tocó el sonido
del silencio.
En
las calles había pequeñas bicicletas infantiles esparcidas por el suelo, cerca
de una de ellas una nube de periódicos bailaban al son del suave viento de la
mañana como enormes insectos de papel que se perseguían unos a otros -libres-
por las calles. De los vehículos incrustados como enormes dardos en las
fachadas de las casas, uno resonaba feliz y iluminado: El camión de los helados
con sus luces de neón aún resplandecientes y su helado derretido descolgándose
por las puertas abiertas.
Las
dos mulatas tiraban de los brazos de su obeso rey al que arrastraban sin
sentido sobre su barriga, con sus piesecitos ondulando tras el a apenas unos
metros de aquella plaga de zorras que ya se había llevado a tres de ellos. El
soldado miro hacia atrás sin detener su carrera, ninguno de aquellos tres iban
a conseguirlo. Morirían y el no sabría ni sus nombres, como nadie había sabido
el de su amado. Muertes anónimas en un mundo que seguiría girando -igual de
bello- aunque ellos no estuviesen. El soldado se detuvo y miró a aquellas
chicas -Dejadlo- les ordenó, ellas no entendieron sus idioma pero si
entendieron su intención y negaron con la cabeza. -Maldita sea- el soldado
retrocedió hasta su posición y levantó de los pies al rey.
Morirían
todos o ninguno.
Aquel técnico de sonido de larga
melena rubia y enormes y descomunales pechos observaba aquella maldita máquina
con su música aburrida, sin saber que hacer para remediar aquella calamidad. La
miraba con el ceño fruncido y empezó a hacer rabietas y aspavientos de rabia,
hasta que con uno de ellos golpeó la máquina.
Y en la desnuda luz
yo vi, a diez mil personas, o tal vez más
tttzzpppprrrqqqqq
I Know a girl who's tough but sweet
She's no fine, she can't be beat
She´s got everything that i desire
Sets the summer sons on fire
I want Candy!!
I Want Candy!!
Las
rubias corrían como a cámara lenta, saltando y festejando, eran la felicidad en
persona. Los aspersores las recibían con agua que empapaba sus ropas y sus
melenas que revoloteaban salvajemente empapándose aún más entre ellas.
Lloviendo sobre mojado, la feliz muerte rubia saltaba sobre las destrozadas
verjas de los jardines retozándose por el barro donde los enanitos de porcelana
las observaban con ojos desorbitados mientras aquellas lobas disfrutaban de la
fiesta desmesurada que para ellas representaba su mera existencia.
Algunas
de ellas se subían a las farolas, donde se ponían a bailar y a desnudarse como
si fueran barras de streaptease provocando con sus cuerpos mojados
cortocircuitos y no pocos incendios. Allá por donde pasaban todo lo destruían,
como un ejercito de Atilas en estado de gracia demoledora.
I want Candy!!
I want Candy!!
Go to see her when the sun goes down
Ain't no finer girl in town
You're my girl, what the doctor ordered
So sweet, you make my mouth water.
Ooooooooohh!!!
I want Candy!!
I want Candy!!
La
Blondi ex técnico de sonido saltaba y bailaba feliz su canción hasta que le
propinó un enorme tetazo a la desdichada gramola.
I want Candy!!
I want Candy!!
tttzzpppprrrqqqqq
Gente conversando
sin hablar,Gente oyendo sin escuchar,
Gente escribiendo
canciones que nunca comparten las voces
Y nadie se atrevía,
a romper,
el sonido del
silencio.
El
fuego le quemaba la cabeza cuando abrió los ojos y vio el cielo gris y de
piedra, tan cerca de su cabeza que se la rozaba arrancándole jirones de piel.
Observó la tierra y esta era una enorme montaña que rápidamente relacionó con
su propia barriga. Más allá de esta vio una legión de blondis sembrando la
destrucción que les seguían aún los pasos.
Irguió
la cabeza hacia adelante. Vio pequeñas calles de lo que debía haber sido una
apacible urbanización con ondeantes banderas que les saludaban desde lo alto de
las casas. Desde multitud de direcciones hileras de humo se les ofrecían como
fuegos fatuos. Escenas de caos se codeaban con lo que bien podrían haber sido
apacibles madrugadas de domingo. El rojizo amanecer se fundía con la luz de los
incendios, y ambas se apresuraban en matar la noche, que ya no podía
considerarse tal.
Los
despertadores empezaron a sonar desde las casas, una sinfín de sonidos,
canciones y pitidos que juntos componían la sinfonía del fin. Como pequeños
cachorros llamaban a sus dueños para que despertaran de su letargo, sus
pequeños engranajes no entendían que estaban solos, aullando a la nada,
llamando a sombras que ya no existían. Todo se había venido abajo pero nadie
les había avisado, así que ellos no sabían que debían callar. Y morirían de
soledad, llamarían a sus dueños hasta que sus pequeños y alcalinos corazones de
metal quedaran secos. Darían todo lo que tenían, como aquellas cuatro figuras
que acababan de girar una esquina para encontrar un autobús en llamas cruzado
en la calle. Habían encontrado el fin de su camino, y allí pelearían hasta la
muerte
Y la gente se
inclinó y rezó, al Dios de Neón que había construido.
Y el letrero de
Neón dio su aviso,con la palabras que estaba formado
Y el letrero decía:
I want Candy!!
I want Candy!!
La
legión de cabellos dorados danzaba enloquecida con su propio caos inundando las
calles, como si fuera una escena de un musical ideado por un demente. Ante
aquella orgía de destrucción y alegría las rubias eran recibidas por algarabía
y regocijo por sus congéneres rubias que se unían a la fiesta saltando desde
los balcones o atravesando ventanas. Si su vida de por sí era una fiesta, aún
más felices estaban viendo a aquellas cuatro suculentas víctimas que, si se
pusieran a dividir las pocas víctimas entre las muchas cazadoras verían que a
no más de un pixel por cabeza les tocaba. Pero eso poco les importaba, el mundo
visto desde sus azulados ojos era bello y cada paso una nueva aventura.
I want Blondi!!
I want Blondi!!
Ellas
son la vecina del quinto, el abogado cincuentón, el viejo abad y el jovenzuelo
que repartía los periódicos.
Ellas
son el bebe de la vecina del quinto, la secretaria del abogado cincuentón, el
monaguillo del viejo abad y la jefa del repartidor del periódicos.
Visten
trajes y vestidos que les son ajenos, demasiado grandes o demasiado pequeños.
Legados por sus víctimas que pocas veces comparten sus medidas, su altura o su
sexo. Y muchas menos las tres cosas.
Blondi on the beach,
there’s nothing better
But I like blondi when
its trapped in a sweater
Someday soon, I´ll
make you win
Then I’ll have blondi
all the time.
Ooooohhhh!!
I want Blondi!!
I want Blondi!!
Ellas
se lanzaban de cabeza a través de las lunas de cristal de algunas casas, como
si las creyesen piscinas. Se subían a los coches intentando ponerlos en marcha,
sin conseguirlo casi nunca, salvo que el vehículo estuviese bien cargado de
combustible y apuntara hacia algo fácilmente inflamable o altamente explosivo.
Si algo podían hacer de mal, sin duda lo harían. Baal y Murphy estaban de su
lado.
Así
que de esta guisa sucedían explosiones a su paso, en una de estas apareció una
blondi volando sentada sobre uno de los pequeños buzones amarillos que hacían
de boca de agua en las calles. Como no, fue a estrellarse contra una caseta
eléctrica que estalló en millones de chispas dejando a oscuras la urbanización.
Delante
de ellas vieron que sus cuatro caramelos con patas giraban por un cruce.
I want Blondi!!
I want Blondi!!
tttzzpppprrrqqqqq
Estaban
ya todos preparados para la muerte. Las dos gemelas con sus machetes, King
Sudáfrica y el soldado con las manos desnudas -Me llamo Tom- dijo el soldado
sin dejar de mirar el cruce por el que iba a llegarles la muerte. -Yo soy King
Sudáfrica- respondió él mismo, como si hubiese manera de que alguien no supiese
quien era -Y ellas son Baby & Lonia, las hermanas Vudú-. Los cuatro se
miraron por un instante, sudados, tan cansados que su corazón hablaba por
ellos. Y entonces llegaron ellas.
Y
pasaron de largo.
Las palabras del
profeta están escritas en los subterráneos
Y en los zaguanes
de las viviendas.
Y susurradas
en el sonido del
silencio.
Los
cuatro se quedaron de piedra, sin saber que había ocurrido, -Meteos en la
primera casa que encontréis- les dijo apresuradamente el soldado mientras
corría hacia la esquina por la que acababan de pasar las blondis para saber que
había ocurrido.
Y
allí estaban todas, reunidas frente a un enorme edificio de cristal, gritando
histéricas y riendo bajo el enorme letrero verde que rezaba: REBAJAS.