viernes, 30 de abril de 2010

CAPÍTULO 23.

EL REY DESNUDO.
Puede que realmente exisitiese un Dios allá arriba, puede que solo fuese suerte o quizás algo mucho más retorcido y atroz escondido en la forma de regalo envenenado.
Fuese como fuese, mientras el grupo de las tres Eles estaba intentando idear un plan para entrar en aquel edificio en llamas el cielo se oscureció y tras un trueno ta poderoso que les puso la piel de gallina el cielo pareció abrirse desatando un diluvio que en cinco minutos había apagado el fuego y los había empapado tanto que se sentían más dentro de una piscina que en medio de la calle.
Leon y Leroy se quedaron hipnotizados observando a Li que parecía sumida en algún extraño extasi. Recibía la lluvia con el rostro mirando el cielo, con los ojos y la boca abiertos, mientras abría los brazos como si quisiera fundirse con el agua bajo sus pies. La camisa blanca era toda del color rosado de su piel, al igual que toda su ropa interior, sus deportivas estaban desbordadas por agua. También el uniforme de preso de el policía se pegaba totalmente a su cuerpo como una segunda piel, y el del enorme preso.

Oh mierda.
se sobresaltó Leon al ver unos enormes pechos totalmente circulares bajo del uniforme naranja de Leroy. El conjunto de esto con sus ojos azules, sus labios rojos y su -cada vez más largo- pelo rúbio conformaban una imagen realmente turbadora. El bebe se agarraba a aquellas nuevas turgencias como si le fuera la vida en ello, así que Lee cogió al bebe entre sus brazos.
Ambos observaron apenados a Leon, como quien ve a un moribundo por el que no pueden hacer nada. No entendían exactamente que sucedía pero en su interir sabían que, fueran cuales fueran las fuerzas que estaban actuando sobre Leroy, estas escapaban a su control. Ya no había marcha atrás.

El enorme preso siguió la mirada de los tres, directa a unos enormes pechos que le sobresalían de sus pectorales. Oh mierda!!!! gritó Leroy con su voz de pito al verse aquello, mientras se golpeaba aquellos pechos como si pudiese aplastarlos o hacerlos desaparecer. Joder joder joder estoy jodido repitió desesperado. El ajetreo había sacado a Li de su estado, que se acercó a Leroy observándolo. ¿Has tenido algún contacto con esas dementes?.

Los tres entraron en los Juzgados después de que un Leroy pensativo tumbara la puerta usando su parachoques como ariete. No. Contestó este al fin, no demasiado convencido. Bueno cuando intenté tapar el aguejo de la alcantarilla una de esas zorras me dió un arañazo, pero vamos eso no fue nada.

Los tres quedaron en silencio -mientras el bebe empezaba a llorar otra vez- sacando sus propias conclusiones y estudiando aquel lugar. El techo y el suelo estaban totalmente ennegrecidos y hundido por tramos, al igual que las paredes que mostraban diversas capas de pintura y enlucido hinchadas por la temperatura. Algunas zonas del pasillo habían ardido completamente, con las puertas carbonizadas y las baldosas partidas por el fuego. Todo esto bañado por las pequeñas cataratas que la tormenta que azotaba la ciudad creaba con su abundante lluvia. El agua se deslizaba por las paredes, caía en torrente por los agujeros descolgándose de las ennegrecidas vigas.
Leon conocía demasiado bien a su tío, había sobrevivido a la segunda guerra mundial, a decadas de carcel, a enfrentarse a la peor calaña. Miró a su alrededor, aquello parecía Chernovil, pero debía de confiar en su tío.
Dieron un paso al unísono cuando el suelo bajo sus pies cedió lanzándolos al abismo.

Cuando Li abrió los ojos estaba esposada a un pilar además de amordazada, incluso la habían atado por el cuello de manera que apenas podía girar la cabeza, mucho menos intentar levantarse. Se encontraba en el centro de un circulo de unos veinte metros formado por coches aparcados puerta contra puerta, todos apuntando con sus potentes focos encendidos al pilar donde ella se encontraba. Por el rabillo de sus finos ojos creyó ver a algunos metros a su izquierda a Leon y también a Leroy a su derecha. Ambos parecían en su misma situación.
Sobre los capós de los coches había multitud de delincuentes y malnacidos observando el espectáculo, casi todos sin camisa y con los torsos y brazos llenos de tautajes nazis.
Directamente delante de Li y sobresaliendo del circulo de vehículos había un enorme cadillac negro cruzado por una línea roja. El coche estaba reluciente y en su carrocería se reflejaba la escena como si fuera un espejo de ónice. Sobre el imponente vehículo había una silla que más bien parecía un trono. Era de madera antigua con inscripciones de oro, su respaldo estaba acabado con seda roja llena de bordados de plata.
Sentado en el trono el Juez. Mas viejo que ninguno. Más sabio, más diablo. Su sola postura delataba poder, su mirada acallaba la multitud. Estaba completamente desnudo salvo un cinturón del que colgaban jiroles de tela negros de lo que una vez fué su pantalón, en su costado y sujeta por una sobaquera que le venía grande se podía observar la culata de una Luger. Su cuerpo lleno de tatuajes de demonios y calaveras, de fuego y espinas. Inscripciones de muerte y guerra, jeroglíficos de la oscura alma humana recorrían todo su cuerpo, casi todos ellos grisáceos, descoloridos. Solo uno relucía rojo como sangre en su pecho: Una enorme esbástica.
A su lado, de pié y atada por una cadena que el juez sujetaba con fuerza había una joven vestida solo con un extraño biquini metálico que recordaba al que luciera una vez la princesa Leia. Era la viva imagen de Betti Page salvo por el detalle de ser peliroja y tener los ojos verdes. Sujetaba entre su pecho al bebe de Leroy que no paraba de llorar y patalear.

Los delincuentes empezaron a golpear los capós del coche cada vez con más rápidez, con más fuerza, hasta que el juez se puso de pié y todo se quedó en silencio.
Saltó del techo del cadillac al suelo seguido de Betti.
Bienvenidos a los sótanos de los Juzgados dijo con su voz potente. Veo que tenemos a un policía, a una puta amarilla, a un maricón negro. ¡Y un pequeño mono!! dijo arrancandole de las manos el bebe a la peliroja y levantandolo al aire como una ofrenda, todos aquellos dementes rieron a carcajadas.
El juez seguido de la chica del biquini metálico bajaron del capó del cadillac y dieron varias vueltas alrededor de los tres pilares donde se encontraban sus presos hasta quedarse delante de Li. El Juez se puso de cuclillas delante suya y tras darle un beso en los labios que Li intentó rehuir, este le arrancó la camiseta con el brazo libre del bebé, mientras Betti le abría las esposas.
Me quedo con la china dijo mientras le tocaba las tetas sin ningún pudor vosotros podeis darle una buena paliza a ese policía, eso sí de uno en uno o no durará nada. El grupo de salvajes gritaron enfurecidos mientras que un calvo gigantesco con la cara de Hitler tatuada en el pecho se dirigía hacia el Juez con gesto furioso. ¡¡Ya nos dijiste eso con la pelirroja!! El Juez miró a su alrededor Está bien está bien, mis niños se han portado bien y se merecen un premio. Dijo mientras le daba la cadena de la peliroja al bruto cabeza rapada. La chica del biquini lanzó una mirada llena de súplica y terror al Juez, este se encogió de hombros, rebuscó en uno de sus jirones de tela que parecía contener un bolsillo y sacó una cajita de cartón que lanzó a la peliroja. Condones, no dirás que no me preocupo por ti. dijo el juez socarronamente mientras el medio centenar de presos que debía de haber allí le reían la gracia con voces guturales. De uno en uno le dijo al calvo pero dirigiéndose a todos con un tono que no permitía replicas. No quiero que me la rompais. El calvo se llevó a rastras a Betti que no paraba de gritar, dirigiéndose una puerta que había tras el circulo de coches.
El juez también se llevaba inmovilizada por el cuello a Li, a la que había cargado con el bebé, hacia una enorme furgoneta de presos situada justo detrás del Cadillac. Abrió la puerta trasera mientras observaba como desataban a Leon y uno de aquellos tipos se lanzaba sobre él con una navaja.
Oh vaya, se me olvidaba. Le dijo a Li antes de sacar la Luger y volarle la cabeza al enorme Leroy.

jueves, 29 de abril de 2010

CAPÍTULO 22

AQUEL PAIS DESCONOCIDO.
El Afo estaba varado cual ballena moribunda en aquel parque cuyas altas rejas habían contenido a la amenaza rúbia fuera de su perímetro. Cuando aquel trailer atravesó la valla que rodeaba el parque destrozándo decenas de barrotes de la misma, se abrieron las puertas del infierno.
Aún así, los dos soldados que hacían guardia sobre el avión intentaron ayudar a el tipo del trailer disparando a la rúbia que llevaba aferrada a su puerta.

El parabrisas se tiñó de blanco cuando los primeros disparos impactaron en el, el retrovisor derecho salió volando y una docena de agujeros bañaron la puerta en la que segundos antes había estado Aele. Ella rodó por el suelo mientras los disparos levantaban trozos de tierra y cesped hasta colocarse al refugio de uno de los arboles del parque. Varios disparos y una lluvia de astillas y polvo le indicaron que la tenían localizada, luego los impactos cesaron.
Al se encontraba de espaldas a el avión, y de cara a una marea de rúbias poseidas que corrian como animales rabiosos hacia su posición. En cinco minutos aquella oleada de zorras rubias se los tragaría a todos.

So gilipoyas
gritó Aele o dejais de dispararme o os meto el puto avión por el culo. La respuesta fue otra ráfaga de disparos y astillas. Tenía que pensar y rápido.

Ey tu, dijo señalando con el dedo a la cabina del camión, consciente de que debía de utilizar algún tipo de psicología extraña con aquel tipo. Apenas me queda aire en el traje, haz algo con los que me están disparando. Es una Puta orden.

Black Jackson golpeaba nerviosamente el medidor de presión como si por esto fuera a funcionar más rápido. Había realizado un aterrizaje de emergencia en un asteroide siguiendo la pista de la fragata del senado, aunque no había conseguido perder a la legion de ciborgs asesinas que les perseguían. Todo había empeorado cuando las torretas automáticas de la fragata habían empezado a dispararles, seguramente a causa de algún malfuncionamiento. La luz verde del indicador de presión fue la señal que estaba esperando, parecía que aquel asteroide tenía una composición lo bastante pesada como para incluso siendo una decima parte más pequeño que la tierra tuviera una grabedad parecida. Ahora su único problema era el oxígeno de su capitana y aquellas dos jodidas torretas. Se bajó el casco del oxígeno a la vez que pulsaba la apertura manual de la mampara de la nave y lanzaba tres granadas a aquellas jodidas torretas.

No te preocupes capi, Black Jackson te salvará.

Sí, Aele sí que se preocupó, sobretodo porque dijo esa frase mientras sacaba la cabeza por la ventanilla y les lanzaba a los soldados los tres dados de peluche del salpicadero con algún extraño e indescifrable fin. Si lo que intentaba era dejarlos perplejos, a buena fe que lo consiguió.
Al aprobechó los preciosos segundos que le había conseguido el tal Black Jackson. Cogió del suelo una de las ramas arrancadas por los disparos y la lanzó con toda su fuerza -como si de un boomerang sin retorno se tratase- a uno de los dos soldados al que golpeó de lleno en el rostro, haciendolo caer por el lateral del avión hasta golpearse contra el suelo.

Black Jackson haciendo gala de una agilidad y fuerza afrohumana logro trepar por el resbaladizo lateral de la fragata para lanzarse como un loco hacia una de las torretas que empezó a virar su cañón hacia el. Un objeto brillante surcó el aire a su lado alcanzando la otra torreta que al explotar lanzó aquel objeto brillante en dirección a Jackson.
Todo sucedió en un momento, Black aún estaba en el aire, con el fuego de la explosión casi envolviendolo mientras cogía aquella vibroespada y cortaba el cañón de la torreta en el mismo momento que iba a abrir fuego sobre él. Luego la levantó en ademán de hacer explotar también aquella torreta.

Al observó por el rabillo del ojo la desconcertante destreza de aquel tipo que pese a aparentar ser un mequetrefe, un debilucho, había conseguido subirse sobre aquel avión mientras atrapaba el palo -que ella misma había lanzado- en el aire y desarmaba con el al segundo soldado.
Loco Jack levantó la rama sobre la cabeza de aquel soldado a la vez que Al -varios metros más abajo- apuntó al soldado que casi le había volado la cabeza simplemente por ser rúbia. En ese momento el disparo de una escopeta retronó en el cielo. Al y Loco Jack se giraron hacia el sonido, observando la cola del avión sobre la cual una oscura figura con traje apuntaba al cielo con una humeante escopeta. Era el Presidente de los estados unidos. Vamos todos a carlmarnos un poco.

Diez minutos despues Aele, Loco Jack y el presidente Osama estaban tomandose una cerveza fría sentados en los asientos de cuero marrón del Afo mientras los dos soldados cortaban el fuselaje de la pared con radiales.
Entonces Presidente Osama Dijo Al ¿Que sabemos de lo que está ocurriendo?
Las butacas estaban agrupadas de dos en dos, de manera que cada grupo estuviese situado de frente al siguiente. De esta manera el presidente estaba sentado de frente a Al y el Loco Jack al lado de ella. El presidente se cruzó de piernas mientras se hundía en el respaldo de cuero.
No mucho. En inteligencia las han llamado Blondis, han conseguido atrapar a algunas y cortarlas a cachitos para estudiarlas. Sus cadenas de Adn parecen una montañá rusa. Suspiró Si alguno de mis cientificos hubiera sobrevivido seguro que se lo explicarían mejor, pero parece que algunos de ellos estaban algo necesitados y sucumbieron a las insinuaciones de las Blondis capturadas. Parece que también sucedio en muchos sitios con soldados y por eso me encuentro aquí. Con el Air Force One estrellado en un Parque Central y sitiado por un centenar de esas Blondis.

Al carraspeó. Señor Presidente, creo que se va por las ramas. Loco Jack también aprobechó para dar su opinión Estoy francamente decepcionado, ¿para cuando un presidente del Senado Galáctico que sea negro?. Siempre nos discriminan Osama le envio una mirada interrogante a Aele que le resondió negando con la cabeza y encogiendose de hombros.
Vale recapitulando. Hemos averiguado observando las grabaciones que esas blondis contagian a través de besos, arañazos, con su leche, con su saliba y con cualquier tipo de relación sexual. A partir de ahi su extraño Adn convierte a su victima en algo parecido en una muñeca hinchable de carne, ya que sus organos pasan a ser mera decoración sin ningún tipo de función. Nisiquiera nos sirve dispararles a la cabeza porque no parecen hecharla de menos. Ah, y llamadme Os, porfavor.
Pasaron unos minutos en silencio, como si todos estuviesen intentando cuadrar las ideas.

Ahora
dijo el Presidente Os Tengo que pediros un favor, debeis llevarme a un aeropuerto cuyas coordenadas os dirán mis soldados, y hemos de llegar antes de diez horas.

Al dejo su cerveza en su rincón del reposabrazos. ¿Porque Diez horas? preguntó mirandolo fijamente.
En ese momento ambos soldados informaron que habían acabado. A unas filas de asientos había un cuadrado recortado en el fuselaje que daba al capó del camión de Al. Desde allí podían ver el número creciente de blondis que se estaban sitiando ambos vehículos. Al estaba concentrada en esas blondis cuando el presidente le habló por la espalda.

Desde hace años creemos que la tercera guerra mundial será todo el mundo contra Estados Unidos. Por esa razón se creó un sistema de defensa global en el cual teníamos nuestros misiles apuntando a todos los paises del planeta. El Presidente se rascó la cabeza. Parece que una de esas Blondis se metió en la sala de lanzamiento y se puso a juguetear con el sistema. El resultado es que hemos bombardeado todos los paises. Hemos arrasado medio planeta y las otras naciones están reunidas para ver cuan contundente es su respuesta. Les hemos dicho lo sucedido evidentemente no se lo creen, porque hasta ahora la amenaza blondi solo era cosa nuestra.


Al abrió la boca para preguntar un previsible "¿hasta ahora?" que no llegó a surgir de sus labios. Antes que eso uno de los soldados que llevaba un portatil lo había abierto mostrando un video. En el se veía un misil de la longitud de un campo de futbol sobrevolando las nuves con un nutrido de aguerridas blondis montadas en el, riendo y girando sus brazos en el aire como si fueran de rodeo.
El silencio reinó en el avión durante unos segundos.

No tenemos ni idea de como lo han hecho, pero ese no es el único misil tripulado. La cuestión siguió el Presidente es que detectamos que a México le lanzamos el doble de ración de bombas, por lo que estudiamos nuestra base de lanzamiento y comprobamos un pequeño error. Parece que hay un pais al cual le habíamos puesto las mismas coordenadas que a Mexico. En unas diez horas todo el planeta bombardeara al unisono a EEUU, asi que debemos llegar antes de diez horas al punto indicado para que nos evacuen a el único pais que quedará intacto: España.

Aele saltó sobre el capó de su camión desde donde miró de soslayo al Presidente. Su hombo escondía una sonrisa pícara.
Si es que alguno de tus pilotos sabe llegar.

viernes, 16 de abril de 2010

CAPÍTULO 21

FAMILIAS
Aquellas rúbias psicópatas tiraban de ellos arrastrándolos de vuelta al interior de la gasolinera, incluso desde el suelo Li y Leo podían ver a través de las cristaleras del establecimiento que estaba lleno de cabezas huecas y melenas rúbias.
El policía lanzó sus manos a las cartucheras buscando unas pistolas que no tenía, segundos después le lanzaba una brutal patada a aquella psicópata que le alcanzaba en toda la mandíbula y la lanzaba al suelo riendo como una loca. Se levantó apresuradamente para ir a ayudar a Li cuando dos de aquellas locas -que vestían monos azules de mecánico- le placaron, cayéndole encima y aplastándolo contra el suelo.
Li no lo tenía mucho mejor, aquellas fúrcias satánicas la arrastraban de vuelta a la tienda con una de aquellas zorras sobre ella, la muy guarra intentaba morrearla desesperadamente mientras reía por lo bajo. Varios codazos de Li impactaron en el rostro y el cuello de aquella rúbia, haciendola tambalear pero no cesar en su empeño. Mientras sus compañeras rúbias habían tirado de sus piernas y sus pantalones -dejándola sin los segundos- llenandole las piernas de pequeños cortes por el asfalto. Li iba a propinarle un gancho a la rúbia que cabalgaba sobre ella cuando otra se unió la primera saltando sobre ambas y enterrando su mano derecha bajo su trasero.
Una de las cristaleras estalló en una explosión de cristales y ambos creyeron que eran las rúbias saliendo en desbandada de la tienda, pero desde el suelo vieron a un señor rechoncho lleno de cristales y entendieron que era quién había roto el cristal con su cuerpo. Las rúbias del interior perdieron rápidamente el interés en Leo y Li, y se lanzaron como hienas sobre el señor de los cristales.
Las rúbias más alejadas del "caramelo" que les habían lanzado salieron por la puerta atropelladamente, como si tuvieran miedo a quedarse sin nada. No llegaron a avalanzarse sobre sus presas porque una mujer negra calló sobre ellas como un enorme saco tirándolas contra el suelo. Sus risillas aumentaron cuando entre todas y desde el suelo empezaron a desvestir, besar y refregarse apasionadamente con la mujer.

Los lábios de las rúbias mecánico estaban a apenas unos milímetros de los de Leo, lo mismo sucedía con las lénguas de las dos rúbias que desesperadamente se avalanzaban sobre Li. Ambos estaban lo suficientemente cerca como para que incluso peleando por sus propias vidas pudieran ver el final del otro.
Las cuatro rúbias salieron volando por el cielo soltando dientes rotos cuando de un solo y brutal golpe de parachoques Leroy las bateó hacia el infinito.
Las rúbias empezaron a salir en tropel de la tienda mientras el policía y la asiática se ponían de pié ayudados por Leroy. Él con la camisa por fuera y los pantalones cayéndole, ella en bragas y con las piernas llenas de cortes.
Apenas podían respirar para darle las gracias al enorme preso que llevaba además del paracoches y atado a la espalda con una sábana... un niño. No había tiempo para preguntar por el bebé, ni por los dos proyectiles humanos que había lanzado contra las rúbias. Aunque se hacían una idea.
Leroy les indicó un agujero a sus pies, todos descendieron por la escalerilla de la alcantarilla que Leroy no pudo llegar a cerrar. Cientos de manos de manicura perfecta y rostros de actrices porno aparecieron por el lugar donde debería haber ido la tapa. Así que los tres bajaron cagando leches y esquivando las rúbias que caían a plomo desde arriba, seguramente alguna de ellas algún día descubriría como usar una escalera de mano, aunque para ese día el sol se hubiese extinguido y la tierra solo estuviese poblada por rúbias y cucarachas.
Se alejaron corriendo por uno de los húmedos y malolientes túneles, con el bebé de Leroy llorando y las rúbias practicando caida libre. No, no tenían tiempo que perder.

Glacias. le dijo Li a los diez minutos, cuando creyeron que habían dado el esquinazo a las rúbias psicópatas y pudo juntar algo de aire en los pulmones. El policía asintió en la penumbra, ya que las alcantarillas solo estaban iluminadas por los agujeros de las tapas que pendían sobre sus cabezas.

De nada zorras.
Dijo Leroy y aunque no le veían pudieron imaginarselo sonriendo. Por cierto buen culo. Volvió a decir el enorme negro con voz algo aflautada, tanto que durante un momento dudaron si se lo decía a Li o a Leon. Tampoco le dijeron nada pues había acabado de salvarles la vida.

Llevaban media hora caminando, era Li quien les guiaba, parecía estar orientada incluso en aquellos túneles.
¿Tu tenías familia en Vietnam no? preguntó Leroy y ambos lo miraron frunciendo el ceño. Joder solo era una broma. dijo él. Su bebe lloraba a su espalda.
¿Puedes dejar de hablar así? le pregunó Leon, y Leroy se encogió de brazos.¿Como? dijo él con tono enfadado pero voz afeminada.
Jodel así. Dijo Li deteniendo el paso.
Estais como una puta cabra. dijo él con más voz de mujer, lo cual saliendo de un cuerpo de más de dos metros y lleno de músculos sonaba estremecedor.
Vale vale. dijo Li intentando aclarar sus ideas, pues necesitaba concentrarse. Voy a ir arriba a ver si vamos bien. Ninguno de los puso ningún inconveniente, y ambos siguieron el ascenso del culo de Li hacia la superfície. La joven abrió con no pocas dificultades la tapa y salió al exterior.

Li observó a ambos lados de la calle, aquella zona de la ciudad estaba mucho más castigada que la que ellos habían abandonado. Casi todos los bajos estaban en llamas, había camiones del ejercito abandonados a lo largo de la misma, así como algún que otro tanque e incluso habían tiendas de campaña militares ondeando en llamas al viento. El suelo brillaba cubierto de casquillos de armas, había sangre por todos lados, pero no cuerpos. Iba a emprender el descenso cuando vio una cabina telefónica, estaba torcida porque un coche parecía haber chocado con ella, aunque por lo visto no a demasiada velocidad como para destrozarla.
Llamó al restaurante, estaba segura que su madre y sus hermanas debían de estar juntas allí. Con el mobil no había tenido suerte, pero quizás con el teléfono tuviera más. Li soltó un gritito de alegría cuando el tono empezó a sonar tras marcar el número, pero los tonos pasaban y pasaban y nadie respondía. Volvió a llamar hasta que se consumieron todos los tonos. Y lo hizo otra vez, rezando para que lo descolgaran. Y así sucedió, escuchó un estruendo que le indicó que parecía que más que descolgar el telefono lo habían lanzado al suelo. Escuchó pasos arrastrándose y al final se armó de valor para preguntar. ¿Hay alguien?.
Un coro de risas estúpidas con acento chino le respondió.

Al cabo de diez minutos el culo de Li volvió a descender bajo la atenta mirada de sus tres compañeros, bebe incluido. Ninguno de sus dos compañeros se dió cuenta en la penumbra que Li estaba llorando. Ni siquiera cuando le pidió a Leroy si podía llevar su bebé, el cual guardó silencio inmediatamente al abrazarlo contra sus pechos.
Yo probé eso mismo con mis pectorales y se puso a llorar aún más fuerte. dijo una voz femenina desde las alturas.
No me extlaña. dijo li observando a aquella mole humana.

Durante la siguiente hora intentaron averiguar que debía de haber sucedido para que Alicia se marchara con el camión y con aquel loco, pero no se les ocurrió nada convincente. Al final llegaron a su destino, el único lugar del que habían hablado todos juntos y en el que esperaban encontrar a Al.
Los tres ascendieron por la escalerilla hasta salir a la superfície. Allí les esperaba el edificio de los Juzgados... totalmente en llamas.
Ahí... ahí tiene que estar mi tio. dijo Leon. Pués debe de ser un trozo de carbón dijo el enorme negro con voz aflautada, acompañando las palabras de gestos exagerados.
Leon se giró para responderle pero se quedó sin palabras y mirándolo con ojos como platos, lo mismo le sucedió a Li y al bebé de Leroy que llevaba con ella.
¿Que pasa, tengo monos en la cara o que? dijo haciendo mohines exagerados con los labios y gesticulando como una loca.
No, no tenía monos, pero sí el pelo rubio y los ojos azules... además de unos labios de un color rojo tan fuerte que parecían un anuncio de neón.