jueves, 25 de febrero de 2010

CAPÍTULO 16.

CEMENTERIO DE MALETAS.
Una explosión de estática despertó a Leroy que dormía plácidamente sobre una capa de cristales. La cabeza le ardía al igual que la mejilla. Se frotó los ojos pues apenas podía ver nada, le escocían como el demonio. Se quitó los cristales rotos que se le habían clabado en el rostro y la cabeza, y con la manga de uniforme de preso se limpió el rostro de la sangre que se le colaba por los ojos y la boca.
El tintineo de las esposas de sus muñecas le ayudó a recordar, no era una zorra pesadilla. Miró hacia arriba y el asiento sobre el que una vez había estado sentado le devolvió la mirada.
La radio del coche patrulla empezó a carraspear estática. Leroy intentó evaluar la situación, sus tres acompañantes habían perdido el sentido con aquel golpe. El policía yacía k.o a su lado, mientras que el loco que conducía y la china estaban enrollados en sus cinturones de seguridad. Era un buen momento para escapar pero a la vez había visto la ciudad. Esta parecía invadida por un zillón de zorras rúbias locas y le iba a ser muy dificil salir de esa mierda solo. No, debía seguir en equipo, al menos por ahora.
Cuando recordó a aquellas locas Leroy hechó un vistazo a la calle a través de los cristales rotos. No había ni un solo vehículo en toda la calle, pero el suelo estaba cubierto de maletas abiertas con la ropa desparramada por el suelo, como extraños animales muertos con sus tripas cubriendo el suelo.
Y al menos un centenar de rubias tropezando una y otra vez con las pobres maletas que debían de estar hasta los cierres de ellas. Así que delante del coche patrulla había una multitud de rubias riendo felizmente ante el fin del mundo y detrás del mismo, había unas veinte de aquellas zorras colegialas cojeando y arrastrándose medio rotas hacia el vehículo.
Debía de pensar bien en su próximo movimiento porque estaba rodeado, solo lo mantenía con vida el hecho de que para aquellas rúbias de delante tropezar con maletas y darse de tetas contra el suelo fuera más divertido que investigar el vehículo que acababa de estrellarse cerca de ellas. Pero las colegialas hipervitaminadas sí eran un problema y cuando se enfrentara a ellas se le unirían las demás.
Con dos puñetazos partió la mampara que le separaba de los asientos delanteros, estiró el brazo como pudo hasta alcanzar la radio que seguía crepitando de estática.
SOS.... necesitamos ayuda. Coche patrulla asediado a mitad de la calle Steiner, necesitamos ayuda.
Varias manos empezaron a golpear el cristal tras Leroy que se arrastró sobre los cristales rotos, pasando por el hueco de la mampara rota y por debajo de los cuerpos aun inconscientes de la asiática y el loco. Con una patada sacó el parabrisas delantero que cayó al suelo de una sola pieza convirtiéndose en la improvisada puerta que necesitaba. Nada más sintió el asfalto del suelo rodó sobre si mismo para salir rápidamente de debajo del morro del coche patrulla y ponerse en pié.
Las colegialas habían alcanzado ya el vehículo arrastrándose por el suelo, las pisamaletas quedaron en silencio, mirándole. Y luego rieron con unos ojos llenos de deseo, lujuria y una extraña y malsana inocencia. Como si todas fueran ninfómanas bisexuales que no pudieran evitar lanzarse sobre todo el mundo arrastrándolos con ellas a la muerte y que de alguna manera subconsciente eran conscientes de ello y habían decidido tomarselo con humor. Con mucho humor.

No había lugar donde esconderse, ni vehículos estacionados, ni entradas de garaje. Leroy cogió el coche patrulla por el parachoques y empezó a arrastrarlo alejándolo de las colegialas pero acercándolo a las rúbias de la calle. El techo del coche rascaba el suelo trazando líneas en el mismo y llenando el suelo de cristales rojos y azules de las luces de emergencia.
Leroy tiraba con toda su fuerza sin saber exactamente hacia donde huir o que hacer... y entonces el parachoques se desprendió del vehículo dejándolo totalmente vendido.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que ninguna de aquellas zorras se fijaba en el coche, no parecían haberse dado cuenta de que allí dentro había tres víctimas potenciales más.
Una fina y limpísima mano le cogió de los pantalones desde el suelo y empezó a tirar de ellos hasta que su rubia cabeza se convirtió en poco menos que un chicle pegado contra el suelo. Leroy la había aplastado de un brutal golpe con el parachoques.
Este empezó a correr hacia la otra parte de la calle, quizás pudiese alejar a esas fúrcias del coche y luego meterse en algún edificio. La idea era buena pero en apenas unos segundos se vió completamente rodeado por aquella marea de rubias. Vestidas de policías, de colegialas, de luto, de secretarias, de obreros. Vestidas como la vecina del quinto, como el repartidor de leche, como estudiantes. Desnudas y medio desnudas, con tallas de ropa excesivamente grandes y otras excesivamente pequeñas, con albornoces, con ropa interior de hombres y de mujeres.
El parachoques era una mancha reluciente, apenas un borrón de movimiento. Golpeaba y aplastaba, aplastaba y golpeaba. Pero ellas se volvían a levantar riendo, siempre riendo.
Golpearlas en la cabeza era el golpe menos eficaz de todos, buena cuenta de ello era la rúbia que volvía a tirar de sus pantalones con un amasijo de carne, asfalto y pelo rúbio por rostro. Parecía que el cerebro para ellas era el menos vital de los órganos, no parecían hecharlo de menos.
Aún así, las más castigadas por los brutales golpes de aquella enorme barra de acero que era el parachoques acababan cayendo al suelo, puede que muertas, puede que no. El enorme preso negro al final se vió obligado a ir “subiendo” encima de la pequeña montaña de rúbias muertas que se había formado a sus pies, mientras las demás seguían intentando alcanzarle. Aquellas estúpidas se lanzaban contra el con los brazos –y los labios- abiertos, o se arrastraban por el suelo de manera lujuriosa pese a tener los huesos rotos. Pero nunca se rendían ni se cansaban y su risa se le clavaba en el cerebro, ya que al reir tantas de ellas juntas su risa se asemejaba más a un zumbido que a algo humano.
Tras casi media hora de encarnizada batalla Leroy apenas tenía fuerzas para tenerse en pié y varias de ellas consiguieron coger entre sus brazos y sus tetas el parachoques.
Todo se había acabado para él cuando apareció al final de la calle un enorme trailer que se dirigía directamente hacia su posición, segundos después ya lo tenían delante donde aquel monstruo de 16 ruedas frenó de repente, ladeando primero la cabina delantera y luego apareciendo de detrás de la misma el enorme contenedor.
Leroy saltó con los dientes apretados lo más alto que pudo para recibir mucho antes de lo esperado el lateral de aquel tráiler que lo golpeó con ferocidad pero al que pudo sujetarse agarrándose a varias cuerdas que sujetaban el toldo.
Fue una auténtica carnicería, al frenar tan de repente aquel tráiler había hecho “la tijera” de manera que el monstruoso vehículo había derrapado a lo largo de media calle golpeando y arrollando con toda su longitud a aquellas zorras. La sangre misma y los cuerpos de las rúbias había servido de inprovisado lubricante bajo las ruedas para que estas siguieran derrapando sobre un mar de cuerpos mutilados.

Minutos después de que todo quedara en silencio Leroy se dejó caer al suelo. Aún olía a neumático quemado y 16 humeantes líneas negras atravesaban una calle cubierta de carne triturada. Escuchó como una puerta se cerraba y cuando se giró hacia el ruido vió a otra de esas rúbias frente a él. Esta se lo quedó mirando.

Tio, ¿sabes donde venden tinte para el pelo?

jueves, 11 de febrero de 2010

CAPÍTULO 15.

DÍA CERO.
Todo había sucedido demasiado deprisa. Aquel tipo que –al igual que él- vestía un ajustado traje gris con insignias lo había rescatado de las zarpas de aquellos primates que lo tenían atrapado. Habían echado a correr por aquella ciudad alienígena, con edificios cual monolitos negros que se perdían en un cielo de color azul rojizo desde donde varias lunas les observaban. Al menos podían respirar sin cascos en aquel lugar... Black Jackson ardía en preguntas, ¿Quién era aquel tipo?¿Porque lo había salvado?¿Como lo había encontrado?.
Sin duda alguna especie de alarmas inaudibles para los humanos debían de haber saltado en toda aquella ciudad pues había infinidad de enormes supositorios metálicos –que por su tamaño debían de ser alguna especie de automóviles- abandonados por las calles.
Y entonces uno de aquellos supositorios metálicos flotantes, del triple tamaño que los normales se cruzó delante de ellos. Parecía ser que el nombre de Black Jackson era conocido en todo el universo, seguro que los policías corruptos de su departamento habían tenido algo que ver. Puede que incluso Dios estuviese en el ajo.
Un circulo apareció de la nada en el lateral de aquella especie de furgón espacial y una infinidad de mujeres-ciborgs empezaron a bajar -desfilando en total orden- de su interior. Black Jackson juró que se vengaría, que aquellos primates que les habían hecho eso a aquellas pobres chicas lo pagarían muy caro. Aunque cuando aquellas ciborgs se pusieron en posición de fusilamiento apuntándoles con sus pechos Black Jackson supo que la venganza podía esperar.
El joven que lo había rescatado le había indicado donde estaba su coche, aunque ahora le decía algo de ayudar a aquellas chicas. ¡¡Debía estar loco!! ¿No veía cuan peligrosas eran? Sin tiempo para nada Jackson le dio un puñetazo y lo llevó a rastras a su propio coche. Un circulo se abrió en la parte trasera del supositorio –por donde lanzó al joven- y otro en la delantera. Se metió de cabeza mientras intentaba poner aquella cosa en marcha. Había mas humanos en aquel vehículo pero con aquellas ciborgs lanzándose sobre el vehículo no era momento de presentaciones.

El coche patrulla circulaba a toda velocidad, marcha atrás, en dirección contraria, dejando un rastro de rubias a su paso y sepultado bajo medio centenar de tias buenas que reían, daban grititos y querían violarlos por alguna oscura razón que ni los varones del interior del vehículo querían averiguar. Desde el interior del coche patrulla las ventanas parecían televisores sintonizados en el canal PlayBoy. Porque sí, iban a ciegas. Y además conducía un loco.
El vehículo pasó como una exhalación entre una furgoneta de reparto y una apisonadora cruzados en la calle, apunto estuvo de ser arrollado por un tranvía que cruzó la calle sin conductor ni pasajeros. La calle tenía una acusada pendiente por lo que cuando el coche llegó a la siguiente intersección y debido a su velocidad la cruzó volando para aterrizar con una fuerte explosión de neumáticos debido al golpe y al exceso de peso. Loco Jack empezó a perder el control de su supositorio, si es que algúna vez lo había tenido.
El coche ahora patinaba sobre el asfalto y se desplazaba sobre un lecho de chispas, que surgían de los bajos y de las ruedas sin neumáticos.

Li llevaba el cinturón puesto y estaba hecha un ovillo en el asiento del copiloto tapandose los ojos. Detrás el enorme negro le había robado la pistola al policía ya que este estaba k.o. Apuntaba nerviosamente a las ventanas que ya estaban a punto de ceder bajo los puñetazos y manotazos de aquellas sádicas locas que no paraban de reir. Dispararles sería abrir definitivamente una de aquellas ventanas a la vez que, en el fondo, disparar a a aquellas colegialas hormonadas a sangre fría le era imposible. Solo debían de estar drogadas...

El coche de policía chocó contra otro coche que también iba sepultado bajo una legión de despampanantes animadoras rúbias. Brazos, chispas, tetas y cristales salieron volando tras el brutal choque que lanzó al otro vehículo contra un restaurante y desvió al coche patrulla dirigiéndolo hacia una farola.
Loco Jack sacó la cabeza por el hueco donde momentos antes se encontraba una ventana revestida de culos, lanzó una mirada fugaz para ver su funesto destino. Varias manos con perfectas manicuras lo persiguieron como serpientes al interior del coche pero acabaron cortadas en el interior del mismo. Li se había despertado.
Varias de aquellas rientes intentaron coger al desvanecido policía a través de la ventana trasera pero los disparos del gigantesco preso las mantuvieron a ralla. Loco Jack giraba enloquecidamente el volante, como el desesperado capitán de un barco haciendo rodar el timón para no chocar contra las rocas.

El coche pasó tan cerca de aquella farola que esta –como si de una cuchilla de afeitar se tratara- le quitó de encima a las guarras que había amarradas a ese lateral, para que momentos después algo chocara contra el coche lanzándolo por los aires y haciendolo caer violentamente sobre su capó no sin antes haber dado varias vueltas de campana. La calle quedó en silencio, llena de sangre y cristales.

CAPÍTULO 14.

SABADO...
Li salió de la ducha silvando mientras el agua y el jabón de su cuerpo goteaba sobre el suelo lleno de ropa sucia. Le encantaba sentir el agua sobre su cuerpo, escuchar el sonido de la lluvia y sobretodo el "plic" de las gotas cayendo dentro las vasijas.
Y lo mejor era que debido a aquel mar de goteras el alquiler de aquel ático era irrisorio. Lo único que afectaba tanta humedad era a que no podía tener instalación eléctrica, por lo que solo podía tener pequeños objetos que fueran a pilas.
Encendió el televisor y se puso justo debajo de una de aquellas goteras para sentir el frío tacto del agua sobre su desnudo cuerpo. Tenía su primera mañana libre desde no recordaba cuando, solo tenía que ir por la tarde a hacer la prueba para el "Circulo del sol" así que suspiro relajadamente mientras hacía zapping.

"...ueve aviones más se han estrellado esta noche por lo que..." Li se quedó sin respiración al escuchar al hombre de las noticias, su compañera no estaba con él y parecía saturado. No era para menos, diez aviones en una misma noche no era en absoluto una casualidad, debía de ser un ataque terrorista...nos comunican que otros once aviones se han estrellado en... su cuerpo se tensó y no pudo evitar ponerse de pié de un salto ...sumado a el exponencial aumento de accidentes de tránsito y a los recientes descarrilamientos de cuatro trenes dan unas cifras totales de aproximadamente tresmil muer ¡¡pompompom!!! A Li le temblaban las manos y aquella cifra se grabó en su retina como marcada a fuego. Fué hacia la puerta tropezando con algunas vasijas que desparramaron toda el agua por el suelo.

Li abrió la puerta como si otra persona la manejara a control remoto. El joven policía hispano de hacía unos días la observaba con una expresión de sorpresa bastante poco profesional. Él mismo cogio el pomo de la puerta y la cerró dándose casi a si mismo en las narices.
Cuando al cabo de unos minutos salió del shock de aquellas noticias entendió que había sucedido y se vistió con un pantalón corto y una camiseta también corta, ambos de color blanco. Había hecho ya el ridículo dos veces ante aquel policía y no quería volver a hacerlo.
Cuando abrió la puerta miró al policía sin decir nada aunque aún le temblaban las manos.
-Disculpe que...que la moleste señora..señorita pero el juicio se ha adelantado a hoy. las cejas de Li se volvieron una línea totalmente horizontal Estamos desbordados por todo lo que está sucediendo y de seguir así tendremos que cerrar algunos lugares públicos para garantizar la ciudad de trabajadores y ciudadanos... la linea horizontal que eran las cejas de la chica descendieron unos centímetros llenando de sombras su rostros de.. de.. manera que.. como como pasaba por aqui yo... pensé en pensé en recogerte..recogerla. Li sonrió para si misma, aquel policía le había mostrado todas sus cartas y ella ni una sola, se sintió bien por el poder que eso le concedía. Está bien. dijo ella sin sonreir, como si le fuera un fastidio aunque realmente lo deseaba muchísimo. Cogió su zurrón y salió por la puerta junto con el policía. Si se portaba bien igual lo invitava luego a que la viera en su prueba en el "Circulo del sol".

Subió al coche policía y se sentó en el asiento del copiloto, le resultó extraño que aquel joven fuera solo, parecía muy novato. Dio un respingo cuando algo golpeó la mampara de separación con el asiento trasero. Se giró para ver a un gigante negro con traje de preso, llevaba esposas pero Li no dudó ni por un instante que pudiese quitárselas si quisiese. Habló al policía con voz ronca.
Que novato, vamos ya a los juzgados o que joder?? Maldito pipiolo, con toda esta mierda y dando vueltecitas a toda la ciudad para rocoger a una pava...
El joven hispano le miró por el retrovisor. Pues aún nos queda otra parada antes de llegar, así que no lo pongas más dificil.
Tras un joder y otro golpe a la mampara que hizo vibrar todo el coche se recostó en su asiento otra vez.
Cuando se pusieron en marcha Li comprendió el porque del nerviosismo de aquel tipo. Había coches chocados y cruzados en la mitad de la calle. Finas columnas de humo se avistaban por toda la ciudad, se escuchaba el aletear de helicopteros sobre ellos a la vez que sirenas por todas partes. La gente corría desesperada.
Observó el interior de algunos de esos coches estrellados, casi todo eran mujeres o travestis. Aquello le resultó extraño y perturbador.
La sirena del coche policía ululaba sobre ellos cuando llegaron a una calle donde había cruzado un autobús escolar.
Mierda dijo el policía, vuelvo enseguida. y salió corriendo tras dar un portazo, dejándola con aquel tipo de más de dos metros suspirándole en el cogote.
¿Por cuanto la chupas? le preguntó el preso pero Li no respondió.
¿Que pasa, solo usas esa boca para se calló cuando vió la mirada de Li en el retrovisor.
Si no eras una puta solo tenías que decirlo zorra.
Li entornó los ojos. Tampoco sel sola cablón, cuando escuchó aquello el gigantón se puso a reirse con una risa ronca pero sincera. Eres tremenda zorra. dijo entre risas y le quedó claro que aquella cosa de detrá decía "zorra" donde los otros decían "tía".
La puerta del autobús escolar se abrió y del mismo calleron al suelo un montón de colegialas. Todas bastante creciditas pues debían de medir por el metro setenta. Llevaban unas faldas de colegiala tan indecentemente pequeñas que apenas eran cinturones. Bajo aquellas faldas a cuadros negros y verdes se dejaban entreveer unas bragas con dibujos de ositos, flores de las cuales les sobresalía medio trasero, algunas de ellas directametne no llevaban o las tenían como brazalentes sujetos en las piernas.
Todas llevaban unas camisetas escolares al estilo "Hulk", que al ser demasiado pequeñas para aquellos bustos se habían abierto por casi todas las costuras dejando entreveer las demasiado perfectas tetas que habían debajo. Todas llevaban coletas sujetando un cabello tan rubio como la misma luz del sol. Estaban todas unas sobre otras en posiciones muy dispares formando una orgiástica montaña de cuerpos semdisnudos, todas reían tontamente como si el no poder moverse fuera lo más divertido del mundo.
Me acabo de empalmar. dijo el gigante de detrás mientras se rascaba la entrepierna. Li lo miró por el retrovisor.
¿No te palece lalo un autobús de plimalia lleno de putas? el gigante negó con la cabeza. Lo que me parece es cojonudo, menuda montaña de zorras. En ese momento apareció el policía por detrás de el autobús, llevaba consigo a el loco de la moto.
Pelfecto. suspiró Lee levantando las manos al cielo.
El loco iba vestido con tejanos y un sueter gris, llevaba aquella peluca a lo afro y el bigote postizo más ridículo que jamás había visto. El policía vió la montaña de rúbias y empezó a dirigirse hacia ellas pero el loco le detuvo diciendole algo. Mientras ambos discutían las rubias empezaron a ponerse de pié mirandolos fijamente sin dejar de reir. El policía se giró hacia ellas y en ese momento Loco Jack le golpeó y empezó a arrastrar al policía hacia el coche mientras las rubias intentanban quitarse de encima unas a otras para ir detrás.
Abrió la puerta trasera con las llaves del policía y lanzó a este dentro junto con al preso, luego se sentó en el asiento del conductor y cerró la puerta justo en el momento que las rúbias se lanzaban sobre el coche, cubriendolo como si fueran abejas sobre un panal. Estaba claro que no querían matarlos, ni comerselos. Lejos de esto parecían desesperadas por violarlos a todos, incluso a Li.
Nunca creí que si una vez me rodeaban tantas zorras salidas diría esto pero... ¡¡Vamonos de aquí!! gritó el enorme negro y por una vez, Li estuvo de acuerdo con él.
Loco Jack puso en marcha aquel coche que salió disparado marcha atrás, con casi una toleada de tetas y culos encima y decenas de manos aporreando las ventanillas.

viernes, 5 de febrero de 2010

CAPÍTULO 13.

VIERNES.
Black Jackson despertó aún atado a aquel asiento. Seguía con aquel extraño traje espacial que parecía unas mayas de cuerpo completo de bailarín, solo que de color azul oscuro y con aquellas insignias en hombros y pecho. Le marcaba demasiado las pelotas para su gusto.
Intentó como había hecho desde el primer día soltarse de aquel asiento de piloto pero no pudo. Maldijo otra vez mientras observaba la cápsula en la que se encontraba. Estaba toda llena de paneles llenos de palancas y luces, cientos de tubos por las paredes y absolutamente todo pintado de un blanco tan pulcro que bien podría haber pasado por una celda de un manicomio.
Apenas recordaba nada, no sabía como había llegado a aquel nuevo planeta pero su mente era incapaz de pensar con claridad. La imagen de su amada muerta y aquel sectario huyendo estaban grabadas a fuego en su retina, también como aquellos policías corruptos le habían traicionado atrapándole.
Varias luces parpadearon en algún lugar a su espalda mientras Black Jackson hurgaba en sus recuerdos. Tras ese traumático suceso había despertado en el interior de aquella nave espacial. Seguramente el gobierno -que también estaba en el ajo-
había considerado que lanzarlo al espacio como "voluntario" para alguna extraña misión espacial sería mucho más sencillo que matar al mejor detective negro que existía sobre la faz de la tierra. Total a años luz de distancia nadie le iba a
escuchar quejarse. Bueno sí, aquellos extraños primates a los que veía a través del ojos de buey de la nave. Entraban de vez en cuanto para darle comida mientras con jeringuillas le inyectaban cosas. Estaban experimentando con él y por eso lo mantenían con vida. Pero Black Jackson sabía que encontraría la manera de escapar. Siempre lo hacía.

El juez pidió -por primera vez en años- un taxi para que lo llevaran al curso de natación. Se había quedado dormido, veinte minutos llevaba sonando su despertador cuando lo acalló de un manotazo. Apenas había dormido un par de horas pues el día anterior había sido infernal. Los extraños brotes de estupidez habían llegado hasta sus juzgados y se había tenido que encerrar en su propio estudio para poder trabajar mientras el personal no hacía más que corretear de acá para allá. Era como si todo el edificio se hubiese vuelto el patio de un colegio.
Un zarandeo lo despertó, se había quedado dormido en el asiento trasero. El taxista lo miró con ojos comprensivos, con los mismos que un padre miraría a su bebe tras verle cagarse encima.
Enseñeme los papeles, el seguro del vehículo y los comprobantes de sus últimas revisiones, tanto médicas como del vehículo.
Le dijo el juez y aquella mirada desapareció de los ojos del taxista como borrada por un disparo.
El juez bajó del coche con una enorme sonrisa mientras el taxista recogía -sin dejar de sudar- la inifinidad de papeles que había tenido que sacar.
Antes de entrar en el edificio de la piscina observó al final de la calle. Uno de los cuarentones con los que se cruzaba en el parque haciendo footing corría como un desesperado mientras las estudiantes universitarias le perseguían al trote. Todas ellas se habían tintado el pelo pero a pesar de eso y a pesar de la lejanía las reconoció por el equipo que llevaban. Se habían desviado muchísimo del parque para
llegar tan lejos. Sonrió pensando en el hombre perseguido por aquellas despampanantes muchachas: Ahí va un tipo con suerte.
Asió el pomo de la entrada de la puerta y empujó. Nada. Se miró la hora, aún faltaban cinco minutos para la clase. Miró por el ojo de la puerta al interior y se quedó helado, en el mismo hall de la puerta todos sus jeriátricos compañeros estaban desnudos, en medio de una orgía con media docena de lo que a tenor de sus despampanantes medidas debían de ser putas. Curiosamente todas ellas iban con los trajes de natación que solían llevar las ancianas para el cursillo. El juez se puso furioso, no le habían avisado.
Aún así no quiso fastidiarle la fiesta a nadie. Con la cabeza gacha se fué a los juzgados directamente. Llegó el primero pues aún faltaban casi dos horas para que abrieran y se fué directo a su estudio. Encendió la radio y cogió un montón
de expedientes acumulados de su mesa, los lanzó hacia el techo y escogía al vuelo con cual empezar.
Apenas había escrito dos líneas cuando no pudo evitar dejar todo lo que estaba haciendo y escuchar la radio como si su vida fuera en ello.
"...contrar los restos del avión se procedió a buscar supervivientes. Dicha búsqueda fué infructífera, algo que por desgracia se esperaban los grupos de rescate debido a la violencia del accidente. Lo que nadie se esperaba y que sigue siendo un mistério es porque todos los pasajeros de aquel avión eran mujeres jovenes, caucasianas y de cabello rúbio. Los datos de embarque muestran
que la tripulación que subió a ese avión era bien diferen..."
un nudo se le hizo en el estómago al Juez que subió el volumen del aparato "...as recuperar la caja negra estós son los últimos sonidos que recogió antes de estrellarse: tzzt.....tzztJIJItzztJIJI..tzt.."