VIERNES.
Black Jackson despertó aún atado a aquel asiento. Seguía con aquel extraño traje espacial que parecía unas mayas de cuerpo completo de bailarín, solo que de color azul oscuro y con aquellas insignias en hombros y pecho. Le marcaba demasiado las pelotas para su gusto.
Intentó como había hecho desde el primer día soltarse de aquel asiento de piloto pero no pudo. Maldijo otra vez mientras observaba la cápsula en la que se encontraba. Estaba toda llena de paneles llenos de palancas y luces, cientos de tubos por las paredes y absolutamente todo pintado de un blanco tan pulcro que bien podría haber pasado por una celda de un manicomio.
Apenas recordaba nada, no sabía como había llegado a aquel nuevo planeta pero su mente era incapaz de pensar con claridad. La imagen de su amada muerta y aquel sectario huyendo estaban grabadas a fuego en su retina, también como aquellos policías corruptos le habían traicionado atrapándole.
Varias luces parpadearon en algún lugar a su espalda mientras Black Jackson hurgaba en sus recuerdos. Tras ese traumático suceso había despertado en el interior de aquella nave espacial. Seguramente el gobierno -que también estaba en el ajo-
había considerado que lanzarlo al espacio como "voluntario" para alguna extraña misión espacial sería mucho más sencillo que matar al mejor detective negro que existía sobre la faz de la tierra. Total a años luz de distancia nadie le iba a
escuchar quejarse. Bueno sí, aquellos extraños primates a los que veía a través del ojos de buey de la nave. Entraban de vez en cuanto para darle comida mientras con jeringuillas le inyectaban cosas. Estaban experimentando con él y por eso lo mantenían con vida. Pero Black Jackson sabía que encontraría la manera de escapar. Siempre lo hacía.
El juez pidió -por primera vez en años- un taxi para que lo llevaran al curso de natación. Se había quedado dormido, veinte minutos llevaba sonando su despertador cuando lo acalló de un manotazo. Apenas había dormido un par de horas pues el día anterior había sido infernal. Los extraños brotes de estupidez habían llegado hasta sus juzgados y se había tenido que encerrar en su propio estudio para poder trabajar mientras el personal no hacía más que corretear de acá para allá. Era como si todo el edificio se hubiese vuelto el patio de un colegio.
Un zarandeo lo despertó, se había quedado dormido en el asiento trasero. El taxista lo miró con ojos comprensivos, con los mismos que un padre miraría a su bebe tras verle cagarse encima.
Enseñeme los papeles, el seguro del vehículo y los comprobantes de sus últimas revisiones, tanto médicas como del vehículo.
Le dijo el juez y aquella mirada desapareció de los ojos del taxista como borrada por un disparo.
El juez bajó del coche con una enorme sonrisa mientras el taxista recogía -sin dejar de sudar- la inifinidad de papeles que había tenido que sacar.
Antes de entrar en el edificio de la piscina observó al final de la calle. Uno de los cuarentones con los que se cruzaba en el parque haciendo footing corría como un desesperado mientras las estudiantes universitarias le perseguían al trote. Todas ellas se habían tintado el pelo pero a pesar de eso y a pesar de la lejanía las reconoció por el equipo que llevaban. Se habían desviado muchísimo del parque para
llegar tan lejos. Sonrió pensando en el hombre perseguido por aquellas despampanantes muchachas: Ahí va un tipo con suerte.
Asió el pomo de la entrada de la puerta y empujó. Nada. Se miró la hora, aún faltaban cinco minutos para la clase. Miró por el ojo de la puerta al interior y se quedó helado, en el mismo hall de la puerta todos sus jeriátricos compañeros estaban desnudos, en medio de una orgía con media docena de lo que a tenor de sus despampanantes medidas debían de ser putas. Curiosamente todas ellas iban con los trajes de natación que solían llevar las ancianas para el cursillo. El juez se puso furioso, no le habían avisado.
Aún así no quiso fastidiarle la fiesta a nadie. Con la cabeza gacha se fué a los juzgados directamente. Llegó el primero pues aún faltaban casi dos horas para que abrieran y se fué directo a su estudio. Encendió la radio y cogió un montón
de expedientes acumulados de su mesa, los lanzó hacia el techo y escogía al vuelo con cual empezar.
Apenas había escrito dos líneas cuando no pudo evitar dejar todo lo que estaba haciendo y escuchar la radio como si su vida fuera en ello.
"...contrar los restos del avión se procedió a buscar supervivientes. Dicha búsqueda fué infructífera, algo que por desgracia se esperaban los grupos de rescate debido a la violencia del accidente. Lo que nadie se esperaba y que sigue siendo un mistério es porque todos los pasajeros de aquel avión eran mujeres jovenes, caucasianas y de cabello rúbio. Los datos de embarque muestran
que la tripulación que subió a ese avión era bien diferen..." un nudo se le hizo en el estómago al Juez que subió el volumen del aparato "...as recuperar la caja negra estós son los últimos sonidos que recogió antes de estrellarse: tzzt.....tzztJIJItzztJIJI..tzt.."
viernes, 5 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario