miércoles, 20 de enero de 2010

CAPÍTULO 12.

JUEVES.
El juez estaba bebiéndose su café cuando se sentó a ver las noticias. Un avión se había estrellado en un bosque de canadá. Suspiró mientras daba un sorbo, últimamente parecía que no hacían más que suceder desastres. Dieron paso al tiempo, la chica que lo recitaba se había teñido de rubia, le favorecía.
-Un frente frío se encontrará con esta borrasca procediente del norte causando... causando...
La frondosa ceja del juez se levantó interrogante y dejó el cafe sobre la mesa mientras observaba aquello. La mujer del tiempo se había quedado en blanco, riendo, mientras miraba hacia todos los lados sin saber que hacer o que decir. Un segundo más tarde la cabecera de la sección de deporte invadía el televisor.

Emprendió su ruta matutina al trote con aquel absurdo suceso en la cabeza, aún le daba vueltas cuando se cruzó con los habituales del parque, se detuvo cuando vió a las universitarias. Habían acostado a una de ellas en un banco y las demás la rodeaban. El juez se acercó a la chica acostada en el banco y se sintió muy mal cuando su vista se dirigió directamente a sus pechos, la camiseta blanca estaba toda sudada y transparentaba unos sostenes que a todas luces le venían muy pequeños. Supo que algo más que el simple líbido había dirigido su mirada allí, se había cruzado con aquellas jovenes durante casi dos años y conocía su físico. Le habían crecido tres tallas.
-¿Que... que le ha sucedido? preguntó el juez a las otras tres chicas, le rodeo la muñeca a la caida y contó sus pulsaciones. O al menos lo intentó, aquello era inhumano, ningún corazón podía bombear a semejante velocidad.
Las tres jovenes, -dos de ellas parecían hermanas italianas, la tercera parecía una pueblerina del sur- lo miraron con lágrimas en los ojos, contestó una de las hermanas.
Al principio reimos, porque se quedó de pié y empezó a reir, y nos preguntó..."¿como se corre?" reimos con ella aunque... aunque no entendíamos el chiste. Pero nos pareció gracioso.. la chica siguió sollozando, siguió hablando la pueblerina. Y luego se cayó al suelo, se golpeó la cara con el pavimento y siguió riendo, mientras la sangre le salía por la nariz. Las chicas ya habían llamado a una ambulancia y minutos después se llevaban a la joven en ambuláncia.
El juez llegó tarde a las clases de natación. Cuando se metió en la piscina ya estaban todos -incluso la "profe"- con las gafas de bucear puestas. Parecía que les iban a meter caña.
Disfrutó del castigo cuasi militar al que los sometió su monitora. Parecía que estaba pagando con todos su pequeña negativa del día anterior, poco le importaba, el Juez era duro de pelar. La monitora nadaba siempre delante de ellos para que vieran el estilo que debían tomar, mariposa, lateral, brazos... Hasta que se dieron cuenta de que la monitora había desaparecido momento en el que reinó el caos. Las ancianas empezaron a discutir sobre cual de ellas había sacado más probecho del dia de las rebajas. Ellos discutían sobre la talla de sujetador que debía de usar Sasha -su monitora-, todos creían que había ido al baño. Todos menos uno.
El juez tomó tanto aire como pudo y se hundió en las profundidades de la piscina olímpica. Sasha estaba en el fondo de la piscina. El juez se situó a su lado y le dió la vuelta, ella reía, el agua entraba por su boca mientras el aire salía en enormes burbujas. Y ella seguía riendo. Al juez se le erizó el vello de la nuca, pero aún así se situó tras la monitora y la cogió fuertemente haciendo presa a la altura del ombligo. Empezó a subirla notando que su aire -y sus fuerzas- se acababan, al mismo tiempo Sasha que no estaba quieta empezó a escurrírsele. Suerte de que sus pechos hicieron tope en los brazos del Juez por lo que no se escapó de su presa.
Ambos salieron a la superficie, el Juez maldecía y Sasha reía mientras el agua le manaba de los labios. Con la ayuda de los otros ancianos la sacaron del agua y la acostaron en el suelo. Varios de ellos le oprimían el pecho para achicarle el agua y un tercero -tras sacarle brillo a su dentadurar postiza- le hizo el boca a boca. El juez estaba demasiado agotado para eso, apenas tenía aire en sus propios pulmones.
Una de las ancianas, más llevada por la curiosidad que por la caridad, le preguntó a el Juez que había pasado.
Este la miró.Se olvidó de nadar.

Varias horas después Li entraba en el restaurante sin dirigirle palabra a su madre, esta correteaba tras ella hablándole muy despacio y muy aprisa. Pero ella ya lo había decidido el día anterior: dejaba el trabajo. Entró a los vestuarios donde varias compañeras se estaban cambiando y se fijó en que varias de ellas parecían tener más pecho. Parecía que las operaciones de cirugía también estaban de rebajas, pensó para si misma mientras llegaba a su taquilla y cogía sus cosas. Con su madre siguiéndola sin parar de hablarle -como si fuera una rádio con patas- fué a uno de los armarios de vídrio que mostraban la colección de armas chinas que su padre había atesorado antes de morir y lo abrió con su llave. Fué entonces cuando su madre volvió a gritarle, sacó dos preciosas espadas chinas. Su padre se las dejó en su testamento y no pensaba dejarlas más tiempo a la vista de desconocidos. Las puso en sus fundas y las guardó en un zurrón que llevaba con ella. Había concertado una entrevista con los de "El Circulo del Sol", un enorme circo donde hacían cosas increibles. Y ella era increible con la espada. Su padre le enseñó a serlo.
Se giró hacia su madre -que aún seguía gritandole en chino- para despedirse de ella pero se quedó en silencio, se dió la vuelta y se marchó. No quería saber que locura había llevado a su madre a ponerse lentillas azules.

Esa misma noche, dos reconocidos sicólogos charlaban delante de una puerta de acero. Observaban un dossier, comentaban y comparaban datos.
Abrieron el ojo de buey de la puerta y miraron en el interior.
-Mañana se lo llevan. ¿Cual es su estado?. Preguntó el doctor más joven.
-Ha estado en las mejores manos, le han suministrado lo más nuevo en medicinas, creeme, está perfecto.
Desde el otro lado, Black Jackson observaba aquellos dos rostros que asomaban por la pequeña ventana circular haciéndose una pregunta. ¿Desde cuando los chimpances hablaban?

No hay comentarios: