viernes, 26 de marzo de 2010

CAPÍTULO 20.

AFO.
Black Jackson estaba en la cabina mientras los demás efectuaban maniobras de mantenimiento en el exterior, silbaba felizmente una canción de Bonny Emp mientras observaba su reflejo en la ventanilla, su rostro de ébano se fundía con el negro del espacio, salpicado solo por tímidas estrellas. Al menos hasta que una enorme fragata espacial cruzó el cielo envuelta en llamas, la insignia de la misma era el sol de tres lunas del Senado Galáctico, había que salvarlos. Pulsó el botón de teletransporte para que sus compañeros regresaran a la nave y activo los rotores arrancando la nave a la máxima potencia.

Cuando Al oprimió el gatillo de la manguera un chorro de gasolina surcó el aire para acabar derramándose en el suelo. Ella desvió su mirada del contador de litros para observar que su camión no estaba allí, sus 16 ruedas se alejaban por la calle como llevadas por el diablo. Se giró buscando a Leroy y no lo vio, tampoco a aquel loco exhibicionista. Alguno de esos dos le había birlado el camión y pensaba meterle una a una todas las ruedas de recambio por el culo, mientras daba varios saltos para calentar lanzó una rápida mirada al interior de la tienda y vio que Li y Leon se metían en el baño, al menos ellos estaban a salvo.
Dio varios rodillazos al aire seguidos de varias coces y tras unos últimos precalentamientos salió corriendo esprintando a toda velocidad. Lanzó un vistazo al cielo para ver una fina línea de humo, tuvo un buen pálpito acerca de aquello y sin dejar de correr estudió la trayectoria gris dibujada en el cielo. No solo no seguía la calle sino que en la lejanía se dibujaba una marcada curva, seguramente efectuada por el piloto una vez encontrado un lugar que le ofreciera las mínimas condiciones para efectuar con éxito de un aterrizaje de emergencia.

Leroy no se sentía orgulloso de haber abandonado a los demás, pero aquella gasolinera estaba a apenas dos manzanas de la casa de su mujer y su hijo, y necesitaba saber que al menos el segundo estaba bien. Se arrastró casi de cuclillas todo el trayecto, evitando por completo a aquellas zorras rubias que habían convertido la ciudad en su propio patio de juegos.
Llegó a la puerta del bloque de edificios donde vivían y vió que estaba abierto. Una horrible sensación le oprimió el corazón y empezó a subir las escaleras a grandes zancadas hasta llegar a la puerta 7 del piso 9. Por inercia buscó las llaves en sus bolsillos, pero en su uniforme de preso ni había llaves ni bolsillos. Escuchó gritos de su mujer desde el interior de la vivienda y supo que si no actuaba rápido su mujer y su hijo estaban perdidos.
La puerta salió volando atravesando todo el pasillo y incrustándose en la cocina. Entró al salón desde donde escuchaba los gritos y allí se encontró a su mujer haciéndoselo con el vecino del cuarto a cuatro patas.

En el instituto la madre de Al quería que esta fuera animadora mientras que su padre quería que jugara a beisbol, así que Al se convirtió en la capitana de las animadoras de futbol americano los lunes, miércoles y sábados y en la capitana del equipo de beisbol los martes, jueves y domingos. Siempre siendo la primera de su clase, había nacido quizás demasiado inteligente por lo que incluso desde su más tierna infancia sabía que sus padres habían puesto todas sus frustradas expectativas en ella, sobretodo su padre, quién a pesar de que la quería con locura quisiera haber tenido también un niño. Pero no tenían dinero para criar dos hijos así que allí estaba Al. Tras el instituto su madre quería que siguiera estudiando y su padre que siguiera sus pasos haciéndose camionera y conduciendo un camión que él ya no podía conducir por un creciente párkinson. Se sacó su carrera estudiando en la carretera, programándose los viajes de manera que tampoco tuviera que dejar su cargo de capitana del equipo de beisbol por el cual había recibido una beca para entrar a su universidad. El máximo logro de Al habían sido los días de 48 horas.
Tantos años de sobreesfuerzo y de deporte son los que lograron que tras media hora de correr por calles llenas de accidentes e incendios, vehículos cruzados y perseguida por una jauría de lobas de ojos azules, con los músculos quemándole como ácido de batería bajo la piel y su corazón bombeando a su límite, viera en el siguiente cruce asomar el inconfundible morro de su camión.

Black Jackson comprobaba los medidores de fluctuación cuando algo golpeó la ventanilla, su capitana estaba allí afuera, golpeando la mampara pidiendo que la abriera. Parecía que el teletransporte no había funcionado. Jackson negó con la cabeza, incluso aunque fuera su capitana no podía abrir aquella mampara, era una locura. El aire saldría volando, al mismo tiempo que la diferencia de presión afectaría a la mayoría de aparatos.
Algo enorme rozó la nave y todos los indicadores de la nave empezaron a palpitar. La nave había entrado en un campo de asteroides.

Aele había conseguido aferrarse a la puerta del piloto, abrazándose al enorme retrovisor mientras golpeaba la puerta para que aquel maldito loco le abriera. Segundos después el camión atravesaba una verja metálica haciéndola añicos para internarse en un parque, el camión evaporaba bajo sus 16 ruedas bancos, kioscos, basureros. Al tuvo que reconocer, pese a su enfado, que aquel loco esmirriado conducía bien, los arboles pasaban junto a ellos rozándolos, sacando chispas de los laterales y golpeando con sus ramas a Al que a su vez daba fuertes codazos a la ventanilla para intentar entrar en su camión.
Un árbol que debía de padecer obesidad mórbida y tener más de quinientos años apareció traicioneramente delante del camión, el Loco Jack tuvo que pisar el freno y dar un buen volantazo para que lo que se estrellase contra el padre de todos los árboles fuera el lateral del camión, que retumbó tras el golpe. El tráiler siguió su errática carrera a muy poca velocidad, como si hubiese quedado herido de muerte, hasta chocar suavemente contra una pared metálica y ovalada en la que se podía leer: Air Force One.

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 19.

LA SOMBRA DEL CAMIÓN SOBRE LA ISLA DE PIEDRA.
Li apagó el movil para conservar la batería. Usaran el movil que usaran y llamaran donde llamaran comunicaba. Todos habían intentado llamar a sus familiares salvo Aele.
¿Tu no tienes a nadie por quien pleocupalte? le preguntó Li extrañada. La asiática estaba sentada en el borde del asiento del copiloto a apenas unos centímetros de Al debido a que Leroy ocupaba casi todo el ancho del asiento. El preso y el novato discutían mirando el mapa mientras que Loco Jack estaba acostado en lo que Aele llamaba la "trastienda". Podían escuchar sus estornudos, que el achacaba a algún virus marciano.
De esta manera, pese a estar rodeadas de hombres, ambas mujeres disfrutaban de un momento de intimidad.

Aele giró bruscamente para esquivar una furgoneta en llamas mientras contorneaba los ojos. Mis padres están en el sur, ellos pescan con dinamita y tienen a un cocodrilo de dos metros llamado Dasy por mascota así que creo que estarán bien. Tenía tres hermanas trillizas y las tres se escaparon a los dieciseis años. No me puede importar menos lo que les pase. la última palabra la dijo con semejante asco que Li -sin saber porqué- se la imaginó escupiendo tabaco mascado. A mi me pasa al contlalio. Dijo Li. Me da igual que le pase a mi lácana madle, pelo tengo cuatlo helmanas pequeñas que quisiela una explosión bajo sus piés acalló todas las conversaciones del vehículo salvo los ronquidos y estornudos de Loco Jack.
Aele hundió los pies en el acelerador y el monstruo de 16 ruedas empezó a tomár más y más velocidad, lanzando por los aires los coches y todo aquello con lo que chocaba. No es que supiera que ocurría, simplemente hacía caso a su instinto femenino. El asfalto tras el vehículo empezó a saltar, abombándose y hondulandose como olas de hormigón mientras seguían escuchando explosiones debajo de la calle. La última de ellas hizo temblar incluso los edificios cercanos y tras la misma un vagón de metro emergió de tierra como un alien atravesando una caja toráfica. El vagón dejó tras de si un arco de fuego mientras se elevaba unos metros y empezaba a caer hacia el camión. Aele dió un volantazo al mismo tiempo que el asfalto de debajo del trailer se elevaba como una plataforma de piedra y el resto de la calle se resquebrajaba en pequeñas islas de hormigón. Las enormes griestas mostraban vagones de metro convertidos en amasijos de metal, cristales y un mar de fuego.
El vagón golpeó la sombra del camión sobre la isla de piedra y la fuerza del impacto hundió esa parte del enorme trozo de hormigón de manera que la parte delantera se elevó. Esta inclinación unida a la velocidad propia del vehículo convirtió al camión en una nave de 16 ruedas que sobrevoló el mar de fuego y asfalto en el cual seguían chocando vagones de metro.
El camión saltó varias veces tras tomar tierra, hasta retomar la velocidad normal. Mientras dejaban atrás aquella locura vieron por el retrovisor lateral como uno de los edificios se hundía sobre aquel mar de fuego tragandoselo en una explosión de humo y escombros.
Todos miraban a Aele como si le hubiese crecido un tercer ojo dentro de una oreja.
Ella se giró hacia Li. ¿Me decías algo de tus hermanas no? Cuando Li consiguió quitarse de encima la suficiente tensión como para reposar su culo sobre el asiento se dió cuenta de que los nervios habían hecho estragos en su vejiga. Apretó fuertemente las piernas y le susurró muy despacito a Aele -aún bajo la atenta mirada de Leroy y Leon- Me estoy meando.

Cinco minutos después el camión se detenía en una gasolinera y Al empezaba a repostar mirando hacia todos lados. No parecía haber rubias locas en la costa a pesar de que se seguian escuchando de vez en cuando disparos, gritos, explosiones y risas en la lejanía. Li se detuvo delante de la puerta de la gasolinera.
¿Es que no me va a acompañal nadie? dijo mirando a Aele, las leyes de la humanidad dictaminaban claramente que debían ir dos mujeres al baño.
El enorme preso -que parecía llevar una linterna o algo bajo los pantalones- levantó la mano ofreciendose voluntario.
Glacias pelo no. dijo friamente a Leroy.
Yo te acompañare! Li se giró esperanzada para encontrarse frente a el tipo desnudo. Escudos defensivos levantados! dijo mientras una enorme erección hacía morir de vergüenza a Li. Mejol ayuda a... custodial el camión vale.?
La vergüenza se convirtió en ira y Li cogió de la oreja a Leon que estaba examinando los bajos del trailer, y lo arrastró con ella hacia el interior de la gasolinera.
En el interior todo estaba lleno de manotazos sangrientos. Leon le susurró a Li. Siempre me he preguntado porque en las pelis cuando un edificio caía bajo la amenaza zombie a los cinco minutos estaba lleno de manotazos ensangrentados. Li lo miró extrañado Quizas llevan un altista flustlado en su inteliot. Ambos levantaron los hombros en señal de no tener idea mientras cruzaban las estanterías de la tienda de la gasolinera sin hacer ruido. Como siempre el water se encontraba al final de la tienda, lugar desde el cual podían escuchar unos golpecitos además de unas risitas.
Allí tuvieron una revelación. Había una despampanante rubia vestida con el uniforme azul de la franquicia de gasolineras, tenía varios agueros de disparos por lo cual iba completamente sucia de sangre. Parecía divertirse intentando cazar una mosca a base de manotazos, el insecto que era mil veces más inteligente que ella iba caminando a lo largo de la pared, dejando un rastro de manotazos ensangrentados por obra y gracia de la intrepida cazadora.
Solo tuvieron que esperar que la mosca alejara a la enajenada rúbia del water y ambos entraron en el. La puerta daba a un pequeño distribuidor que daba a dos puertas, un aseo para cada sexo.
Ambos entraron en el de mujeres, Li orinó primero y Leo -que aunque no miraba de escucharla mear también le entraron ganas- meó después.
Vaya, si es verdad que los waters de mujeres están mucho más limpios. le susurró a Li mientras ella salía del water para recibir un manotazo en la cara.

Cuando la rubia apartó su ensangrentada mano del rostro de Li lanzó un gritito de alegría que rápidamente se sustituyó por sus risitas. En sus ojos se veía un deseo tan profundo y ardiente que rozaba la locura o incluso la adicción.
Ambos se internaron corriendo por uno de los pasillos laterales huyendo de la rúbica cuando chocaron con un muro de tetas.
Jodel.
No llegaron a contar cuantas habían, como un solo ser pusieron los pies en las estanterías usandolas como peldaños para trepar sobre ellas y saltar al pasillo contiguo. Empezaron a correr hacia la salida mientras el establecimiento se llenaba de risas y decenas de brazos y tetas salían de todas partes para intentar atraparlos.
Las jodidas rúbias eran increiblemente rápidas e incluso su torpeza jugaba en contra de Li y Leon, ya que no paraban de chocar contra los estantes lanzándoselos encima.
Cuando vieron la puerta ya tenían a diez de aquellas rubias tirándo de sus ropas.
Atravearon la puerta llevando a cuestas a varias de aquellas locas que los hicieron caer. Desde el suelo ambos jovenes luchaban con manos y dientes para sacarselas de encima, desde ese ángulo y viendo el mundo al revés se dieron cuenta de que el camión se había marchado sin ellos.

miércoles, 17 de marzo de 2010

CAPÍTULO 18.

DE SIMIOS Y CIBORGS.
Black Jackson recobró el conocimiento dentro de aquel vehículo tubular. Colgaba hacia abajo al igual que el restro de la tripulación: una joven de piel relucientemente verdosa y el humano que lo había rescatado de los primates.
Los desenganchó de los cinturones de seguridad y ambos calleron de cabeza haciendo temblar el vehículo. Un trabajo bien hecho. se dijo a sí mismo cuando al momento escuchó el rugido de potentes turbinas en el exterior.
Salió arrastrándose del vehículo al exterior. Allí le esperaba una vision que lo acompañaría por siempre. Bajo aquel cielo azul rojizo, como observado por aquellas dos lunas, se encontraba una montaña de ciborgs ardiendo, proyectando su fuego sobre los negros monolitos de aquella ciudad. La reluciente montaña estaba coronada por un enorme robot que blandía con dos manos un parachoques laser. El acero de todo su cuerpo estaba al rojo vivo, humeante pero intacto pues estaba hecho con la aleación más poderosa de metales que la galacia conocía: El acero toledano.

Aquel fuego parecía haber sido causado por el vuelo raso de una nave –que por alguna razón a Black Jackson le recordó a un camión- que ahora descendió lentamente hasta aterrizar en medio de aquella calle. La puerta de la nave se abrió y la silueta de una mujer con una cabeza gigante se perfiló.
Black Jackson contuvo la respiración hasta que vió bajar a aquella hembra, con el mismo uniforme que llevaban todos. Iba tan ceñida que era más dificil imaginarsela vestida que desnuda, más aún porque a diferencia de sus uniformes el de ella era de un blanco reluciente que dejaba vislumbrar todo su exhuberante cuerpo. El hecho de que fuera tan negra como Black Jackson aún hacía que las transparencias fueran más evidentes.
Black Jackson fué tan rápido que practicamente se teletransportó sobre ella, lanzando por los aires al Kfe-Mil con el cual estaba hablando.
Afrodita!!! gritó lanzándosele encima y abrazandola tan fuerte que sus tetas amenazaron con estallar.
Pero entonces toda su felicidad desapareció: no era ella. Tenía un cuerpo practicamente idéntico, su pelo afro -solo que tintado de rúbio-, pero no era su cara. Tonto, se dijo a si mismo. Claro que no era ella. Afrodita estaba muerta.

Así que soltó a aquella mujer, dejandola caer en el suelo de culo mientras se dirigía otra vez al vehículo supositorio del que salió arrastrando a la chica verde y al tipo que lo había rescatado. Mientras, la mujer que no era afrodita lanzaba una inquisitiva mirada al Kfe-Mil y este levantaba sus articulables por ocho sitios diferentes hombros en señal de no tener ni idea de quien era ese tipo.

Momentos después con la nave surcando ya el espacio infinito llegaron las presentaciones.
Soy Black Jackson. Mi misión es vengar a mi amada Afrodita. Gracias por rescatarme de los temibles primates, tendreis mi eterna gratitud y lealtad.
La joven de color verde fué la primera en tomar la palabra. Soy HeyTiti'!!! una Ka'ky del planeta Pandero. Unas lagrimitas de color morado se deslizaron por el rostro, por lo que Black se las quitó delicadamente con los dedos. Los demás lo miraron como si hubiese escupido en la cara de la joven, que lo miró y le dijo medio asqueada medio sorprendida. ¿Siempre que alguien tiene mocos se los quitas con los dedos? dicho esto sacó un pañuelo como si fuera a vendarse los ojos y se sonó frofusamente.
Pandero siguió diciendo ella era un paraiso, los enormes swhindrakis lo bañaban todo con sus preciadas heces marrones oscuras mientras que el planeta lanzaba al cielo ingentes cantidades de metano. Las nuves marrones llovían mierda practicamente todos los días. Era precioso... la joven hipó varias veces por la tristeza y las lágrimas. El Kafé-Mil le puso sus metálicas manos sobre los muslos y mirándola a los ojos le dijo Yo siempre quise ser un Ka´ky a lo que todos -salvo Black Jackson que se sintió roedado de locos- asintieron.
Pero hace unos meses siguió HeyTiti'!!! llegaron los simios, vaciando de metano el planeta para usarlo como energía y llevandose a los swhindrakis para adiestrarlos como recogepelotas en sus partidos de golf espacial... Cuando me fui llovia-llovia agua y todo estaba asquerosamente azul.. fué lo último que dijo antes de ponerse a llorar de manera desmesurada. Las lágrimas le corrían por las orejas.
Yo soy Kfe-Mil dijo el enorme robot. Y he sido programado para derrotar a los simios y sus ciborgs.
Todos quedaron esperando algo más. Meo aceite. Dijo el robot sin saber que esperaban oir más.
Yo soy Leon, soy un novato de la CULO (Cienscist Universal Logistic Organitation), la entidad encargada de traer la paz a la gala... la chica que no era Afrodita se puso a presentarse. Mientras Leon dijo bajito levantando la mano. Ey que yo aún no había acabado. Nadie le hizo caso.
Yo soy la capitana Andrómeda, estoy al cargo de esta mi nave, la Rotenmeyer. Y aquí se hará lo que yo diga o os teletransporto en el interior de una supernova tras esas palabras sonrió de manera encantadora.
¿Tu no te presentas? le peguntó la capitana al joven humano. Los otros hicieron gesto de animarle, lo peor es que no bromeaban. Nadie le recordaba.
Leon hizo acopio de fuerzas y empezó a presentarse de nuevo. Yo soy Leon, soy un novato de dijo antes de que algo chocara contra el casco de la nave y todos se pusieran de pie.
De esta manera terminó una conversación que jamás había existido.

Black Jackson lanzó una rápida mirada al exterior para ver como cientos de esas ciborgs volaban alrededor de la nave, se dirigió corriendo a la zona de descontaminación donde empezó a desnudarse y se puso el traje de buzo espacial para salir al exterior.
Tenía una nave que salvar.

martes, 16 de marzo de 2010

CAPÍTULO 17.

TERREMOTOS.
Li despertó en una cama extraña acostada con un extraño... otra vez.
Maldito vozka. dijo mientras se frotaba los ojos para hechar un vistazo, al menos esperaba que el tipo fuera guapo.
Retiró las mantas y el corazón le dió un vuelco. El tio iba disfrazado de policía.
Se miró a si misma y vió que iba vestida con su conjuto de pantaloncito y camiseta corta blancos. Se frotó la cabeza, no le dolía.
Su corazón consiguió bombearle las primeras gotas de sangre a su cerebro y con ellas los primeros recuerdos. Entre ellos no estaban la pequeña habitación en la que se encontraba, iluminada solo por una línea de luz procedente del hueco entre dos largas cortinas.
Cuando sus finos ojos se adaptaron a la penumbra observó a aquel joven policía hispano y se mordio el labio inferior. Era realmente guapo. Moreno de piel ligeramente tostada, facciones aniñadas que dejaban entreveer el hombre en el que iba a convertirse. Li no pudo reprimir la tentación de seguir con la yema de sus dedos el contorno de su fina mandíbula,luego el de sus labios.
La tierra empezó a temblar y la pequeña habitación se sacudió como golpeada por un huracán. El joven policía abrió los ojos cuando Li le cayó encima tras la sacudida.
Esto dijo el joven timidamente, habiendo despertado en un zulo con aquella chica sobre el ¿podrías sacar tu dedo de mi nariz?
Li estaba roja como un tomate y no solo por el desliz de su dedo; la ebilla de su pantalón se había enganchado con la del cinturón del policía, intentó forcejear para soltarse y solo consiguió que se enganchara más.
La tierra volvió a temblar violentamenta y Li -subída encima del policía mientras la habitación daba violentos bandazos- sacudida por los temblores parecía una amazona indómita montando sobre un caballo salvaje al que intentara domar con sus caderas. En ese momento alguien apartó las cortinas, y la luz que se filtró los iluminó a ambos.
Zorra no te preocupes estos dos están montandoselo, yo creo que me apunto tamb una gorra con la bandera confederada se estampó contra la cara de Leroy antes de que acabara la frase.
No me llames zorra joder. Y deja a los crios dijo una voz femenina, enérgica y a la vez firme. Era una voz por la que matarías, una voz por la que morirías.
Si cualquier otra persona les hubiera llamado crios se hubiera ganado una lluvia interminable de insultos por parte de Li y ser empapelado por el policía. Pero dicho por aquella voz todo estaba bien. Ambos se levantaron de la cama, la vergüenza y el desconcierto habían dado paso a la curiosidad. Querían ponerle rostro a aquella voz.

Tras la cortina les esperaba la cabina de un trailer, sentada frente al enorme volante había una de aquellas exhuberantes rubias que les dejó sin aliento, expectantes ante un posible ataque de aquel ser. Ella les miró a través del retrovisor mientras se encasquetaba la gorra.
Vale lo haré yo. Dijo suspirando Al y con un tono de infinita paciencia. Me llamo A.L. que se pronuncia "A","Ele", si me llamais Al podeis morir. Os toca.
Ninguno de los dos parecía entender porque aquella rubia no les atacaba como las demás. En esta ocasión fué el gigantesco preso negro -sentado en el asiento triple de copiloto- quién habló. Yo me llamó Leroy. dijo lentamente, como si intentara comunicarse con un indio. ¿Y vosotros?
La intervención de este pareció romper la burbuja de ambos, que respondieron a la vez de manera que no se entendió nada. Ambos dejaron un momento para que el otro respondiera de manera que a los veinte segundos -creyendo que el otro les cedía la palbra- los dos volvieron a contestar a la vez.
Poli tu primero. dijo la conductora y el respondió de inmediato. Le-Leon García.
Luego habló ella. Li Lee.

Una sonrisa se formó en el rostro de Aele. Vale ya avanzamos, ahora solo nos falta saber su nombre. dijo señalando al capó del motor del camión sobre el que había un hombre con una peluca a lo afro saltando desnudo.
El camión volvió a temblar cuando se internó en una calle llena de rubias, parecía una manifestación de actrices porno. Bueno, lo parecía antes de que las 16 ruedas del trailer de Aele les pasaran por encima mientras Loco Jackson les gritaba incitandolas a subir y tener un genuino combate de karate con el.
Los cuatro cuerdos de dentro de la cabina negaron a la vez con la cabeza dándolo por perdido.

El enorme vehículo siguió internandose en la ciudad, esquivando los vehículos cruzados que eran muchos menos de los que se esperaban. Fue Leon quien preguntó lo que todos salvo quizás Loco Jack querían saber. ¿Se puede saber adonde vamos?
Aele los miró por el rabillo del ojo. Yo voy a las afueras, tengo que entregar mi cargamento... y me pasaré por un centro comercial donde seguro que hay tinte para el pelo.
Li se la quedó mirando. ¿Y nosotros? Yo quisiela vel si mi madle y mis helmanas están bien. dijo la asiática a quién Leroy le tomó el relevo Y yo quisiera visitar a mi zorra y a mi cachorro.
El policía se puso de pié de manera enérgica e hizo temblar el techo del cabezazo que se dió así que sus palabras -bañadas en lágrimas- no sonaron tan convincentes como hubiese querido. De eso nada, nos vamos todos a los juzgados. Este trailer queda confiscado por la policía,
El camión derrapó tras la frenada, apunto estuvo de caer Loco Jack de arriba del capó, peor suerte tuvieron los tres copilotos de la cabina que estrellaron sus cabezas contra el cristal para luego caer al suelo en un amasijo de carne. Aele cogió de la solapa al policía novato y lo elevó hasta la altura de sus tetas para lanzarle una mirada que le dejó los huevos del tamaño de amebas. Si no fuera por mi estarías ahí fuera riendo como una estúpida y luciendo dos de estas dijo indicandole sus pechos que descansaban bajo una camiseta a rallas. Te he dejado reponerte en mi cama, y aún así ¿me faltas al respeto intentando robarme el camión con esa placa?.
El silencio reinó durante unos interminables segundos durante los cuales el cerebro de Leon parecía trabajar a toda máquina. Abrió varias veces la boca sin decir nada y al final se decidió a hablar bajo la atenta mirada de los demás. ¿Me llevas al juzgado, por favor?. dijo mirando fijamente a Al y viendose reflejado en sus increibles ojos azules.
Has dicho las palabras mágicas chaval. dijo con una sonrisa ella mientras volvía a poner en marcha el camión.

lunes, 15 de marzo de 2010

BLONDI STORIES. 1.

Primera entrega de historias cortas para poner entre algunos capítulos, voy a ir escribiendo todas las que se me ocurran, lo que no significa que las vaya a incluir todas. Al final elegiré las que gusten más, razón por la cual vuestra opinión aún es más importante. Ah, si teneis idea para alguna historia corta decidmelo y la desarrollaré, ya vais a salir en los dedicatorias del libro como "testeadores", pero si además dais idea de algun relato corto también se verá reflejado. Ale corto el rollo y os dejo con el primer recopilatorio. Espero que os guste.
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Adam Strewnbawer estaba sentado delante de aquel reloj intentando recordar algo crucial. Escuchaba repetidamente la orden en su oreja. “Corta el cable azul, el cable azul”.
Movió su tijerita de manera titubeante hacia la cascada de cables que unían el reloj con un cacho de pastelina blanca. Todos estaban muy nerviosos de que aquel reloj y la pastelina estuviesen colocadas en un gaseoducto.¿Que era un gaseoducto? ¿Cuándo había olvidado los colores? Se preguntaba Adam rascándose la cabeza.
El 00:01:02 del reloj le ponía nervioso. ¿Qué pasaba cuando esto llegaba a cero?. Volvió a preguntarse. “Pero corta el cable azul, de una maldita vez.” Bramó la voz de su oreja.
Strewnbawer dio un respingo mientras una sonrisa se le formaba en la boca.
Ya recuerdo cual es el azul gritó mientras cortaba el cable rojo.
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Loreen Baker dejó el carrito de su bebe a su espalda apenas tres segundos mientras observaba el escaparate de aquella joyería suspirando. Cuando se giró había una viejecita de pelo amarillento dándole achuchones a su bebe, la apartó a bolsazos y siguió su ruta de escaparates.
Aquel suceso no pareció sentar precedente en la intrépida Loreen, tampoco pareció dar importancia a la multitud de gente que corría sin dirección de aquí para allá. ¿Quién haría caso de semejantes menudencias cuando podía ver gratis –aunque sin sonido- sus anuncios favoritos? Realmente Loreen no entendía porque de vez en cuanto en la tele interrumpían los anuncios para poner tonterías como noticias o documentales que a nadie importaban.
Como por acto de inspiración recordó que tenía el carrito de su bebe en la acera. Se giró hacia el y ¡¡espanto!! Estaba vacío. Loreen se puso a gritar histérica –lanzando discretas miradas al televisor del escaparate, no fuera a perderse algún descuento interesante- y tirarse del pelo hasta que vió delante de ella una mujer rúbia de ojos azules realmente esbelta y totalmente desnuda. Bueno totalmente no.
¿Por qué llevas pañales? Fue la última –y en cierta forma también la primera- pregunta casi inteligente que hizo la señora Baker antes de que lo que había sido su hija se lanzara sobre ella.
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La batalla había sido durísima y el último superviviente con su ropa hecha jirones se había encerrado en la zona de lanzamiento.
Horas después unos enormes pechos asomaban entre los rotos de la camisa y una ondulante melena rubia sobresalía del casco militar. Se llevó su impecablemente pintada uña índice a sus impecablemente pintados labios rojos y un interrogante se formó en sus implacables ojos azules.
Cientos de botones plagaban aquel panel lo que para ella se traducía en horas de diversión. Empezó a saltar excitada sobre la silla y sus tetas empezaron a aplastar botones mientras los misiles surcaban los cielos del planeta.
Rusia nunca se imaginó que un pezón la convertiría en el lago más grande del planeta.
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La sargento Clark Smith levantó la mano y sus hombres se situaron a su izquierda cubriendo todo el ancho de la calle.
Fue entonces cuando aparecieron de entre los coches. Cientos de blondis corriendo a lo largo de la avenida, lanzando estúpidos grititos y risas. Parecían correr a cámara lenta, con sus enormes pechos saltando como balones de futbol.
Apunten. Dijo la sargento cuando las blondis estaban a media calle.
Disparen. Dijo cuando las tenían a distancia de tiro seguro.
Sus hombres no efectuaron ni un solo disparo, la sargento se giró hacia ellos y vió que balanceaban sus armas arriba y abajo siguiendo el movimiento de los turgentes pechos que mostraban sus mirillas. Aquellos pechos saltarines fueron haciéndose más y más grandes en las mirillas hasta que chocaron con las babeantes caras de aquellos soldados.
Clark Smith –que ya se encontraba a varios kilómetros de allí- se preguntó si sus hombres siempre habían sido tan estúpidos o habían esperado a aquel día para sorprenderla.
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El modisto Sidert Picú estaba pintándose las pestañas mientras sus chicas se cambiaban tras de sí. Algo silbó en el aire y el cristal en el que estaba mirándose se resquebrajó convirtiéndose en una maraña de líneas de rotura. Sidert lanzó un gritito ratuno que fue acallado por otro silbido que hizo estallar una de las bombillas de los cambiadores.
Al momento cientos de proyectiles silbaban en el aire mientras que los cristales empezaban a estallar a lo largo de los vestuarios, las lámparas caían acribilladas y encendidas del techo y papeles y telas revoloteaban por todos lados.
Cuando los disparos se detuvieron Sidert se levantó hecho una furia, esperaba encontrar a alguno de sus ex amantes encolerizado luciendo un arma, o algún modisto rival que le odiara por su genialidad. Lo que encontró le enfureció aún más.
Sus pequeñas se habían saltado su dieta, había caderas donde debía de haber huesos, carne donde había de haber costillas y lo peor, tenían tetas. De hecho incluso parecían mujeres.
Sidert notaba como crecía su furia en su interior, iba a descargarla gritando a una de sus modelos que aún conservaba su camiseta abrochada. Pero se quedó sin palabras cuando vió como sus pechos se hinchaban e hinchaban y la prenda empezaba a hacer el ruido de un globo al ser frotado. Los agujeros de la camisa empezaron a dilatarse y el hilo de los botones de deshilachaba bajo la presión.
Los botones salieron disparados como perdigones de escopeta arrancándole la cabeza a Picú que cayó al suelo con gesto indignado: Siempre había pensado que tenía el trasero más bonito.