viernes, 7 de mayo de 2010

Las Blondis se van de vacaciones hasta Julio.

Bueno dejo en PAUSE el libro hasta principios de Julio.
Hasta entonces voy a repasar los capítulos ya hechos, corregir faltas, mejorar el estilo, ampliar descripciones, conversaciones y en general Upgratear de Borrador a Bueno1.0

Así que los que queden -y quieran xD- ponerse al dia tienen bastante tiempo para hacerlo.
Además intentaré reponer energías para intentar dár toda la calidad de la que soy capaz, espero que con esto junto con el lavado de cara consiga que se una alguien más y que quizás incluso comenten que les parece -las críticas de otros son la única manera de mejorar de los autodidactas- que al fin y al cabo es la razón de publicarlo en un blog.

Gracias a los que seguis por ahi dando ánimos ;)
¡¡VOLVERÁN!!!

"Jijijiji"

viernes, 30 de abril de 2010

CAPÍTULO 23.

EL REY DESNUDO.
Puede que realmente exisitiese un Dios allá arriba, puede que solo fuese suerte o quizás algo mucho más retorcido y atroz escondido en la forma de regalo envenenado.
Fuese como fuese, mientras el grupo de las tres Eles estaba intentando idear un plan para entrar en aquel edificio en llamas el cielo se oscureció y tras un trueno ta poderoso que les puso la piel de gallina el cielo pareció abrirse desatando un diluvio que en cinco minutos había apagado el fuego y los había empapado tanto que se sentían más dentro de una piscina que en medio de la calle.
Leon y Leroy se quedaron hipnotizados observando a Li que parecía sumida en algún extraño extasi. Recibía la lluvia con el rostro mirando el cielo, con los ojos y la boca abiertos, mientras abría los brazos como si quisiera fundirse con el agua bajo sus pies. La camisa blanca era toda del color rosado de su piel, al igual que toda su ropa interior, sus deportivas estaban desbordadas por agua. También el uniforme de preso de el policía se pegaba totalmente a su cuerpo como una segunda piel, y el del enorme preso.

Oh mierda.
se sobresaltó Leon al ver unos enormes pechos totalmente circulares bajo del uniforme naranja de Leroy. El conjunto de esto con sus ojos azules, sus labios rojos y su -cada vez más largo- pelo rúbio conformaban una imagen realmente turbadora. El bebe se agarraba a aquellas nuevas turgencias como si le fuera la vida en ello, así que Lee cogió al bebe entre sus brazos.
Ambos observaron apenados a Leon, como quien ve a un moribundo por el que no pueden hacer nada. No entendían exactamente que sucedía pero en su interir sabían que, fueran cuales fueran las fuerzas que estaban actuando sobre Leroy, estas escapaban a su control. Ya no había marcha atrás.

El enorme preso siguió la mirada de los tres, directa a unos enormes pechos que le sobresalían de sus pectorales. Oh mierda!!!! gritó Leroy con su voz de pito al verse aquello, mientras se golpeaba aquellos pechos como si pudiese aplastarlos o hacerlos desaparecer. Joder joder joder estoy jodido repitió desesperado. El ajetreo había sacado a Li de su estado, que se acercó a Leroy observándolo. ¿Has tenido algún contacto con esas dementes?.

Los tres entraron en los Juzgados después de que un Leroy pensativo tumbara la puerta usando su parachoques como ariete. No. Contestó este al fin, no demasiado convencido. Bueno cuando intenté tapar el aguejo de la alcantarilla una de esas zorras me dió un arañazo, pero vamos eso no fue nada.

Los tres quedaron en silencio -mientras el bebe empezaba a llorar otra vez- sacando sus propias conclusiones y estudiando aquel lugar. El techo y el suelo estaban totalmente ennegrecidos y hundido por tramos, al igual que las paredes que mostraban diversas capas de pintura y enlucido hinchadas por la temperatura. Algunas zonas del pasillo habían ardido completamente, con las puertas carbonizadas y las baldosas partidas por el fuego. Todo esto bañado por las pequeñas cataratas que la tormenta que azotaba la ciudad creaba con su abundante lluvia. El agua se deslizaba por las paredes, caía en torrente por los agujeros descolgándose de las ennegrecidas vigas.
Leon conocía demasiado bien a su tío, había sobrevivido a la segunda guerra mundial, a decadas de carcel, a enfrentarse a la peor calaña. Miró a su alrededor, aquello parecía Chernovil, pero debía de confiar en su tío.
Dieron un paso al unísono cuando el suelo bajo sus pies cedió lanzándolos al abismo.

Cuando Li abrió los ojos estaba esposada a un pilar además de amordazada, incluso la habían atado por el cuello de manera que apenas podía girar la cabeza, mucho menos intentar levantarse. Se encontraba en el centro de un circulo de unos veinte metros formado por coches aparcados puerta contra puerta, todos apuntando con sus potentes focos encendidos al pilar donde ella se encontraba. Por el rabillo de sus finos ojos creyó ver a algunos metros a su izquierda a Leon y también a Leroy a su derecha. Ambos parecían en su misma situación.
Sobre los capós de los coches había multitud de delincuentes y malnacidos observando el espectáculo, casi todos sin camisa y con los torsos y brazos llenos de tautajes nazis.
Directamente delante de Li y sobresaliendo del circulo de vehículos había un enorme cadillac negro cruzado por una línea roja. El coche estaba reluciente y en su carrocería se reflejaba la escena como si fuera un espejo de ónice. Sobre el imponente vehículo había una silla que más bien parecía un trono. Era de madera antigua con inscripciones de oro, su respaldo estaba acabado con seda roja llena de bordados de plata.
Sentado en el trono el Juez. Mas viejo que ninguno. Más sabio, más diablo. Su sola postura delataba poder, su mirada acallaba la multitud. Estaba completamente desnudo salvo un cinturón del que colgaban jiroles de tela negros de lo que una vez fué su pantalón, en su costado y sujeta por una sobaquera que le venía grande se podía observar la culata de una Luger. Su cuerpo lleno de tatuajes de demonios y calaveras, de fuego y espinas. Inscripciones de muerte y guerra, jeroglíficos de la oscura alma humana recorrían todo su cuerpo, casi todos ellos grisáceos, descoloridos. Solo uno relucía rojo como sangre en su pecho: Una enorme esbástica.
A su lado, de pié y atada por una cadena que el juez sujetaba con fuerza había una joven vestida solo con un extraño biquini metálico que recordaba al que luciera una vez la princesa Leia. Era la viva imagen de Betti Page salvo por el detalle de ser peliroja y tener los ojos verdes. Sujetaba entre su pecho al bebe de Leroy que no paraba de llorar y patalear.

Los delincuentes empezaron a golpear los capós del coche cada vez con más rápidez, con más fuerza, hasta que el juez se puso de pié y todo se quedó en silencio.
Saltó del techo del cadillac al suelo seguido de Betti.
Bienvenidos a los sótanos de los Juzgados dijo con su voz potente. Veo que tenemos a un policía, a una puta amarilla, a un maricón negro. ¡Y un pequeño mono!! dijo arrancandole de las manos el bebe a la peliroja y levantandolo al aire como una ofrenda, todos aquellos dementes rieron a carcajadas.
El juez seguido de la chica del biquini metálico bajaron del capó del cadillac y dieron varias vueltas alrededor de los tres pilares donde se encontraban sus presos hasta quedarse delante de Li. El Juez se puso de cuclillas delante suya y tras darle un beso en los labios que Li intentó rehuir, este le arrancó la camiseta con el brazo libre del bebé, mientras Betti le abría las esposas.
Me quedo con la china dijo mientras le tocaba las tetas sin ningún pudor vosotros podeis darle una buena paliza a ese policía, eso sí de uno en uno o no durará nada. El grupo de salvajes gritaron enfurecidos mientras que un calvo gigantesco con la cara de Hitler tatuada en el pecho se dirigía hacia el Juez con gesto furioso. ¡¡Ya nos dijiste eso con la pelirroja!! El Juez miró a su alrededor Está bien está bien, mis niños se han portado bien y se merecen un premio. Dijo mientras le daba la cadena de la peliroja al bruto cabeza rapada. La chica del biquini lanzó una mirada llena de súplica y terror al Juez, este se encogió de hombros, rebuscó en uno de sus jirones de tela que parecía contener un bolsillo y sacó una cajita de cartón que lanzó a la peliroja. Condones, no dirás que no me preocupo por ti. dijo el juez socarronamente mientras el medio centenar de presos que debía de haber allí le reían la gracia con voces guturales. De uno en uno le dijo al calvo pero dirigiéndose a todos con un tono que no permitía replicas. No quiero que me la rompais. El calvo se llevó a rastras a Betti que no paraba de gritar, dirigiéndose una puerta que había tras el circulo de coches.
El juez también se llevaba inmovilizada por el cuello a Li, a la que había cargado con el bebé, hacia una enorme furgoneta de presos situada justo detrás del Cadillac. Abrió la puerta trasera mientras observaba como desataban a Leon y uno de aquellos tipos se lanzaba sobre él con una navaja.
Oh vaya, se me olvidaba. Le dijo a Li antes de sacar la Luger y volarle la cabeza al enorme Leroy.

jueves, 29 de abril de 2010

CAPÍTULO 22

AQUEL PAIS DESCONOCIDO.
El Afo estaba varado cual ballena moribunda en aquel parque cuyas altas rejas habían contenido a la amenaza rúbia fuera de su perímetro. Cuando aquel trailer atravesó la valla que rodeaba el parque destrozándo decenas de barrotes de la misma, se abrieron las puertas del infierno.
Aún así, los dos soldados que hacían guardia sobre el avión intentaron ayudar a el tipo del trailer disparando a la rúbia que llevaba aferrada a su puerta.

El parabrisas se tiñó de blanco cuando los primeros disparos impactaron en el, el retrovisor derecho salió volando y una docena de agujeros bañaron la puerta en la que segundos antes había estado Aele. Ella rodó por el suelo mientras los disparos levantaban trozos de tierra y cesped hasta colocarse al refugio de uno de los arboles del parque. Varios disparos y una lluvia de astillas y polvo le indicaron que la tenían localizada, luego los impactos cesaron.
Al se encontraba de espaldas a el avión, y de cara a una marea de rúbias poseidas que corrian como animales rabiosos hacia su posición. En cinco minutos aquella oleada de zorras rubias se los tragaría a todos.

So gilipoyas
gritó Aele o dejais de dispararme o os meto el puto avión por el culo. La respuesta fue otra ráfaga de disparos y astillas. Tenía que pensar y rápido.

Ey tu, dijo señalando con el dedo a la cabina del camión, consciente de que debía de utilizar algún tipo de psicología extraña con aquel tipo. Apenas me queda aire en el traje, haz algo con los que me están disparando. Es una Puta orden.

Black Jackson golpeaba nerviosamente el medidor de presión como si por esto fuera a funcionar más rápido. Había realizado un aterrizaje de emergencia en un asteroide siguiendo la pista de la fragata del senado, aunque no había conseguido perder a la legion de ciborgs asesinas que les perseguían. Todo había empeorado cuando las torretas automáticas de la fragata habían empezado a dispararles, seguramente a causa de algún malfuncionamiento. La luz verde del indicador de presión fue la señal que estaba esperando, parecía que aquel asteroide tenía una composición lo bastante pesada como para incluso siendo una decima parte más pequeño que la tierra tuviera una grabedad parecida. Ahora su único problema era el oxígeno de su capitana y aquellas dos jodidas torretas. Se bajó el casco del oxígeno a la vez que pulsaba la apertura manual de la mampara de la nave y lanzaba tres granadas a aquellas jodidas torretas.

No te preocupes capi, Black Jackson te salvará.

Sí, Aele sí que se preocupó, sobretodo porque dijo esa frase mientras sacaba la cabeza por la ventanilla y les lanzaba a los soldados los tres dados de peluche del salpicadero con algún extraño e indescifrable fin. Si lo que intentaba era dejarlos perplejos, a buena fe que lo consiguió.
Al aprobechó los preciosos segundos que le había conseguido el tal Black Jackson. Cogió del suelo una de las ramas arrancadas por los disparos y la lanzó con toda su fuerza -como si de un boomerang sin retorno se tratase- a uno de los dos soldados al que golpeó de lleno en el rostro, haciendolo caer por el lateral del avión hasta golpearse contra el suelo.

Black Jackson haciendo gala de una agilidad y fuerza afrohumana logro trepar por el resbaladizo lateral de la fragata para lanzarse como un loco hacia una de las torretas que empezó a virar su cañón hacia el. Un objeto brillante surcó el aire a su lado alcanzando la otra torreta que al explotar lanzó aquel objeto brillante en dirección a Jackson.
Todo sucedió en un momento, Black aún estaba en el aire, con el fuego de la explosión casi envolviendolo mientras cogía aquella vibroespada y cortaba el cañón de la torreta en el mismo momento que iba a abrir fuego sobre él. Luego la levantó en ademán de hacer explotar también aquella torreta.

Al observó por el rabillo del ojo la desconcertante destreza de aquel tipo que pese a aparentar ser un mequetrefe, un debilucho, había conseguido subirse sobre aquel avión mientras atrapaba el palo -que ella misma había lanzado- en el aire y desarmaba con el al segundo soldado.
Loco Jack levantó la rama sobre la cabeza de aquel soldado a la vez que Al -varios metros más abajo- apuntó al soldado que casi le había volado la cabeza simplemente por ser rúbia. En ese momento el disparo de una escopeta retronó en el cielo. Al y Loco Jack se giraron hacia el sonido, observando la cola del avión sobre la cual una oscura figura con traje apuntaba al cielo con una humeante escopeta. Era el Presidente de los estados unidos. Vamos todos a carlmarnos un poco.

Diez minutos despues Aele, Loco Jack y el presidente Osama estaban tomandose una cerveza fría sentados en los asientos de cuero marrón del Afo mientras los dos soldados cortaban el fuselaje de la pared con radiales.
Entonces Presidente Osama Dijo Al ¿Que sabemos de lo que está ocurriendo?
Las butacas estaban agrupadas de dos en dos, de manera que cada grupo estuviese situado de frente al siguiente. De esta manera el presidente estaba sentado de frente a Al y el Loco Jack al lado de ella. El presidente se cruzó de piernas mientras se hundía en el respaldo de cuero.
No mucho. En inteligencia las han llamado Blondis, han conseguido atrapar a algunas y cortarlas a cachitos para estudiarlas. Sus cadenas de Adn parecen una montañá rusa. Suspiró Si alguno de mis cientificos hubiera sobrevivido seguro que se lo explicarían mejor, pero parece que algunos de ellos estaban algo necesitados y sucumbieron a las insinuaciones de las Blondis capturadas. Parece que también sucedio en muchos sitios con soldados y por eso me encuentro aquí. Con el Air Force One estrellado en un Parque Central y sitiado por un centenar de esas Blondis.

Al carraspeó. Señor Presidente, creo que se va por las ramas. Loco Jack también aprobechó para dar su opinión Estoy francamente decepcionado, ¿para cuando un presidente del Senado Galáctico que sea negro?. Siempre nos discriminan Osama le envio una mirada interrogante a Aele que le resondió negando con la cabeza y encogiendose de hombros.
Vale recapitulando. Hemos averiguado observando las grabaciones que esas blondis contagian a través de besos, arañazos, con su leche, con su saliba y con cualquier tipo de relación sexual. A partir de ahi su extraño Adn convierte a su victima en algo parecido en una muñeca hinchable de carne, ya que sus organos pasan a ser mera decoración sin ningún tipo de función. Nisiquiera nos sirve dispararles a la cabeza porque no parecen hecharla de menos. Ah, y llamadme Os, porfavor.
Pasaron unos minutos en silencio, como si todos estuviesen intentando cuadrar las ideas.

Ahora
dijo el Presidente Os Tengo que pediros un favor, debeis llevarme a un aeropuerto cuyas coordenadas os dirán mis soldados, y hemos de llegar antes de diez horas.

Al dejo su cerveza en su rincón del reposabrazos. ¿Porque Diez horas? preguntó mirandolo fijamente.
En ese momento ambos soldados informaron que habían acabado. A unas filas de asientos había un cuadrado recortado en el fuselaje que daba al capó del camión de Al. Desde allí podían ver el número creciente de blondis que se estaban sitiando ambos vehículos. Al estaba concentrada en esas blondis cuando el presidente le habló por la espalda.

Desde hace años creemos que la tercera guerra mundial será todo el mundo contra Estados Unidos. Por esa razón se creó un sistema de defensa global en el cual teníamos nuestros misiles apuntando a todos los paises del planeta. El Presidente se rascó la cabeza. Parece que una de esas Blondis se metió en la sala de lanzamiento y se puso a juguetear con el sistema. El resultado es que hemos bombardeado todos los paises. Hemos arrasado medio planeta y las otras naciones están reunidas para ver cuan contundente es su respuesta. Les hemos dicho lo sucedido evidentemente no se lo creen, porque hasta ahora la amenaza blondi solo era cosa nuestra.


Al abrió la boca para preguntar un previsible "¿hasta ahora?" que no llegó a surgir de sus labios. Antes que eso uno de los soldados que llevaba un portatil lo había abierto mostrando un video. En el se veía un misil de la longitud de un campo de futbol sobrevolando las nuves con un nutrido de aguerridas blondis montadas en el, riendo y girando sus brazos en el aire como si fueran de rodeo.
El silencio reinó en el avión durante unos segundos.

No tenemos ni idea de como lo han hecho, pero ese no es el único misil tripulado. La cuestión siguió el Presidente es que detectamos que a México le lanzamos el doble de ración de bombas, por lo que estudiamos nuestra base de lanzamiento y comprobamos un pequeño error. Parece que hay un pais al cual le habíamos puesto las mismas coordenadas que a Mexico. En unas diez horas todo el planeta bombardeara al unisono a EEUU, asi que debemos llegar antes de diez horas al punto indicado para que nos evacuen a el único pais que quedará intacto: España.

Aele saltó sobre el capó de su camión desde donde miró de soslayo al Presidente. Su hombo escondía una sonrisa pícara.
Si es que alguno de tus pilotos sabe llegar.

viernes, 16 de abril de 2010

CAPÍTULO 21

FAMILIAS
Aquellas rúbias psicópatas tiraban de ellos arrastrándolos de vuelta al interior de la gasolinera, incluso desde el suelo Li y Leo podían ver a través de las cristaleras del establecimiento que estaba lleno de cabezas huecas y melenas rúbias.
El policía lanzó sus manos a las cartucheras buscando unas pistolas que no tenía, segundos después le lanzaba una brutal patada a aquella psicópata que le alcanzaba en toda la mandíbula y la lanzaba al suelo riendo como una loca. Se levantó apresuradamente para ir a ayudar a Li cuando dos de aquellas locas -que vestían monos azules de mecánico- le placaron, cayéndole encima y aplastándolo contra el suelo.
Li no lo tenía mucho mejor, aquellas fúrcias satánicas la arrastraban de vuelta a la tienda con una de aquellas zorras sobre ella, la muy guarra intentaba morrearla desesperadamente mientras reía por lo bajo. Varios codazos de Li impactaron en el rostro y el cuello de aquella rúbia, haciendola tambalear pero no cesar en su empeño. Mientras sus compañeras rúbias habían tirado de sus piernas y sus pantalones -dejándola sin los segundos- llenandole las piernas de pequeños cortes por el asfalto. Li iba a propinarle un gancho a la rúbia que cabalgaba sobre ella cuando otra se unió la primera saltando sobre ambas y enterrando su mano derecha bajo su trasero.
Una de las cristaleras estalló en una explosión de cristales y ambos creyeron que eran las rúbias saliendo en desbandada de la tienda, pero desde el suelo vieron a un señor rechoncho lleno de cristales y entendieron que era quién había roto el cristal con su cuerpo. Las rúbias del interior perdieron rápidamente el interés en Leo y Li, y se lanzaron como hienas sobre el señor de los cristales.
Las rúbias más alejadas del "caramelo" que les habían lanzado salieron por la puerta atropelladamente, como si tuvieran miedo a quedarse sin nada. No llegaron a avalanzarse sobre sus presas porque una mujer negra calló sobre ellas como un enorme saco tirándolas contra el suelo. Sus risillas aumentaron cuando entre todas y desde el suelo empezaron a desvestir, besar y refregarse apasionadamente con la mujer.

Los lábios de las rúbias mecánico estaban a apenas unos milímetros de los de Leo, lo mismo sucedía con las lénguas de las dos rúbias que desesperadamente se avalanzaban sobre Li. Ambos estaban lo suficientemente cerca como para que incluso peleando por sus propias vidas pudieran ver el final del otro.
Las cuatro rúbias salieron volando por el cielo soltando dientes rotos cuando de un solo y brutal golpe de parachoques Leroy las bateó hacia el infinito.
Las rúbias empezaron a salir en tropel de la tienda mientras el policía y la asiática se ponían de pié ayudados por Leroy. Él con la camisa por fuera y los pantalones cayéndole, ella en bragas y con las piernas llenas de cortes.
Apenas podían respirar para darle las gracias al enorme preso que llevaba además del paracoches y atado a la espalda con una sábana... un niño. No había tiempo para preguntar por el bebé, ni por los dos proyectiles humanos que había lanzado contra las rúbias. Aunque se hacían una idea.
Leroy les indicó un agujero a sus pies, todos descendieron por la escalerilla de la alcantarilla que Leroy no pudo llegar a cerrar. Cientos de manos de manicura perfecta y rostros de actrices porno aparecieron por el lugar donde debería haber ido la tapa. Así que los tres bajaron cagando leches y esquivando las rúbias que caían a plomo desde arriba, seguramente alguna de ellas algún día descubriría como usar una escalera de mano, aunque para ese día el sol se hubiese extinguido y la tierra solo estuviese poblada por rúbias y cucarachas.
Se alejaron corriendo por uno de los húmedos y malolientes túneles, con el bebé de Leroy llorando y las rúbias practicando caida libre. No, no tenían tiempo que perder.

Glacias. le dijo Li a los diez minutos, cuando creyeron que habían dado el esquinazo a las rúbias psicópatas y pudo juntar algo de aire en los pulmones. El policía asintió en la penumbra, ya que las alcantarillas solo estaban iluminadas por los agujeros de las tapas que pendían sobre sus cabezas.

De nada zorras.
Dijo Leroy y aunque no le veían pudieron imaginarselo sonriendo. Por cierto buen culo. Volvió a decir el enorme negro con voz algo aflautada, tanto que durante un momento dudaron si se lo decía a Li o a Leon. Tampoco le dijeron nada pues había acabado de salvarles la vida.

Llevaban media hora caminando, era Li quien les guiaba, parecía estar orientada incluso en aquellos túneles.
¿Tu tenías familia en Vietnam no? preguntó Leroy y ambos lo miraron frunciendo el ceño. Joder solo era una broma. dijo él. Su bebe lloraba a su espalda.
¿Puedes dejar de hablar así? le pregunó Leon, y Leroy se encogió de brazos.¿Como? dijo él con tono enfadado pero voz afeminada.
Jodel así. Dijo Li deteniendo el paso.
Estais como una puta cabra. dijo él con más voz de mujer, lo cual saliendo de un cuerpo de más de dos metros y lleno de músculos sonaba estremecedor.
Vale vale. dijo Li intentando aclarar sus ideas, pues necesitaba concentrarse. Voy a ir arriba a ver si vamos bien. Ninguno de los puso ningún inconveniente, y ambos siguieron el ascenso del culo de Li hacia la superfície. La joven abrió con no pocas dificultades la tapa y salió al exterior.

Li observó a ambos lados de la calle, aquella zona de la ciudad estaba mucho más castigada que la que ellos habían abandonado. Casi todos los bajos estaban en llamas, había camiones del ejercito abandonados a lo largo de la misma, así como algún que otro tanque e incluso habían tiendas de campaña militares ondeando en llamas al viento. El suelo brillaba cubierto de casquillos de armas, había sangre por todos lados, pero no cuerpos. Iba a emprender el descenso cuando vio una cabina telefónica, estaba torcida porque un coche parecía haber chocado con ella, aunque por lo visto no a demasiada velocidad como para destrozarla.
Llamó al restaurante, estaba segura que su madre y sus hermanas debían de estar juntas allí. Con el mobil no había tenido suerte, pero quizás con el teléfono tuviera más. Li soltó un gritito de alegría cuando el tono empezó a sonar tras marcar el número, pero los tonos pasaban y pasaban y nadie respondía. Volvió a llamar hasta que se consumieron todos los tonos. Y lo hizo otra vez, rezando para que lo descolgaran. Y así sucedió, escuchó un estruendo que le indicó que parecía que más que descolgar el telefono lo habían lanzado al suelo. Escuchó pasos arrastrándose y al final se armó de valor para preguntar. ¿Hay alguien?.
Un coro de risas estúpidas con acento chino le respondió.

Al cabo de diez minutos el culo de Li volvió a descender bajo la atenta mirada de sus tres compañeros, bebe incluido. Ninguno de sus dos compañeros se dió cuenta en la penumbra que Li estaba llorando. Ni siquiera cuando le pidió a Leroy si podía llevar su bebé, el cual guardó silencio inmediatamente al abrazarlo contra sus pechos.
Yo probé eso mismo con mis pectorales y se puso a llorar aún más fuerte. dijo una voz femenina desde las alturas.
No me extlaña. dijo li observando a aquella mole humana.

Durante la siguiente hora intentaron averiguar que debía de haber sucedido para que Alicia se marchara con el camión y con aquel loco, pero no se les ocurrió nada convincente. Al final llegaron a su destino, el único lugar del que habían hablado todos juntos y en el que esperaban encontrar a Al.
Los tres ascendieron por la escalerilla hasta salir a la superfície. Allí les esperaba el edificio de los Juzgados... totalmente en llamas.
Ahí... ahí tiene que estar mi tio. dijo Leon. Pués debe de ser un trozo de carbón dijo el enorme negro con voz aflautada, acompañando las palabras de gestos exagerados.
Leon se giró para responderle pero se quedó sin palabras y mirándolo con ojos como platos, lo mismo le sucedió a Li y al bebé de Leroy que llevaba con ella.
¿Que pasa, tengo monos en la cara o que? dijo haciendo mohines exagerados con los labios y gesticulando como una loca.
No, no tenía monos, pero sí el pelo rubio y los ojos azules... además de unos labios de un color rojo tan fuerte que parecían un anuncio de neón.

viernes, 26 de marzo de 2010

CAPÍTULO 20.

AFO.
Black Jackson estaba en la cabina mientras los demás efectuaban maniobras de mantenimiento en el exterior, silbaba felizmente una canción de Bonny Emp mientras observaba su reflejo en la ventanilla, su rostro de ébano se fundía con el negro del espacio, salpicado solo por tímidas estrellas. Al menos hasta que una enorme fragata espacial cruzó el cielo envuelta en llamas, la insignia de la misma era el sol de tres lunas del Senado Galáctico, había que salvarlos. Pulsó el botón de teletransporte para que sus compañeros regresaran a la nave y activo los rotores arrancando la nave a la máxima potencia.

Cuando Al oprimió el gatillo de la manguera un chorro de gasolina surcó el aire para acabar derramándose en el suelo. Ella desvió su mirada del contador de litros para observar que su camión no estaba allí, sus 16 ruedas se alejaban por la calle como llevadas por el diablo. Se giró buscando a Leroy y no lo vio, tampoco a aquel loco exhibicionista. Alguno de esos dos le había birlado el camión y pensaba meterle una a una todas las ruedas de recambio por el culo, mientras daba varios saltos para calentar lanzó una rápida mirada al interior de la tienda y vio que Li y Leon se metían en el baño, al menos ellos estaban a salvo.
Dio varios rodillazos al aire seguidos de varias coces y tras unos últimos precalentamientos salió corriendo esprintando a toda velocidad. Lanzó un vistazo al cielo para ver una fina línea de humo, tuvo un buen pálpito acerca de aquello y sin dejar de correr estudió la trayectoria gris dibujada en el cielo. No solo no seguía la calle sino que en la lejanía se dibujaba una marcada curva, seguramente efectuada por el piloto una vez encontrado un lugar que le ofreciera las mínimas condiciones para efectuar con éxito de un aterrizaje de emergencia.

Leroy no se sentía orgulloso de haber abandonado a los demás, pero aquella gasolinera estaba a apenas dos manzanas de la casa de su mujer y su hijo, y necesitaba saber que al menos el segundo estaba bien. Se arrastró casi de cuclillas todo el trayecto, evitando por completo a aquellas zorras rubias que habían convertido la ciudad en su propio patio de juegos.
Llegó a la puerta del bloque de edificios donde vivían y vió que estaba abierto. Una horrible sensación le oprimió el corazón y empezó a subir las escaleras a grandes zancadas hasta llegar a la puerta 7 del piso 9. Por inercia buscó las llaves en sus bolsillos, pero en su uniforme de preso ni había llaves ni bolsillos. Escuchó gritos de su mujer desde el interior de la vivienda y supo que si no actuaba rápido su mujer y su hijo estaban perdidos.
La puerta salió volando atravesando todo el pasillo y incrustándose en la cocina. Entró al salón desde donde escuchaba los gritos y allí se encontró a su mujer haciéndoselo con el vecino del cuarto a cuatro patas.

En el instituto la madre de Al quería que esta fuera animadora mientras que su padre quería que jugara a beisbol, así que Al se convirtió en la capitana de las animadoras de futbol americano los lunes, miércoles y sábados y en la capitana del equipo de beisbol los martes, jueves y domingos. Siempre siendo la primera de su clase, había nacido quizás demasiado inteligente por lo que incluso desde su más tierna infancia sabía que sus padres habían puesto todas sus frustradas expectativas en ella, sobretodo su padre, quién a pesar de que la quería con locura quisiera haber tenido también un niño. Pero no tenían dinero para criar dos hijos así que allí estaba Al. Tras el instituto su madre quería que siguiera estudiando y su padre que siguiera sus pasos haciéndose camionera y conduciendo un camión que él ya no podía conducir por un creciente párkinson. Se sacó su carrera estudiando en la carretera, programándose los viajes de manera que tampoco tuviera que dejar su cargo de capitana del equipo de beisbol por el cual había recibido una beca para entrar a su universidad. El máximo logro de Al habían sido los días de 48 horas.
Tantos años de sobreesfuerzo y de deporte son los que lograron que tras media hora de correr por calles llenas de accidentes e incendios, vehículos cruzados y perseguida por una jauría de lobas de ojos azules, con los músculos quemándole como ácido de batería bajo la piel y su corazón bombeando a su límite, viera en el siguiente cruce asomar el inconfundible morro de su camión.

Black Jackson comprobaba los medidores de fluctuación cuando algo golpeó la ventanilla, su capitana estaba allí afuera, golpeando la mampara pidiendo que la abriera. Parecía que el teletransporte no había funcionado. Jackson negó con la cabeza, incluso aunque fuera su capitana no podía abrir aquella mampara, era una locura. El aire saldría volando, al mismo tiempo que la diferencia de presión afectaría a la mayoría de aparatos.
Algo enorme rozó la nave y todos los indicadores de la nave empezaron a palpitar. La nave había entrado en un campo de asteroides.

Aele había conseguido aferrarse a la puerta del piloto, abrazándose al enorme retrovisor mientras golpeaba la puerta para que aquel maldito loco le abriera. Segundos después el camión atravesaba una verja metálica haciéndola añicos para internarse en un parque, el camión evaporaba bajo sus 16 ruedas bancos, kioscos, basureros. Al tuvo que reconocer, pese a su enfado, que aquel loco esmirriado conducía bien, los arboles pasaban junto a ellos rozándolos, sacando chispas de los laterales y golpeando con sus ramas a Al que a su vez daba fuertes codazos a la ventanilla para intentar entrar en su camión.
Un árbol que debía de padecer obesidad mórbida y tener más de quinientos años apareció traicioneramente delante del camión, el Loco Jack tuvo que pisar el freno y dar un buen volantazo para que lo que se estrellase contra el padre de todos los árboles fuera el lateral del camión, que retumbó tras el golpe. El tráiler siguió su errática carrera a muy poca velocidad, como si hubiese quedado herido de muerte, hasta chocar suavemente contra una pared metálica y ovalada en la que se podía leer: Air Force One.

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 19.

LA SOMBRA DEL CAMIÓN SOBRE LA ISLA DE PIEDRA.
Li apagó el movil para conservar la batería. Usaran el movil que usaran y llamaran donde llamaran comunicaba. Todos habían intentado llamar a sus familiares salvo Aele.
¿Tu no tienes a nadie por quien pleocupalte? le preguntó Li extrañada. La asiática estaba sentada en el borde del asiento del copiloto a apenas unos centímetros de Al debido a que Leroy ocupaba casi todo el ancho del asiento. El preso y el novato discutían mirando el mapa mientras que Loco Jack estaba acostado en lo que Aele llamaba la "trastienda". Podían escuchar sus estornudos, que el achacaba a algún virus marciano.
De esta manera, pese a estar rodeadas de hombres, ambas mujeres disfrutaban de un momento de intimidad.

Aele giró bruscamente para esquivar una furgoneta en llamas mientras contorneaba los ojos. Mis padres están en el sur, ellos pescan con dinamita y tienen a un cocodrilo de dos metros llamado Dasy por mascota así que creo que estarán bien. Tenía tres hermanas trillizas y las tres se escaparon a los dieciseis años. No me puede importar menos lo que les pase. la última palabra la dijo con semejante asco que Li -sin saber porqué- se la imaginó escupiendo tabaco mascado. A mi me pasa al contlalio. Dijo Li. Me da igual que le pase a mi lácana madle, pelo tengo cuatlo helmanas pequeñas que quisiela una explosión bajo sus piés acalló todas las conversaciones del vehículo salvo los ronquidos y estornudos de Loco Jack.
Aele hundió los pies en el acelerador y el monstruo de 16 ruedas empezó a tomár más y más velocidad, lanzando por los aires los coches y todo aquello con lo que chocaba. No es que supiera que ocurría, simplemente hacía caso a su instinto femenino. El asfalto tras el vehículo empezó a saltar, abombándose y hondulandose como olas de hormigón mientras seguían escuchando explosiones debajo de la calle. La última de ellas hizo temblar incluso los edificios cercanos y tras la misma un vagón de metro emergió de tierra como un alien atravesando una caja toráfica. El vagón dejó tras de si un arco de fuego mientras se elevaba unos metros y empezaba a caer hacia el camión. Aele dió un volantazo al mismo tiempo que el asfalto de debajo del trailer se elevaba como una plataforma de piedra y el resto de la calle se resquebrajaba en pequeñas islas de hormigón. Las enormes griestas mostraban vagones de metro convertidos en amasijos de metal, cristales y un mar de fuego.
El vagón golpeó la sombra del camión sobre la isla de piedra y la fuerza del impacto hundió esa parte del enorme trozo de hormigón de manera que la parte delantera se elevó. Esta inclinación unida a la velocidad propia del vehículo convirtió al camión en una nave de 16 ruedas que sobrevoló el mar de fuego y asfalto en el cual seguían chocando vagones de metro.
El camión saltó varias veces tras tomar tierra, hasta retomar la velocidad normal. Mientras dejaban atrás aquella locura vieron por el retrovisor lateral como uno de los edificios se hundía sobre aquel mar de fuego tragandoselo en una explosión de humo y escombros.
Todos miraban a Aele como si le hubiese crecido un tercer ojo dentro de una oreja.
Ella se giró hacia Li. ¿Me decías algo de tus hermanas no? Cuando Li consiguió quitarse de encima la suficiente tensión como para reposar su culo sobre el asiento se dió cuenta de que los nervios habían hecho estragos en su vejiga. Apretó fuertemente las piernas y le susurró muy despacito a Aele -aún bajo la atenta mirada de Leroy y Leon- Me estoy meando.

Cinco minutos después el camión se detenía en una gasolinera y Al empezaba a repostar mirando hacia todos lados. No parecía haber rubias locas en la costa a pesar de que se seguian escuchando de vez en cuando disparos, gritos, explosiones y risas en la lejanía. Li se detuvo delante de la puerta de la gasolinera.
¿Es que no me va a acompañal nadie? dijo mirando a Aele, las leyes de la humanidad dictaminaban claramente que debían ir dos mujeres al baño.
El enorme preso -que parecía llevar una linterna o algo bajo los pantalones- levantó la mano ofreciendose voluntario.
Glacias pelo no. dijo friamente a Leroy.
Yo te acompañare! Li se giró esperanzada para encontrarse frente a el tipo desnudo. Escudos defensivos levantados! dijo mientras una enorme erección hacía morir de vergüenza a Li. Mejol ayuda a... custodial el camión vale.?
La vergüenza se convirtió en ira y Li cogió de la oreja a Leon que estaba examinando los bajos del trailer, y lo arrastró con ella hacia el interior de la gasolinera.
En el interior todo estaba lleno de manotazos sangrientos. Leon le susurró a Li. Siempre me he preguntado porque en las pelis cuando un edificio caía bajo la amenaza zombie a los cinco minutos estaba lleno de manotazos ensangrentados. Li lo miró extrañado Quizas llevan un altista flustlado en su inteliot. Ambos levantaron los hombros en señal de no tener idea mientras cruzaban las estanterías de la tienda de la gasolinera sin hacer ruido. Como siempre el water se encontraba al final de la tienda, lugar desde el cual podían escuchar unos golpecitos además de unas risitas.
Allí tuvieron una revelación. Había una despampanante rubia vestida con el uniforme azul de la franquicia de gasolineras, tenía varios agueros de disparos por lo cual iba completamente sucia de sangre. Parecía divertirse intentando cazar una mosca a base de manotazos, el insecto que era mil veces más inteligente que ella iba caminando a lo largo de la pared, dejando un rastro de manotazos ensangrentados por obra y gracia de la intrepida cazadora.
Solo tuvieron que esperar que la mosca alejara a la enajenada rúbia del water y ambos entraron en el. La puerta daba a un pequeño distribuidor que daba a dos puertas, un aseo para cada sexo.
Ambos entraron en el de mujeres, Li orinó primero y Leo -que aunque no miraba de escucharla mear también le entraron ganas- meó después.
Vaya, si es verdad que los waters de mujeres están mucho más limpios. le susurró a Li mientras ella salía del water para recibir un manotazo en la cara.

Cuando la rubia apartó su ensangrentada mano del rostro de Li lanzó un gritito de alegría que rápidamente se sustituyó por sus risitas. En sus ojos se veía un deseo tan profundo y ardiente que rozaba la locura o incluso la adicción.
Ambos se internaron corriendo por uno de los pasillos laterales huyendo de la rúbica cuando chocaron con un muro de tetas.
Jodel.
No llegaron a contar cuantas habían, como un solo ser pusieron los pies en las estanterías usandolas como peldaños para trepar sobre ellas y saltar al pasillo contiguo. Empezaron a correr hacia la salida mientras el establecimiento se llenaba de risas y decenas de brazos y tetas salían de todas partes para intentar atraparlos.
Las jodidas rúbias eran increiblemente rápidas e incluso su torpeza jugaba en contra de Li y Leon, ya que no paraban de chocar contra los estantes lanzándoselos encima.
Cuando vieron la puerta ya tenían a diez de aquellas rubias tirándo de sus ropas.
Atravearon la puerta llevando a cuestas a varias de aquellas locas que los hicieron caer. Desde el suelo ambos jovenes luchaban con manos y dientes para sacarselas de encima, desde ese ángulo y viendo el mundo al revés se dieron cuenta de que el camión se había marchado sin ellos.

miércoles, 17 de marzo de 2010

CAPÍTULO 18.

DE SIMIOS Y CIBORGS.
Black Jackson recobró el conocimiento dentro de aquel vehículo tubular. Colgaba hacia abajo al igual que el restro de la tripulación: una joven de piel relucientemente verdosa y el humano que lo había rescatado de los primates.
Los desenganchó de los cinturones de seguridad y ambos calleron de cabeza haciendo temblar el vehículo. Un trabajo bien hecho. se dijo a sí mismo cuando al momento escuchó el rugido de potentes turbinas en el exterior.
Salió arrastrándose del vehículo al exterior. Allí le esperaba una vision que lo acompañaría por siempre. Bajo aquel cielo azul rojizo, como observado por aquellas dos lunas, se encontraba una montaña de ciborgs ardiendo, proyectando su fuego sobre los negros monolitos de aquella ciudad. La reluciente montaña estaba coronada por un enorme robot que blandía con dos manos un parachoques laser. El acero de todo su cuerpo estaba al rojo vivo, humeante pero intacto pues estaba hecho con la aleación más poderosa de metales que la galacia conocía: El acero toledano.

Aquel fuego parecía haber sido causado por el vuelo raso de una nave –que por alguna razón a Black Jackson le recordó a un camión- que ahora descendió lentamente hasta aterrizar en medio de aquella calle. La puerta de la nave se abrió y la silueta de una mujer con una cabeza gigante se perfiló.
Black Jackson contuvo la respiración hasta que vió bajar a aquella hembra, con el mismo uniforme que llevaban todos. Iba tan ceñida que era más dificil imaginarsela vestida que desnuda, más aún porque a diferencia de sus uniformes el de ella era de un blanco reluciente que dejaba vislumbrar todo su exhuberante cuerpo. El hecho de que fuera tan negra como Black Jackson aún hacía que las transparencias fueran más evidentes.
Black Jackson fué tan rápido que practicamente se teletransportó sobre ella, lanzando por los aires al Kfe-Mil con el cual estaba hablando.
Afrodita!!! gritó lanzándosele encima y abrazandola tan fuerte que sus tetas amenazaron con estallar.
Pero entonces toda su felicidad desapareció: no era ella. Tenía un cuerpo practicamente idéntico, su pelo afro -solo que tintado de rúbio-, pero no era su cara. Tonto, se dijo a si mismo. Claro que no era ella. Afrodita estaba muerta.

Así que soltó a aquella mujer, dejandola caer en el suelo de culo mientras se dirigía otra vez al vehículo supositorio del que salió arrastrando a la chica verde y al tipo que lo había rescatado. Mientras, la mujer que no era afrodita lanzaba una inquisitiva mirada al Kfe-Mil y este levantaba sus articulables por ocho sitios diferentes hombros en señal de no tener ni idea de quien era ese tipo.

Momentos después con la nave surcando ya el espacio infinito llegaron las presentaciones.
Soy Black Jackson. Mi misión es vengar a mi amada Afrodita. Gracias por rescatarme de los temibles primates, tendreis mi eterna gratitud y lealtad.
La joven de color verde fué la primera en tomar la palabra. Soy HeyTiti'!!! una Ka'ky del planeta Pandero. Unas lagrimitas de color morado se deslizaron por el rostro, por lo que Black se las quitó delicadamente con los dedos. Los demás lo miraron como si hubiese escupido en la cara de la joven, que lo miró y le dijo medio asqueada medio sorprendida. ¿Siempre que alguien tiene mocos se los quitas con los dedos? dicho esto sacó un pañuelo como si fuera a vendarse los ojos y se sonó frofusamente.
Pandero siguió diciendo ella era un paraiso, los enormes swhindrakis lo bañaban todo con sus preciadas heces marrones oscuras mientras que el planeta lanzaba al cielo ingentes cantidades de metano. Las nuves marrones llovían mierda practicamente todos los días. Era precioso... la joven hipó varias veces por la tristeza y las lágrimas. El Kafé-Mil le puso sus metálicas manos sobre los muslos y mirándola a los ojos le dijo Yo siempre quise ser un Ka´ky a lo que todos -salvo Black Jackson que se sintió roedado de locos- asintieron.
Pero hace unos meses siguió HeyTiti'!!! llegaron los simios, vaciando de metano el planeta para usarlo como energía y llevandose a los swhindrakis para adiestrarlos como recogepelotas en sus partidos de golf espacial... Cuando me fui llovia-llovia agua y todo estaba asquerosamente azul.. fué lo último que dijo antes de ponerse a llorar de manera desmesurada. Las lágrimas le corrían por las orejas.
Yo soy Kfe-Mil dijo el enorme robot. Y he sido programado para derrotar a los simios y sus ciborgs.
Todos quedaron esperando algo más. Meo aceite. Dijo el robot sin saber que esperaban oir más.
Yo soy Leon, soy un novato de la CULO (Cienscist Universal Logistic Organitation), la entidad encargada de traer la paz a la gala... la chica que no era Afrodita se puso a presentarse. Mientras Leon dijo bajito levantando la mano. Ey que yo aún no había acabado. Nadie le hizo caso.
Yo soy la capitana Andrómeda, estoy al cargo de esta mi nave, la Rotenmeyer. Y aquí se hará lo que yo diga o os teletransporto en el interior de una supernova tras esas palabras sonrió de manera encantadora.
¿Tu no te presentas? le peguntó la capitana al joven humano. Los otros hicieron gesto de animarle, lo peor es que no bromeaban. Nadie le recordaba.
Leon hizo acopio de fuerzas y empezó a presentarse de nuevo. Yo soy Leon, soy un novato de dijo antes de que algo chocara contra el casco de la nave y todos se pusieran de pie.
De esta manera terminó una conversación que jamás había existido.

Black Jackson lanzó una rápida mirada al exterior para ver como cientos de esas ciborgs volaban alrededor de la nave, se dirigió corriendo a la zona de descontaminación donde empezó a desnudarse y se puso el traje de buzo espacial para salir al exterior.
Tenía una nave que salvar.

martes, 16 de marzo de 2010

CAPÍTULO 17.

TERREMOTOS.
Li despertó en una cama extraña acostada con un extraño... otra vez.
Maldito vozka. dijo mientras se frotaba los ojos para hechar un vistazo, al menos esperaba que el tipo fuera guapo.
Retiró las mantas y el corazón le dió un vuelco. El tio iba disfrazado de policía.
Se miró a si misma y vió que iba vestida con su conjuto de pantaloncito y camiseta corta blancos. Se frotó la cabeza, no le dolía.
Su corazón consiguió bombearle las primeras gotas de sangre a su cerebro y con ellas los primeros recuerdos. Entre ellos no estaban la pequeña habitación en la que se encontraba, iluminada solo por una línea de luz procedente del hueco entre dos largas cortinas.
Cuando sus finos ojos se adaptaron a la penumbra observó a aquel joven policía hispano y se mordio el labio inferior. Era realmente guapo. Moreno de piel ligeramente tostada, facciones aniñadas que dejaban entreveer el hombre en el que iba a convertirse. Li no pudo reprimir la tentación de seguir con la yema de sus dedos el contorno de su fina mandíbula,luego el de sus labios.
La tierra empezó a temblar y la pequeña habitación se sacudió como golpeada por un huracán. El joven policía abrió los ojos cuando Li le cayó encima tras la sacudida.
Esto dijo el joven timidamente, habiendo despertado en un zulo con aquella chica sobre el ¿podrías sacar tu dedo de mi nariz?
Li estaba roja como un tomate y no solo por el desliz de su dedo; la ebilla de su pantalón se había enganchado con la del cinturón del policía, intentó forcejear para soltarse y solo consiguió que se enganchara más.
La tierra volvió a temblar violentamenta y Li -subída encima del policía mientras la habitación daba violentos bandazos- sacudida por los temblores parecía una amazona indómita montando sobre un caballo salvaje al que intentara domar con sus caderas. En ese momento alguien apartó las cortinas, y la luz que se filtró los iluminó a ambos.
Zorra no te preocupes estos dos están montandoselo, yo creo que me apunto tamb una gorra con la bandera confederada se estampó contra la cara de Leroy antes de que acabara la frase.
No me llames zorra joder. Y deja a los crios dijo una voz femenina, enérgica y a la vez firme. Era una voz por la que matarías, una voz por la que morirías.
Si cualquier otra persona les hubiera llamado crios se hubiera ganado una lluvia interminable de insultos por parte de Li y ser empapelado por el policía. Pero dicho por aquella voz todo estaba bien. Ambos se levantaron de la cama, la vergüenza y el desconcierto habían dado paso a la curiosidad. Querían ponerle rostro a aquella voz.

Tras la cortina les esperaba la cabina de un trailer, sentada frente al enorme volante había una de aquellas exhuberantes rubias que les dejó sin aliento, expectantes ante un posible ataque de aquel ser. Ella les miró a través del retrovisor mientras se encasquetaba la gorra.
Vale lo haré yo. Dijo suspirando Al y con un tono de infinita paciencia. Me llamo A.L. que se pronuncia "A","Ele", si me llamais Al podeis morir. Os toca.
Ninguno de los dos parecía entender porque aquella rubia no les atacaba como las demás. En esta ocasión fué el gigantesco preso negro -sentado en el asiento triple de copiloto- quién habló. Yo me llamó Leroy. dijo lentamente, como si intentara comunicarse con un indio. ¿Y vosotros?
La intervención de este pareció romper la burbuja de ambos, que respondieron a la vez de manera que no se entendió nada. Ambos dejaron un momento para que el otro respondiera de manera que a los veinte segundos -creyendo que el otro les cedía la palbra- los dos volvieron a contestar a la vez.
Poli tu primero. dijo la conductora y el respondió de inmediato. Le-Leon García.
Luego habló ella. Li Lee.

Una sonrisa se formó en el rostro de Aele. Vale ya avanzamos, ahora solo nos falta saber su nombre. dijo señalando al capó del motor del camión sobre el que había un hombre con una peluca a lo afro saltando desnudo.
El camión volvió a temblar cuando se internó en una calle llena de rubias, parecía una manifestación de actrices porno. Bueno, lo parecía antes de que las 16 ruedas del trailer de Aele les pasaran por encima mientras Loco Jackson les gritaba incitandolas a subir y tener un genuino combate de karate con el.
Los cuatro cuerdos de dentro de la cabina negaron a la vez con la cabeza dándolo por perdido.

El enorme vehículo siguió internandose en la ciudad, esquivando los vehículos cruzados que eran muchos menos de los que se esperaban. Fue Leon quien preguntó lo que todos salvo quizás Loco Jack querían saber. ¿Se puede saber adonde vamos?
Aele los miró por el rabillo del ojo. Yo voy a las afueras, tengo que entregar mi cargamento... y me pasaré por un centro comercial donde seguro que hay tinte para el pelo.
Li se la quedó mirando. ¿Y nosotros? Yo quisiela vel si mi madle y mis helmanas están bien. dijo la asiática a quién Leroy le tomó el relevo Y yo quisiera visitar a mi zorra y a mi cachorro.
El policía se puso de pié de manera enérgica e hizo temblar el techo del cabezazo que se dió así que sus palabras -bañadas en lágrimas- no sonaron tan convincentes como hubiese querido. De eso nada, nos vamos todos a los juzgados. Este trailer queda confiscado por la policía,
El camión derrapó tras la frenada, apunto estuvo de caer Loco Jack de arriba del capó, peor suerte tuvieron los tres copilotos de la cabina que estrellaron sus cabezas contra el cristal para luego caer al suelo en un amasijo de carne. Aele cogió de la solapa al policía novato y lo elevó hasta la altura de sus tetas para lanzarle una mirada que le dejó los huevos del tamaño de amebas. Si no fuera por mi estarías ahí fuera riendo como una estúpida y luciendo dos de estas dijo indicandole sus pechos que descansaban bajo una camiseta a rallas. Te he dejado reponerte en mi cama, y aún así ¿me faltas al respeto intentando robarme el camión con esa placa?.
El silencio reinó durante unos interminables segundos durante los cuales el cerebro de Leon parecía trabajar a toda máquina. Abrió varias veces la boca sin decir nada y al final se decidió a hablar bajo la atenta mirada de los demás. ¿Me llevas al juzgado, por favor?. dijo mirando fijamente a Al y viendose reflejado en sus increibles ojos azules.
Has dicho las palabras mágicas chaval. dijo con una sonrisa ella mientras volvía a poner en marcha el camión.

lunes, 15 de marzo de 2010

BLONDI STORIES. 1.

Primera entrega de historias cortas para poner entre algunos capítulos, voy a ir escribiendo todas las que se me ocurran, lo que no significa que las vaya a incluir todas. Al final elegiré las que gusten más, razón por la cual vuestra opinión aún es más importante. Ah, si teneis idea para alguna historia corta decidmelo y la desarrollaré, ya vais a salir en los dedicatorias del libro como "testeadores", pero si además dais idea de algun relato corto también se verá reflejado. Ale corto el rollo y os dejo con el primer recopilatorio. Espero que os guste.
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Adam Strewnbawer estaba sentado delante de aquel reloj intentando recordar algo crucial. Escuchaba repetidamente la orden en su oreja. “Corta el cable azul, el cable azul”.
Movió su tijerita de manera titubeante hacia la cascada de cables que unían el reloj con un cacho de pastelina blanca. Todos estaban muy nerviosos de que aquel reloj y la pastelina estuviesen colocadas en un gaseoducto.¿Que era un gaseoducto? ¿Cuándo había olvidado los colores? Se preguntaba Adam rascándose la cabeza.
El 00:01:02 del reloj le ponía nervioso. ¿Qué pasaba cuando esto llegaba a cero?. Volvió a preguntarse. “Pero corta el cable azul, de una maldita vez.” Bramó la voz de su oreja.
Strewnbawer dio un respingo mientras una sonrisa se le formaba en la boca.
Ya recuerdo cual es el azul gritó mientras cortaba el cable rojo.
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Loreen Baker dejó el carrito de su bebe a su espalda apenas tres segundos mientras observaba el escaparate de aquella joyería suspirando. Cuando se giró había una viejecita de pelo amarillento dándole achuchones a su bebe, la apartó a bolsazos y siguió su ruta de escaparates.
Aquel suceso no pareció sentar precedente en la intrépida Loreen, tampoco pareció dar importancia a la multitud de gente que corría sin dirección de aquí para allá. ¿Quién haría caso de semejantes menudencias cuando podía ver gratis –aunque sin sonido- sus anuncios favoritos? Realmente Loreen no entendía porque de vez en cuanto en la tele interrumpían los anuncios para poner tonterías como noticias o documentales que a nadie importaban.
Como por acto de inspiración recordó que tenía el carrito de su bebe en la acera. Se giró hacia el y ¡¡espanto!! Estaba vacío. Loreen se puso a gritar histérica –lanzando discretas miradas al televisor del escaparate, no fuera a perderse algún descuento interesante- y tirarse del pelo hasta que vió delante de ella una mujer rúbia de ojos azules realmente esbelta y totalmente desnuda. Bueno totalmente no.
¿Por qué llevas pañales? Fue la última –y en cierta forma también la primera- pregunta casi inteligente que hizo la señora Baker antes de que lo que había sido su hija se lanzara sobre ella.
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La batalla había sido durísima y el último superviviente con su ropa hecha jirones se había encerrado en la zona de lanzamiento.
Horas después unos enormes pechos asomaban entre los rotos de la camisa y una ondulante melena rubia sobresalía del casco militar. Se llevó su impecablemente pintada uña índice a sus impecablemente pintados labios rojos y un interrogante se formó en sus implacables ojos azules.
Cientos de botones plagaban aquel panel lo que para ella se traducía en horas de diversión. Empezó a saltar excitada sobre la silla y sus tetas empezaron a aplastar botones mientras los misiles surcaban los cielos del planeta.
Rusia nunca se imaginó que un pezón la convertiría en el lago más grande del planeta.
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La sargento Clark Smith levantó la mano y sus hombres se situaron a su izquierda cubriendo todo el ancho de la calle.
Fue entonces cuando aparecieron de entre los coches. Cientos de blondis corriendo a lo largo de la avenida, lanzando estúpidos grititos y risas. Parecían correr a cámara lenta, con sus enormes pechos saltando como balones de futbol.
Apunten. Dijo la sargento cuando las blondis estaban a media calle.
Disparen. Dijo cuando las tenían a distancia de tiro seguro.
Sus hombres no efectuaron ni un solo disparo, la sargento se giró hacia ellos y vió que balanceaban sus armas arriba y abajo siguiendo el movimiento de los turgentes pechos que mostraban sus mirillas. Aquellos pechos saltarines fueron haciéndose más y más grandes en las mirillas hasta que chocaron con las babeantes caras de aquellos soldados.
Clark Smith –que ya se encontraba a varios kilómetros de allí- se preguntó si sus hombres siempre habían sido tan estúpidos o habían esperado a aquel día para sorprenderla.
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El modisto Sidert Picú estaba pintándose las pestañas mientras sus chicas se cambiaban tras de sí. Algo silbó en el aire y el cristal en el que estaba mirándose se resquebrajó convirtiéndose en una maraña de líneas de rotura. Sidert lanzó un gritito ratuno que fue acallado por otro silbido que hizo estallar una de las bombillas de los cambiadores.
Al momento cientos de proyectiles silbaban en el aire mientras que los cristales empezaban a estallar a lo largo de los vestuarios, las lámparas caían acribilladas y encendidas del techo y papeles y telas revoloteaban por todos lados.
Cuando los disparos se detuvieron Sidert se levantó hecho una furia, esperaba encontrar a alguno de sus ex amantes encolerizado luciendo un arma, o algún modisto rival que le odiara por su genialidad. Lo que encontró le enfureció aún más.
Sus pequeñas se habían saltado su dieta, había caderas donde debía de haber huesos, carne donde había de haber costillas y lo peor, tenían tetas. De hecho incluso parecían mujeres.
Sidert notaba como crecía su furia en su interior, iba a descargarla gritando a una de sus modelos que aún conservaba su camiseta abrochada. Pero se quedó sin palabras cuando vió como sus pechos se hinchaban e hinchaban y la prenda empezaba a hacer el ruido de un globo al ser frotado. Los agujeros de la camisa empezaron a dilatarse y el hilo de los botones de deshilachaba bajo la presión.
Los botones salieron disparados como perdigones de escopeta arrancándole la cabeza a Picú que cayó al suelo con gesto indignado: Siempre había pensado que tenía el trasero más bonito.

jueves, 25 de febrero de 2010

CAPÍTULO 16.

CEMENTERIO DE MALETAS.
Una explosión de estática despertó a Leroy que dormía plácidamente sobre una capa de cristales. La cabeza le ardía al igual que la mejilla. Se frotó los ojos pues apenas podía ver nada, le escocían como el demonio. Se quitó los cristales rotos que se le habían clabado en el rostro y la cabeza, y con la manga de uniforme de preso se limpió el rostro de la sangre que se le colaba por los ojos y la boca.
El tintineo de las esposas de sus muñecas le ayudó a recordar, no era una zorra pesadilla. Miró hacia arriba y el asiento sobre el que una vez había estado sentado le devolvió la mirada.
La radio del coche patrulla empezó a carraspear estática. Leroy intentó evaluar la situación, sus tres acompañantes habían perdido el sentido con aquel golpe. El policía yacía k.o a su lado, mientras que el loco que conducía y la china estaban enrollados en sus cinturones de seguridad. Era un buen momento para escapar pero a la vez había visto la ciudad. Esta parecía invadida por un zillón de zorras rúbias locas y le iba a ser muy dificil salir de esa mierda solo. No, debía seguir en equipo, al menos por ahora.
Cuando recordó a aquellas locas Leroy hechó un vistazo a la calle a través de los cristales rotos. No había ni un solo vehículo en toda la calle, pero el suelo estaba cubierto de maletas abiertas con la ropa desparramada por el suelo, como extraños animales muertos con sus tripas cubriendo el suelo.
Y al menos un centenar de rubias tropezando una y otra vez con las pobres maletas que debían de estar hasta los cierres de ellas. Así que delante del coche patrulla había una multitud de rubias riendo felizmente ante el fin del mundo y detrás del mismo, había unas veinte de aquellas zorras colegialas cojeando y arrastrándose medio rotas hacia el vehículo.
Debía de pensar bien en su próximo movimiento porque estaba rodeado, solo lo mantenía con vida el hecho de que para aquellas rúbias de delante tropezar con maletas y darse de tetas contra el suelo fuera más divertido que investigar el vehículo que acababa de estrellarse cerca de ellas. Pero las colegialas hipervitaminadas sí eran un problema y cuando se enfrentara a ellas se le unirían las demás.
Con dos puñetazos partió la mampara que le separaba de los asientos delanteros, estiró el brazo como pudo hasta alcanzar la radio que seguía crepitando de estática.
SOS.... necesitamos ayuda. Coche patrulla asediado a mitad de la calle Steiner, necesitamos ayuda.
Varias manos empezaron a golpear el cristal tras Leroy que se arrastró sobre los cristales rotos, pasando por el hueco de la mampara rota y por debajo de los cuerpos aun inconscientes de la asiática y el loco. Con una patada sacó el parabrisas delantero que cayó al suelo de una sola pieza convirtiéndose en la improvisada puerta que necesitaba. Nada más sintió el asfalto del suelo rodó sobre si mismo para salir rápidamente de debajo del morro del coche patrulla y ponerse en pié.
Las colegialas habían alcanzado ya el vehículo arrastrándose por el suelo, las pisamaletas quedaron en silencio, mirándole. Y luego rieron con unos ojos llenos de deseo, lujuria y una extraña y malsana inocencia. Como si todas fueran ninfómanas bisexuales que no pudieran evitar lanzarse sobre todo el mundo arrastrándolos con ellas a la muerte y que de alguna manera subconsciente eran conscientes de ello y habían decidido tomarselo con humor. Con mucho humor.

No había lugar donde esconderse, ni vehículos estacionados, ni entradas de garaje. Leroy cogió el coche patrulla por el parachoques y empezó a arrastrarlo alejándolo de las colegialas pero acercándolo a las rúbias de la calle. El techo del coche rascaba el suelo trazando líneas en el mismo y llenando el suelo de cristales rojos y azules de las luces de emergencia.
Leroy tiraba con toda su fuerza sin saber exactamente hacia donde huir o que hacer... y entonces el parachoques se desprendió del vehículo dejándolo totalmente vendido.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que ninguna de aquellas zorras se fijaba en el coche, no parecían haberse dado cuenta de que allí dentro había tres víctimas potenciales más.
Una fina y limpísima mano le cogió de los pantalones desde el suelo y empezó a tirar de ellos hasta que su rubia cabeza se convirtió en poco menos que un chicle pegado contra el suelo. Leroy la había aplastado de un brutal golpe con el parachoques.
Este empezó a correr hacia la otra parte de la calle, quizás pudiese alejar a esas fúrcias del coche y luego meterse en algún edificio. La idea era buena pero en apenas unos segundos se vió completamente rodeado por aquella marea de rubias. Vestidas de policías, de colegialas, de luto, de secretarias, de obreros. Vestidas como la vecina del quinto, como el repartidor de leche, como estudiantes. Desnudas y medio desnudas, con tallas de ropa excesivamente grandes y otras excesivamente pequeñas, con albornoces, con ropa interior de hombres y de mujeres.
El parachoques era una mancha reluciente, apenas un borrón de movimiento. Golpeaba y aplastaba, aplastaba y golpeaba. Pero ellas se volvían a levantar riendo, siempre riendo.
Golpearlas en la cabeza era el golpe menos eficaz de todos, buena cuenta de ello era la rúbia que volvía a tirar de sus pantalones con un amasijo de carne, asfalto y pelo rúbio por rostro. Parecía que el cerebro para ellas era el menos vital de los órganos, no parecían hecharlo de menos.
Aún así, las más castigadas por los brutales golpes de aquella enorme barra de acero que era el parachoques acababan cayendo al suelo, puede que muertas, puede que no. El enorme preso negro al final se vió obligado a ir “subiendo” encima de la pequeña montaña de rúbias muertas que se había formado a sus pies, mientras las demás seguían intentando alcanzarle. Aquellas estúpidas se lanzaban contra el con los brazos –y los labios- abiertos, o se arrastraban por el suelo de manera lujuriosa pese a tener los huesos rotos. Pero nunca se rendían ni se cansaban y su risa se le clavaba en el cerebro, ya que al reir tantas de ellas juntas su risa se asemejaba más a un zumbido que a algo humano.
Tras casi media hora de encarnizada batalla Leroy apenas tenía fuerzas para tenerse en pié y varias de ellas consiguieron coger entre sus brazos y sus tetas el parachoques.
Todo se había acabado para él cuando apareció al final de la calle un enorme trailer que se dirigía directamente hacia su posición, segundos después ya lo tenían delante donde aquel monstruo de 16 ruedas frenó de repente, ladeando primero la cabina delantera y luego apareciendo de detrás de la misma el enorme contenedor.
Leroy saltó con los dientes apretados lo más alto que pudo para recibir mucho antes de lo esperado el lateral de aquel tráiler que lo golpeó con ferocidad pero al que pudo sujetarse agarrándose a varias cuerdas que sujetaban el toldo.
Fue una auténtica carnicería, al frenar tan de repente aquel tráiler había hecho “la tijera” de manera que el monstruoso vehículo había derrapado a lo largo de media calle golpeando y arrollando con toda su longitud a aquellas zorras. La sangre misma y los cuerpos de las rúbias había servido de inprovisado lubricante bajo las ruedas para que estas siguieran derrapando sobre un mar de cuerpos mutilados.

Minutos después de que todo quedara en silencio Leroy se dejó caer al suelo. Aún olía a neumático quemado y 16 humeantes líneas negras atravesaban una calle cubierta de carne triturada. Escuchó como una puerta se cerraba y cuando se giró hacia el ruido vió a otra de esas rúbias frente a él. Esta se lo quedó mirando.

Tio, ¿sabes donde venden tinte para el pelo?

jueves, 11 de febrero de 2010

CAPÍTULO 15.

DÍA CERO.
Todo había sucedido demasiado deprisa. Aquel tipo que –al igual que él- vestía un ajustado traje gris con insignias lo había rescatado de las zarpas de aquellos primates que lo tenían atrapado. Habían echado a correr por aquella ciudad alienígena, con edificios cual monolitos negros que se perdían en un cielo de color azul rojizo desde donde varias lunas les observaban. Al menos podían respirar sin cascos en aquel lugar... Black Jackson ardía en preguntas, ¿Quién era aquel tipo?¿Porque lo había salvado?¿Como lo había encontrado?.
Sin duda alguna especie de alarmas inaudibles para los humanos debían de haber saltado en toda aquella ciudad pues había infinidad de enormes supositorios metálicos –que por su tamaño debían de ser alguna especie de automóviles- abandonados por las calles.
Y entonces uno de aquellos supositorios metálicos flotantes, del triple tamaño que los normales se cruzó delante de ellos. Parecía ser que el nombre de Black Jackson era conocido en todo el universo, seguro que los policías corruptos de su departamento habían tenido algo que ver. Puede que incluso Dios estuviese en el ajo.
Un circulo apareció de la nada en el lateral de aquella especie de furgón espacial y una infinidad de mujeres-ciborgs empezaron a bajar -desfilando en total orden- de su interior. Black Jackson juró que se vengaría, que aquellos primates que les habían hecho eso a aquellas pobres chicas lo pagarían muy caro. Aunque cuando aquellas ciborgs se pusieron en posición de fusilamiento apuntándoles con sus pechos Black Jackson supo que la venganza podía esperar.
El joven que lo había rescatado le había indicado donde estaba su coche, aunque ahora le decía algo de ayudar a aquellas chicas. ¡¡Debía estar loco!! ¿No veía cuan peligrosas eran? Sin tiempo para nada Jackson le dio un puñetazo y lo llevó a rastras a su propio coche. Un circulo se abrió en la parte trasera del supositorio –por donde lanzó al joven- y otro en la delantera. Se metió de cabeza mientras intentaba poner aquella cosa en marcha. Había mas humanos en aquel vehículo pero con aquellas ciborgs lanzándose sobre el vehículo no era momento de presentaciones.

El coche patrulla circulaba a toda velocidad, marcha atrás, en dirección contraria, dejando un rastro de rubias a su paso y sepultado bajo medio centenar de tias buenas que reían, daban grititos y querían violarlos por alguna oscura razón que ni los varones del interior del vehículo querían averiguar. Desde el interior del coche patrulla las ventanas parecían televisores sintonizados en el canal PlayBoy. Porque sí, iban a ciegas. Y además conducía un loco.
El vehículo pasó como una exhalación entre una furgoneta de reparto y una apisonadora cruzados en la calle, apunto estuvo de ser arrollado por un tranvía que cruzó la calle sin conductor ni pasajeros. La calle tenía una acusada pendiente por lo que cuando el coche llegó a la siguiente intersección y debido a su velocidad la cruzó volando para aterrizar con una fuerte explosión de neumáticos debido al golpe y al exceso de peso. Loco Jack empezó a perder el control de su supositorio, si es que algúna vez lo había tenido.
El coche ahora patinaba sobre el asfalto y se desplazaba sobre un lecho de chispas, que surgían de los bajos y de las ruedas sin neumáticos.

Li llevaba el cinturón puesto y estaba hecha un ovillo en el asiento del copiloto tapandose los ojos. Detrás el enorme negro le había robado la pistola al policía ya que este estaba k.o. Apuntaba nerviosamente a las ventanas que ya estaban a punto de ceder bajo los puñetazos y manotazos de aquellas sádicas locas que no paraban de reir. Dispararles sería abrir definitivamente una de aquellas ventanas a la vez que, en el fondo, disparar a a aquellas colegialas hormonadas a sangre fría le era imposible. Solo debían de estar drogadas...

El coche de policía chocó contra otro coche que también iba sepultado bajo una legión de despampanantes animadoras rúbias. Brazos, chispas, tetas y cristales salieron volando tras el brutal choque que lanzó al otro vehículo contra un restaurante y desvió al coche patrulla dirigiéndolo hacia una farola.
Loco Jack sacó la cabeza por el hueco donde momentos antes se encontraba una ventana revestida de culos, lanzó una mirada fugaz para ver su funesto destino. Varias manos con perfectas manicuras lo persiguieron como serpientes al interior del coche pero acabaron cortadas en el interior del mismo. Li se había despertado.
Varias de aquellas rientes intentaron coger al desvanecido policía a través de la ventana trasera pero los disparos del gigantesco preso las mantuvieron a ralla. Loco Jack giraba enloquecidamente el volante, como el desesperado capitán de un barco haciendo rodar el timón para no chocar contra las rocas.

El coche pasó tan cerca de aquella farola que esta –como si de una cuchilla de afeitar se tratara- le quitó de encima a las guarras que había amarradas a ese lateral, para que momentos después algo chocara contra el coche lanzándolo por los aires y haciendolo caer violentamente sobre su capó no sin antes haber dado varias vueltas de campana. La calle quedó en silencio, llena de sangre y cristales.

CAPÍTULO 14.

SABADO...
Li salió de la ducha silvando mientras el agua y el jabón de su cuerpo goteaba sobre el suelo lleno de ropa sucia. Le encantaba sentir el agua sobre su cuerpo, escuchar el sonido de la lluvia y sobretodo el "plic" de las gotas cayendo dentro las vasijas.
Y lo mejor era que debido a aquel mar de goteras el alquiler de aquel ático era irrisorio. Lo único que afectaba tanta humedad era a que no podía tener instalación eléctrica, por lo que solo podía tener pequeños objetos que fueran a pilas.
Encendió el televisor y se puso justo debajo de una de aquellas goteras para sentir el frío tacto del agua sobre su desnudo cuerpo. Tenía su primera mañana libre desde no recordaba cuando, solo tenía que ir por la tarde a hacer la prueba para el "Circulo del sol" así que suspiro relajadamente mientras hacía zapping.

"...ueve aviones más se han estrellado esta noche por lo que..." Li se quedó sin respiración al escuchar al hombre de las noticias, su compañera no estaba con él y parecía saturado. No era para menos, diez aviones en una misma noche no era en absoluto una casualidad, debía de ser un ataque terrorista...nos comunican que otros once aviones se han estrellado en... su cuerpo se tensó y no pudo evitar ponerse de pié de un salto ...sumado a el exponencial aumento de accidentes de tránsito y a los recientes descarrilamientos de cuatro trenes dan unas cifras totales de aproximadamente tresmil muer ¡¡pompompom!!! A Li le temblaban las manos y aquella cifra se grabó en su retina como marcada a fuego. Fué hacia la puerta tropezando con algunas vasijas que desparramaron toda el agua por el suelo.

Li abrió la puerta como si otra persona la manejara a control remoto. El joven policía hispano de hacía unos días la observaba con una expresión de sorpresa bastante poco profesional. Él mismo cogio el pomo de la puerta y la cerró dándose casi a si mismo en las narices.
Cuando al cabo de unos minutos salió del shock de aquellas noticias entendió que había sucedido y se vistió con un pantalón corto y una camiseta también corta, ambos de color blanco. Había hecho ya el ridículo dos veces ante aquel policía y no quería volver a hacerlo.
Cuando abrió la puerta miró al policía sin decir nada aunque aún le temblaban las manos.
-Disculpe que...que la moleste señora..señorita pero el juicio se ha adelantado a hoy. las cejas de Li se volvieron una línea totalmente horizontal Estamos desbordados por todo lo que está sucediendo y de seguir así tendremos que cerrar algunos lugares públicos para garantizar la ciudad de trabajadores y ciudadanos... la linea horizontal que eran las cejas de la chica descendieron unos centímetros llenando de sombras su rostros de.. de.. manera que.. como como pasaba por aqui yo... pensé en pensé en recogerte..recogerla. Li sonrió para si misma, aquel policía le había mostrado todas sus cartas y ella ni una sola, se sintió bien por el poder que eso le concedía. Está bien. dijo ella sin sonreir, como si le fuera un fastidio aunque realmente lo deseaba muchísimo. Cogió su zurrón y salió por la puerta junto con el policía. Si se portaba bien igual lo invitava luego a que la viera en su prueba en el "Circulo del sol".

Subió al coche policía y se sentó en el asiento del copiloto, le resultó extraño que aquel joven fuera solo, parecía muy novato. Dio un respingo cuando algo golpeó la mampara de separación con el asiento trasero. Se giró para ver a un gigante negro con traje de preso, llevaba esposas pero Li no dudó ni por un instante que pudiese quitárselas si quisiese. Habló al policía con voz ronca.
Que novato, vamos ya a los juzgados o que joder?? Maldito pipiolo, con toda esta mierda y dando vueltecitas a toda la ciudad para rocoger a una pava...
El joven hispano le miró por el retrovisor. Pues aún nos queda otra parada antes de llegar, así que no lo pongas más dificil.
Tras un joder y otro golpe a la mampara que hizo vibrar todo el coche se recostó en su asiento otra vez.
Cuando se pusieron en marcha Li comprendió el porque del nerviosismo de aquel tipo. Había coches chocados y cruzados en la mitad de la calle. Finas columnas de humo se avistaban por toda la ciudad, se escuchaba el aletear de helicopteros sobre ellos a la vez que sirenas por todas partes. La gente corría desesperada.
Observó el interior de algunos de esos coches estrellados, casi todo eran mujeres o travestis. Aquello le resultó extraño y perturbador.
La sirena del coche policía ululaba sobre ellos cuando llegaron a una calle donde había cruzado un autobús escolar.
Mierda dijo el policía, vuelvo enseguida. y salió corriendo tras dar un portazo, dejándola con aquel tipo de más de dos metros suspirándole en el cogote.
¿Por cuanto la chupas? le preguntó el preso pero Li no respondió.
¿Que pasa, solo usas esa boca para se calló cuando vió la mirada de Li en el retrovisor.
Si no eras una puta solo tenías que decirlo zorra.
Li entornó los ojos. Tampoco sel sola cablón, cuando escuchó aquello el gigantón se puso a reirse con una risa ronca pero sincera. Eres tremenda zorra. dijo entre risas y le quedó claro que aquella cosa de detrá decía "zorra" donde los otros decían "tía".
La puerta del autobús escolar se abrió y del mismo calleron al suelo un montón de colegialas. Todas bastante creciditas pues debían de medir por el metro setenta. Llevaban unas faldas de colegiala tan indecentemente pequeñas que apenas eran cinturones. Bajo aquellas faldas a cuadros negros y verdes se dejaban entreveer unas bragas con dibujos de ositos, flores de las cuales les sobresalía medio trasero, algunas de ellas directametne no llevaban o las tenían como brazalentes sujetos en las piernas.
Todas llevaban unas camisetas escolares al estilo "Hulk", que al ser demasiado pequeñas para aquellos bustos se habían abierto por casi todas las costuras dejando entreveer las demasiado perfectas tetas que habían debajo. Todas llevaban coletas sujetando un cabello tan rubio como la misma luz del sol. Estaban todas unas sobre otras en posiciones muy dispares formando una orgiástica montaña de cuerpos semdisnudos, todas reían tontamente como si el no poder moverse fuera lo más divertido del mundo.
Me acabo de empalmar. dijo el gigante de detrás mientras se rascaba la entrepierna. Li lo miró por el retrovisor.
¿No te palece lalo un autobús de plimalia lleno de putas? el gigante negó con la cabeza. Lo que me parece es cojonudo, menuda montaña de zorras. En ese momento apareció el policía por detrás de el autobús, llevaba consigo a el loco de la moto.
Pelfecto. suspiró Lee levantando las manos al cielo.
El loco iba vestido con tejanos y un sueter gris, llevaba aquella peluca a lo afro y el bigote postizo más ridículo que jamás había visto. El policía vió la montaña de rúbias y empezó a dirigirse hacia ellas pero el loco le detuvo diciendole algo. Mientras ambos discutían las rubias empezaron a ponerse de pié mirandolos fijamente sin dejar de reir. El policía se giró hacia ellas y en ese momento Loco Jack le golpeó y empezó a arrastrar al policía hacia el coche mientras las rubias intentanban quitarse de encima unas a otras para ir detrás.
Abrió la puerta trasera con las llaves del policía y lanzó a este dentro junto con al preso, luego se sentó en el asiento del conductor y cerró la puerta justo en el momento que las rúbias se lanzaban sobre el coche, cubriendolo como si fueran abejas sobre un panal. Estaba claro que no querían matarlos, ni comerselos. Lejos de esto parecían desesperadas por violarlos a todos, incluso a Li.
Nunca creí que si una vez me rodeaban tantas zorras salidas diría esto pero... ¡¡Vamonos de aquí!! gritó el enorme negro y por una vez, Li estuvo de acuerdo con él.
Loco Jack puso en marcha aquel coche que salió disparado marcha atrás, con casi una toleada de tetas y culos encima y decenas de manos aporreando las ventanillas.

viernes, 5 de febrero de 2010

CAPÍTULO 13.

VIERNES.
Black Jackson despertó aún atado a aquel asiento. Seguía con aquel extraño traje espacial que parecía unas mayas de cuerpo completo de bailarín, solo que de color azul oscuro y con aquellas insignias en hombros y pecho. Le marcaba demasiado las pelotas para su gusto.
Intentó como había hecho desde el primer día soltarse de aquel asiento de piloto pero no pudo. Maldijo otra vez mientras observaba la cápsula en la que se encontraba. Estaba toda llena de paneles llenos de palancas y luces, cientos de tubos por las paredes y absolutamente todo pintado de un blanco tan pulcro que bien podría haber pasado por una celda de un manicomio.
Apenas recordaba nada, no sabía como había llegado a aquel nuevo planeta pero su mente era incapaz de pensar con claridad. La imagen de su amada muerta y aquel sectario huyendo estaban grabadas a fuego en su retina, también como aquellos policías corruptos le habían traicionado atrapándole.
Varias luces parpadearon en algún lugar a su espalda mientras Black Jackson hurgaba en sus recuerdos. Tras ese traumático suceso había despertado en el interior de aquella nave espacial. Seguramente el gobierno -que también estaba en el ajo-
había considerado que lanzarlo al espacio como "voluntario" para alguna extraña misión espacial sería mucho más sencillo que matar al mejor detective negro que existía sobre la faz de la tierra. Total a años luz de distancia nadie le iba a
escuchar quejarse. Bueno sí, aquellos extraños primates a los que veía a través del ojos de buey de la nave. Entraban de vez en cuanto para darle comida mientras con jeringuillas le inyectaban cosas. Estaban experimentando con él y por eso lo mantenían con vida. Pero Black Jackson sabía que encontraría la manera de escapar. Siempre lo hacía.

El juez pidió -por primera vez en años- un taxi para que lo llevaran al curso de natación. Se había quedado dormido, veinte minutos llevaba sonando su despertador cuando lo acalló de un manotazo. Apenas había dormido un par de horas pues el día anterior había sido infernal. Los extraños brotes de estupidez habían llegado hasta sus juzgados y se había tenido que encerrar en su propio estudio para poder trabajar mientras el personal no hacía más que corretear de acá para allá. Era como si todo el edificio se hubiese vuelto el patio de un colegio.
Un zarandeo lo despertó, se había quedado dormido en el asiento trasero. El taxista lo miró con ojos comprensivos, con los mismos que un padre miraría a su bebe tras verle cagarse encima.
Enseñeme los papeles, el seguro del vehículo y los comprobantes de sus últimas revisiones, tanto médicas como del vehículo.
Le dijo el juez y aquella mirada desapareció de los ojos del taxista como borrada por un disparo.
El juez bajó del coche con una enorme sonrisa mientras el taxista recogía -sin dejar de sudar- la inifinidad de papeles que había tenido que sacar.
Antes de entrar en el edificio de la piscina observó al final de la calle. Uno de los cuarentones con los que se cruzaba en el parque haciendo footing corría como un desesperado mientras las estudiantes universitarias le perseguían al trote. Todas ellas se habían tintado el pelo pero a pesar de eso y a pesar de la lejanía las reconoció por el equipo que llevaban. Se habían desviado muchísimo del parque para
llegar tan lejos. Sonrió pensando en el hombre perseguido por aquellas despampanantes muchachas: Ahí va un tipo con suerte.
Asió el pomo de la entrada de la puerta y empujó. Nada. Se miró la hora, aún faltaban cinco minutos para la clase. Miró por el ojo de la puerta al interior y se quedó helado, en el mismo hall de la puerta todos sus jeriátricos compañeros estaban desnudos, en medio de una orgía con media docena de lo que a tenor de sus despampanantes medidas debían de ser putas. Curiosamente todas ellas iban con los trajes de natación que solían llevar las ancianas para el cursillo. El juez se puso furioso, no le habían avisado.
Aún así no quiso fastidiarle la fiesta a nadie. Con la cabeza gacha se fué a los juzgados directamente. Llegó el primero pues aún faltaban casi dos horas para que abrieran y se fué directo a su estudio. Encendió la radio y cogió un montón
de expedientes acumulados de su mesa, los lanzó hacia el techo y escogía al vuelo con cual empezar.
Apenas había escrito dos líneas cuando no pudo evitar dejar todo lo que estaba haciendo y escuchar la radio como si su vida fuera en ello.
"...contrar los restos del avión se procedió a buscar supervivientes. Dicha búsqueda fué infructífera, algo que por desgracia se esperaban los grupos de rescate debido a la violencia del accidente. Lo que nadie se esperaba y que sigue siendo un mistério es porque todos los pasajeros de aquel avión eran mujeres jovenes, caucasianas y de cabello rúbio. Los datos de embarque muestran
que la tripulación que subió a ese avión era bien diferen..."
un nudo se le hizo en el estómago al Juez que subió el volumen del aparato "...as recuperar la caja negra estós son los últimos sonidos que recogió antes de estrellarse: tzzt.....tzztJIJItzztJIJI..tzt.."

miércoles, 20 de enero de 2010

CAPÍTULO 12.

JUEVES.
El juez estaba bebiéndose su café cuando se sentó a ver las noticias. Un avión se había estrellado en un bosque de canadá. Suspiró mientras daba un sorbo, últimamente parecía que no hacían más que suceder desastres. Dieron paso al tiempo, la chica que lo recitaba se había teñido de rubia, le favorecía.
-Un frente frío se encontrará con esta borrasca procediente del norte causando... causando...
La frondosa ceja del juez se levantó interrogante y dejó el cafe sobre la mesa mientras observaba aquello. La mujer del tiempo se había quedado en blanco, riendo, mientras miraba hacia todos los lados sin saber que hacer o que decir. Un segundo más tarde la cabecera de la sección de deporte invadía el televisor.

Emprendió su ruta matutina al trote con aquel absurdo suceso en la cabeza, aún le daba vueltas cuando se cruzó con los habituales del parque, se detuvo cuando vió a las universitarias. Habían acostado a una de ellas en un banco y las demás la rodeaban. El juez se acercó a la chica acostada en el banco y se sintió muy mal cuando su vista se dirigió directamente a sus pechos, la camiseta blanca estaba toda sudada y transparentaba unos sostenes que a todas luces le venían muy pequeños. Supo que algo más que el simple líbido había dirigido su mirada allí, se había cruzado con aquellas jovenes durante casi dos años y conocía su físico. Le habían crecido tres tallas.
-¿Que... que le ha sucedido? preguntó el juez a las otras tres chicas, le rodeo la muñeca a la caida y contó sus pulsaciones. O al menos lo intentó, aquello era inhumano, ningún corazón podía bombear a semejante velocidad.
Las tres jovenes, -dos de ellas parecían hermanas italianas, la tercera parecía una pueblerina del sur- lo miraron con lágrimas en los ojos, contestó una de las hermanas.
Al principio reimos, porque se quedó de pié y empezó a reir, y nos preguntó..."¿como se corre?" reimos con ella aunque... aunque no entendíamos el chiste. Pero nos pareció gracioso.. la chica siguió sollozando, siguió hablando la pueblerina. Y luego se cayó al suelo, se golpeó la cara con el pavimento y siguió riendo, mientras la sangre le salía por la nariz. Las chicas ya habían llamado a una ambulancia y minutos después se llevaban a la joven en ambuláncia.
El juez llegó tarde a las clases de natación. Cuando se metió en la piscina ya estaban todos -incluso la "profe"- con las gafas de bucear puestas. Parecía que les iban a meter caña.
Disfrutó del castigo cuasi militar al que los sometió su monitora. Parecía que estaba pagando con todos su pequeña negativa del día anterior, poco le importaba, el Juez era duro de pelar. La monitora nadaba siempre delante de ellos para que vieran el estilo que debían tomar, mariposa, lateral, brazos... Hasta que se dieron cuenta de que la monitora había desaparecido momento en el que reinó el caos. Las ancianas empezaron a discutir sobre cual de ellas había sacado más probecho del dia de las rebajas. Ellos discutían sobre la talla de sujetador que debía de usar Sasha -su monitora-, todos creían que había ido al baño. Todos menos uno.
El juez tomó tanto aire como pudo y se hundió en las profundidades de la piscina olímpica. Sasha estaba en el fondo de la piscina. El juez se situó a su lado y le dió la vuelta, ella reía, el agua entraba por su boca mientras el aire salía en enormes burbujas. Y ella seguía riendo. Al juez se le erizó el vello de la nuca, pero aún así se situó tras la monitora y la cogió fuertemente haciendo presa a la altura del ombligo. Empezó a subirla notando que su aire -y sus fuerzas- se acababan, al mismo tiempo Sasha que no estaba quieta empezó a escurrírsele. Suerte de que sus pechos hicieron tope en los brazos del Juez por lo que no se escapó de su presa.
Ambos salieron a la superficie, el Juez maldecía y Sasha reía mientras el agua le manaba de los labios. Con la ayuda de los otros ancianos la sacaron del agua y la acostaron en el suelo. Varios de ellos le oprimían el pecho para achicarle el agua y un tercero -tras sacarle brillo a su dentadurar postiza- le hizo el boca a boca. El juez estaba demasiado agotado para eso, apenas tenía aire en sus propios pulmones.
Una de las ancianas, más llevada por la curiosidad que por la caridad, le preguntó a el Juez que había pasado.
Este la miró.Se olvidó de nadar.

Varias horas después Li entraba en el restaurante sin dirigirle palabra a su madre, esta correteaba tras ella hablándole muy despacio y muy aprisa. Pero ella ya lo había decidido el día anterior: dejaba el trabajo. Entró a los vestuarios donde varias compañeras se estaban cambiando y se fijó en que varias de ellas parecían tener más pecho. Parecía que las operaciones de cirugía también estaban de rebajas, pensó para si misma mientras llegaba a su taquilla y cogía sus cosas. Con su madre siguiéndola sin parar de hablarle -como si fuera una rádio con patas- fué a uno de los armarios de vídrio que mostraban la colección de armas chinas que su padre había atesorado antes de morir y lo abrió con su llave. Fué entonces cuando su madre volvió a gritarle, sacó dos preciosas espadas chinas. Su padre se las dejó en su testamento y no pensaba dejarlas más tiempo a la vista de desconocidos. Las puso en sus fundas y las guardó en un zurrón que llevaba con ella. Había concertado una entrevista con los de "El Circulo del Sol", un enorme circo donde hacían cosas increibles. Y ella era increible con la espada. Su padre le enseñó a serlo.
Se giró hacia su madre -que aún seguía gritandole en chino- para despedirse de ella pero se quedó en silencio, se dió la vuelta y se marchó. No quería saber que locura había llevado a su madre a ponerse lentillas azules.

Esa misma noche, dos reconocidos sicólogos charlaban delante de una puerta de acero. Observaban un dossier, comentaban y comparaban datos.
Abrieron el ojo de buey de la puerta y miraron en el interior.
-Mañana se lo llevan. ¿Cual es su estado?. Preguntó el doctor más joven.
-Ha estado en las mejores manos, le han suministrado lo más nuevo en medicinas, creeme, está perfecto.
Desde el otro lado, Black Jackson observaba aquellos dos rostros que asomaban por la pequeña ventana circular haciéndose una pregunta. ¿Desde cuando los chimpances hablaban?

martes, 19 de enero de 2010

CAPÍTULO 11.

MIERCOLES.
Llamaron a la puerta por segunda vez. La puerta tembló a la tercerá y esta vez el seco ruido si llegó a los oidos de la inquilina.
Dos ojos tan finos como cuchillas se abrieron. Li Lee se despertó abrazada a su almohada como una gata sobre sus sábanas, estas ahora hacían la función de improvisada alfombra sobre el suelo lleno de ropa súcia. Su cama ocupaba la mitad de aquella habitación pero siempre se despertaba en el suelo.
Estiró la mano hacia arriba y tras varios manotazos en busca del despertador este le cayó sobre la cabeza y empezó a sonar sobre el suelo por el golpe.
Las diez y cuarenta de la mañana. El maldito despertador no había sonado. Los siguientes golpes en la puerta de la entrada hicieron temblar las paredes. Conocía a su madre, si no abría la puerta inmediatamente la tiraría abajo.
Se levantó y salió corriendo y saltando por encima de la infinidad de vasijas que tenía repartidas por el suelo. Llegó a la puerta casi sin aliento y la abrió de golpe.

A ambos policías se les formó una sonrisa al ver a aquella joven en ropa interior, ambos pensaron que la comida basura americana hacía milagros en la fisonomía asiática. La sonrisa se les borró con un portazo que les hizo temblar los dientes.

Li Lee empezó a maldecir en chino, había acabado de darles con la puerta en las narices a dos policías. Se sintió tonta por haber pensado que era su madre y haber abierto en ropa interior. Soltando tacos indescifrables saltó otra vez sobre las vasijas y se lanzó de cabeza dentro del armario de su habitación. Allí tuvo una lucha a muerte con su ropa que salía volando en todas direcciones.

Una sonriente Li Lee vestida con su uniforme de repartidora abrió la puerta. Hola. Su sonrisa era tan verdadera como una moneda triangular. Uno de lo dos policías era un hombre canoso de media edad, el otro un apuesto joven hispano. Li se lo quedó mirando mordiendose el labio inferior.
Para su decepción fué el otro policía quién le habló mientra le entregaba un sobre.
Esto es una citación para los juzgados. Dijo secamente mientras -paradójicamente- se le escapaba una sonrisita torcida. La mirada que le lanzó Li se la borró de la cara y hizo que su compañero, el hispano, soltara un amago de carcajada que transformó burdamente en una tos.
Firmó el acuse de recibo y aquellos dos policías desaparecieron así que cerró la puerta tras de sí y se dejó caer en el suelo. Cientos de ideas le pasaron por la mente; quizás habían detectado su IP mientras se descargaba peliculas de internet, o puede que sus papeles no estuviesen en regla y quisieran enviarla a china.
Abrió el sobre y leyó la carta mientres entrecerraba los ojos, que ahora eran apanas una fina linea de pestañas. Suspiró tranquila al ver que aquello no tenía nada que ver con ella, era sobre aquel loco que le había intentado robar la moto hacía unas semanas. Unos escalofríos le recorrieron la espalda al recordar los sucesos de aquel día,pero no tenía tiempo para pensar en ello así que dobló el sobre y se lo guardó en la camiseta. Bajó las escaleras saltando los peldaños de tres en tres.
Volvió a subirlas corriendo y envenenando el aire con insultos que harían llorar hasta a las paredes si estas los entendieran. Al cabo de unos minutos bajaba otra vez -casi sin respiración- pero con las llaves de su scutter. Salió quemando rueda del aparcamiento agachándose para no golpearse con la puerta del garaje.
Salió a la calle y observó el frenesí que reinaba en las calles, con cientos de mujeres invandiendo las tiendas y corriendo por las aceras.Era el primer día de rebajas.
En aquellas fechas casi todas las compañías sacaban sus nuevos productos. Era una buena estrategia, una tirada corta de una nueva revista, un lanzamiento de tanteo de una nueva cerbeza o de una nueva colonia... Todo se agotaba siendo rebajas y lanzándolo a buén precio. Si no funcionaba las perdidas eran practicamente nulas, si lo hacía podían sacar una tirada más larga a mayor precio. Li había estudiado Gestión y era una contable excelente, algún día heredaría el negocio de su madre lo cual se debería traducir en un trato extra por parte de esta, pero no. Su madre quería que probara todos los puestos de trabajo -"Solo puedes dominal lo que conoces"-, había sido pinche de cocina y luego cocinera. Aún recordaba cuando llegaba a casa oliendo a aceite y sofritos, ahora en cambio olía a asfalto y gasolina. No parecía haber mejorado mucho.
Su madre salió a interceptarla nada más escuchó su moto, así que Li -que estaba parada en un semáforo en rojo- veía a su madre como un puntito amarillo saltando a dos manzanas de distancia. Apenas la veía, pero la escuchaba perfectamente, sus gritos retumbaban en la enorme avenida, acallando el ruido de los motores.
Bajo su casco se puso roja, pero no de vergüenza, sino de ira. Arrancó sin siquiera esperar a que el semaforo se pusiera en verde obligando a dar bruscos frenazos a varios coches. Se levantó la visera para empezar a gritar también y ambas acapararon toda la atención de la avenida, nadie entendía que decían, pero por el tono parecía que iban a sacar una pistola y inflarse a tiros.
Y la discusión fué a peor, Li y su madre - que era la viva imagen de Li si a esta le añadíesen canas, arrugas y le quitasen las tetas- se gritaban con los rostros tan pegados que sus narices se oprimían como en un saludo esquimal. Sin dejar de gritar Li tiró el casco al suelo y su madre le dió un bofetazo. Ambas callaron.
Toda la calle quedó en silencio.