jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 19.

LA SOMBRA DEL CAMIÓN SOBRE LA ISLA DE PIEDRA.
Li apagó el movil para conservar la batería. Usaran el movil que usaran y llamaran donde llamaran comunicaba. Todos habían intentado llamar a sus familiares salvo Aele.
¿Tu no tienes a nadie por quien pleocupalte? le preguntó Li extrañada. La asiática estaba sentada en el borde del asiento del copiloto a apenas unos centímetros de Al debido a que Leroy ocupaba casi todo el ancho del asiento. El preso y el novato discutían mirando el mapa mientras que Loco Jack estaba acostado en lo que Aele llamaba la "trastienda". Podían escuchar sus estornudos, que el achacaba a algún virus marciano.
De esta manera, pese a estar rodeadas de hombres, ambas mujeres disfrutaban de un momento de intimidad.

Aele giró bruscamente para esquivar una furgoneta en llamas mientras contorneaba los ojos. Mis padres están en el sur, ellos pescan con dinamita y tienen a un cocodrilo de dos metros llamado Dasy por mascota así que creo que estarán bien. Tenía tres hermanas trillizas y las tres se escaparon a los dieciseis años. No me puede importar menos lo que les pase. la última palabra la dijo con semejante asco que Li -sin saber porqué- se la imaginó escupiendo tabaco mascado. A mi me pasa al contlalio. Dijo Li. Me da igual que le pase a mi lácana madle, pelo tengo cuatlo helmanas pequeñas que quisiela una explosión bajo sus piés acalló todas las conversaciones del vehículo salvo los ronquidos y estornudos de Loco Jack.
Aele hundió los pies en el acelerador y el monstruo de 16 ruedas empezó a tomár más y más velocidad, lanzando por los aires los coches y todo aquello con lo que chocaba. No es que supiera que ocurría, simplemente hacía caso a su instinto femenino. El asfalto tras el vehículo empezó a saltar, abombándose y hondulandose como olas de hormigón mientras seguían escuchando explosiones debajo de la calle. La última de ellas hizo temblar incluso los edificios cercanos y tras la misma un vagón de metro emergió de tierra como un alien atravesando una caja toráfica. El vagón dejó tras de si un arco de fuego mientras se elevaba unos metros y empezaba a caer hacia el camión. Aele dió un volantazo al mismo tiempo que el asfalto de debajo del trailer se elevaba como una plataforma de piedra y el resto de la calle se resquebrajaba en pequeñas islas de hormigón. Las enormes griestas mostraban vagones de metro convertidos en amasijos de metal, cristales y un mar de fuego.
El vagón golpeó la sombra del camión sobre la isla de piedra y la fuerza del impacto hundió esa parte del enorme trozo de hormigón de manera que la parte delantera se elevó. Esta inclinación unida a la velocidad propia del vehículo convirtió al camión en una nave de 16 ruedas que sobrevoló el mar de fuego y asfalto en el cual seguían chocando vagones de metro.
El camión saltó varias veces tras tomar tierra, hasta retomar la velocidad normal. Mientras dejaban atrás aquella locura vieron por el retrovisor lateral como uno de los edificios se hundía sobre aquel mar de fuego tragandoselo en una explosión de humo y escombros.
Todos miraban a Aele como si le hubiese crecido un tercer ojo dentro de una oreja.
Ella se giró hacia Li. ¿Me decías algo de tus hermanas no? Cuando Li consiguió quitarse de encima la suficiente tensión como para reposar su culo sobre el asiento se dió cuenta de que los nervios habían hecho estragos en su vejiga. Apretó fuertemente las piernas y le susurró muy despacito a Aele -aún bajo la atenta mirada de Leroy y Leon- Me estoy meando.

Cinco minutos después el camión se detenía en una gasolinera y Al empezaba a repostar mirando hacia todos lados. No parecía haber rubias locas en la costa a pesar de que se seguian escuchando de vez en cuando disparos, gritos, explosiones y risas en la lejanía. Li se detuvo delante de la puerta de la gasolinera.
¿Es que no me va a acompañal nadie? dijo mirando a Aele, las leyes de la humanidad dictaminaban claramente que debían ir dos mujeres al baño.
El enorme preso -que parecía llevar una linterna o algo bajo los pantalones- levantó la mano ofreciendose voluntario.
Glacias pelo no. dijo friamente a Leroy.
Yo te acompañare! Li se giró esperanzada para encontrarse frente a el tipo desnudo. Escudos defensivos levantados! dijo mientras una enorme erección hacía morir de vergüenza a Li. Mejol ayuda a... custodial el camión vale.?
La vergüenza se convirtió en ira y Li cogió de la oreja a Leon que estaba examinando los bajos del trailer, y lo arrastró con ella hacia el interior de la gasolinera.
En el interior todo estaba lleno de manotazos sangrientos. Leon le susurró a Li. Siempre me he preguntado porque en las pelis cuando un edificio caía bajo la amenaza zombie a los cinco minutos estaba lleno de manotazos ensangrentados. Li lo miró extrañado Quizas llevan un altista flustlado en su inteliot. Ambos levantaron los hombros en señal de no tener idea mientras cruzaban las estanterías de la tienda de la gasolinera sin hacer ruido. Como siempre el water se encontraba al final de la tienda, lugar desde el cual podían escuchar unos golpecitos además de unas risitas.
Allí tuvieron una revelación. Había una despampanante rubia vestida con el uniforme azul de la franquicia de gasolineras, tenía varios agueros de disparos por lo cual iba completamente sucia de sangre. Parecía divertirse intentando cazar una mosca a base de manotazos, el insecto que era mil veces más inteligente que ella iba caminando a lo largo de la pared, dejando un rastro de manotazos ensangrentados por obra y gracia de la intrepida cazadora.
Solo tuvieron que esperar que la mosca alejara a la enajenada rúbia del water y ambos entraron en el. La puerta daba a un pequeño distribuidor que daba a dos puertas, un aseo para cada sexo.
Ambos entraron en el de mujeres, Li orinó primero y Leo -que aunque no miraba de escucharla mear también le entraron ganas- meó después.
Vaya, si es verdad que los waters de mujeres están mucho más limpios. le susurró a Li mientras ella salía del water para recibir un manotazo en la cara.

Cuando la rubia apartó su ensangrentada mano del rostro de Li lanzó un gritito de alegría que rápidamente se sustituyó por sus risitas. En sus ojos se veía un deseo tan profundo y ardiente que rozaba la locura o incluso la adicción.
Ambos se internaron corriendo por uno de los pasillos laterales huyendo de la rúbica cuando chocaron con un muro de tetas.
Jodel.
No llegaron a contar cuantas habían, como un solo ser pusieron los pies en las estanterías usandolas como peldaños para trepar sobre ellas y saltar al pasillo contiguo. Empezaron a correr hacia la salida mientras el establecimiento se llenaba de risas y decenas de brazos y tetas salían de todas partes para intentar atraparlos.
Las jodidas rúbias eran increiblemente rápidas e incluso su torpeza jugaba en contra de Li y Leon, ya que no paraban de chocar contra los estantes lanzándoselos encima.
Cuando vieron la puerta ya tenían a diez de aquellas rubias tirándo de sus ropas.
Atravearon la puerta llevando a cuestas a varias de aquellas locas que los hicieron caer. Desde el suelo ambos jovenes luchaban con manos y dientes para sacarselas de encima, desde ese ángulo y viendo el mundo al revés se dieron cuenta de que el camión se había marchado sin ellos.

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