viernes, 26 de marzo de 2010

CAPÍTULO 20.

AFO.
Black Jackson estaba en la cabina mientras los demás efectuaban maniobras de mantenimiento en el exterior, silbaba felizmente una canción de Bonny Emp mientras observaba su reflejo en la ventanilla, su rostro de ébano se fundía con el negro del espacio, salpicado solo por tímidas estrellas. Al menos hasta que una enorme fragata espacial cruzó el cielo envuelta en llamas, la insignia de la misma era el sol de tres lunas del Senado Galáctico, había que salvarlos. Pulsó el botón de teletransporte para que sus compañeros regresaran a la nave y activo los rotores arrancando la nave a la máxima potencia.

Cuando Al oprimió el gatillo de la manguera un chorro de gasolina surcó el aire para acabar derramándose en el suelo. Ella desvió su mirada del contador de litros para observar que su camión no estaba allí, sus 16 ruedas se alejaban por la calle como llevadas por el diablo. Se giró buscando a Leroy y no lo vio, tampoco a aquel loco exhibicionista. Alguno de esos dos le había birlado el camión y pensaba meterle una a una todas las ruedas de recambio por el culo, mientras daba varios saltos para calentar lanzó una rápida mirada al interior de la tienda y vio que Li y Leon se metían en el baño, al menos ellos estaban a salvo.
Dio varios rodillazos al aire seguidos de varias coces y tras unos últimos precalentamientos salió corriendo esprintando a toda velocidad. Lanzó un vistazo al cielo para ver una fina línea de humo, tuvo un buen pálpito acerca de aquello y sin dejar de correr estudió la trayectoria gris dibujada en el cielo. No solo no seguía la calle sino que en la lejanía se dibujaba una marcada curva, seguramente efectuada por el piloto una vez encontrado un lugar que le ofreciera las mínimas condiciones para efectuar con éxito de un aterrizaje de emergencia.

Leroy no se sentía orgulloso de haber abandonado a los demás, pero aquella gasolinera estaba a apenas dos manzanas de la casa de su mujer y su hijo, y necesitaba saber que al menos el segundo estaba bien. Se arrastró casi de cuclillas todo el trayecto, evitando por completo a aquellas zorras rubias que habían convertido la ciudad en su propio patio de juegos.
Llegó a la puerta del bloque de edificios donde vivían y vió que estaba abierto. Una horrible sensación le oprimió el corazón y empezó a subir las escaleras a grandes zancadas hasta llegar a la puerta 7 del piso 9. Por inercia buscó las llaves en sus bolsillos, pero en su uniforme de preso ni había llaves ni bolsillos. Escuchó gritos de su mujer desde el interior de la vivienda y supo que si no actuaba rápido su mujer y su hijo estaban perdidos.
La puerta salió volando atravesando todo el pasillo y incrustándose en la cocina. Entró al salón desde donde escuchaba los gritos y allí se encontró a su mujer haciéndoselo con el vecino del cuarto a cuatro patas.

En el instituto la madre de Al quería que esta fuera animadora mientras que su padre quería que jugara a beisbol, así que Al se convirtió en la capitana de las animadoras de futbol americano los lunes, miércoles y sábados y en la capitana del equipo de beisbol los martes, jueves y domingos. Siempre siendo la primera de su clase, había nacido quizás demasiado inteligente por lo que incluso desde su más tierna infancia sabía que sus padres habían puesto todas sus frustradas expectativas en ella, sobretodo su padre, quién a pesar de que la quería con locura quisiera haber tenido también un niño. Pero no tenían dinero para criar dos hijos así que allí estaba Al. Tras el instituto su madre quería que siguiera estudiando y su padre que siguiera sus pasos haciéndose camionera y conduciendo un camión que él ya no podía conducir por un creciente párkinson. Se sacó su carrera estudiando en la carretera, programándose los viajes de manera que tampoco tuviera que dejar su cargo de capitana del equipo de beisbol por el cual había recibido una beca para entrar a su universidad. El máximo logro de Al habían sido los días de 48 horas.
Tantos años de sobreesfuerzo y de deporte son los que lograron que tras media hora de correr por calles llenas de accidentes e incendios, vehículos cruzados y perseguida por una jauría de lobas de ojos azules, con los músculos quemándole como ácido de batería bajo la piel y su corazón bombeando a su límite, viera en el siguiente cruce asomar el inconfundible morro de su camión.

Black Jackson comprobaba los medidores de fluctuación cuando algo golpeó la ventanilla, su capitana estaba allí afuera, golpeando la mampara pidiendo que la abriera. Parecía que el teletransporte no había funcionado. Jackson negó con la cabeza, incluso aunque fuera su capitana no podía abrir aquella mampara, era una locura. El aire saldría volando, al mismo tiempo que la diferencia de presión afectaría a la mayoría de aparatos.
Algo enorme rozó la nave y todos los indicadores de la nave empezaron a palpitar. La nave había entrado en un campo de asteroides.

Aele había conseguido aferrarse a la puerta del piloto, abrazándose al enorme retrovisor mientras golpeaba la puerta para que aquel maldito loco le abriera. Segundos después el camión atravesaba una verja metálica haciéndola añicos para internarse en un parque, el camión evaporaba bajo sus 16 ruedas bancos, kioscos, basureros. Al tuvo que reconocer, pese a su enfado, que aquel loco esmirriado conducía bien, los arboles pasaban junto a ellos rozándolos, sacando chispas de los laterales y golpeando con sus ramas a Al que a su vez daba fuertes codazos a la ventanilla para intentar entrar en su camión.
Un árbol que debía de padecer obesidad mórbida y tener más de quinientos años apareció traicioneramente delante del camión, el Loco Jack tuvo que pisar el freno y dar un buen volantazo para que lo que se estrellase contra el padre de todos los árboles fuera el lateral del camión, que retumbó tras el golpe. El tráiler siguió su errática carrera a muy poca velocidad, como si hubiese quedado herido de muerte, hasta chocar suavemente contra una pared metálica y ovalada en la que se podía leer: Air Force One.

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