martes, 29 de noviembre de 2011

CAPITULO 26

LA LLUVIA.
-Estan aporreando la puerta Intercontinental 27- *TskK*-También las tengo aquí, te veo sobrevolándome vuelo 87- *Tss*Tssk*-No podemos dejar que estas putas lleguen vivas Intercontinental 27- *Tssssssssk* -Pues vamos a hacerlas bailar hasta la muerte Vuelo 87-


Al seguía allí, sentada sobre uno de los escombros. Con la culata de Cazamamuts apoyada en el suelo, sirviendo el arma de improvisado bastón sobre el que descargaba su cuerpo, parecía que estuviera haciendo guardia o guardando una hoguera imaginaria, aunque en aquel lugar que antes fuera una gasolinera, nada habia salvo ruinas y nada. Llevaba allí practicamente una hora, lo que reducía su estrecho margen para llegar a su vuelo a solo nueve horas.
Durante ese tiempo Leon había permanecido nadando dentro del enorme motor del camión ya que parecía que sabía bastante de mecánica. mientras Loco Jack permanecía en el techo del remolque con un soldador y con el cuerpo totalmente enrollado en papel del water. Decía que estaba sellando las fugas de oxígeno, por lo visto esos rollos de papel eran una especie de traje de astronauta. Nadie quiso saber más. En el interior del remolque el juez y su secretaria hacían inventario de la carga que transportaba el camión, había muchas cosas que les podían servir, la mayor parte de ellas ilegales por el hecho de no haber sido declaradas en ninguna aduana. Aún así cada caja era una nueva sorpresa, parecía que su rubia benefactora era una contrabandista en toda regla.
Ajenos a todo esto, en la cama de la cabina Li cuidaba del bebe mientras que el Presidente jugaba a su consola portatil sentado en el asiento del copiloto.
Con esa hora había llegado el anochecer, el sol parecía apunto de expirar y el gris parecía haberse adueñado del mundo. Otra hora más y la oscuridad sería completa.
Al, cabizbaja, parecía ausente, como si su mente estuviese a miles de kilometros de allí. Aún así cuando dos punteros rojos se dibujaron sobre su gorra pareció notarlos -como si estos le quemasen- y se levantó rápidamente empuñando su escopeta hacia la creciente oscuridad donde encontro una oscura sombra frente a ella. Solo una.
Porque sobretodo, esa hora había sido el tiempo máximo de margen que los dos soldados se habían permitido darle a aquella desconocida que les había salvado.
-¿Y tu novia?- Preguntó Al sin dejar de apuntar al soldado -a la vez que este le apuntaba a ella- mientras se movia lenta y lateralmente en circulos alrededor de él, buscando con la vista al otro soldado.
-Podemos hacerlo por las buenas, nos das las llaves del camión y desapareces.- Al no dijo nada, pues seguía buscando entre las sombras de los escombros a su segundo enemigo mientras se maldecía por haberse alejado tanto del camión. -No se que te pasa por la cabeza pero nos estás condenando a todos. No nos dejas otra opción así que danos las putas llaves YA.- Al se detuvo sin dejar de apuntarle. -Tengo mi propio plan para que salgamos de esta, pero vamos a tener que trabajar en equipo. También te lo pido por las buenas.- Dijo Al mientras quitaba el seguro a Cazamamuts. El viento sopló frío levantando olas de polvo, apenas visibles en aquella mortecina luz.
Varias gotas de sudor aparecieron de debajo del casco del soldado recorriendo en caida libre el poco tramo de rostro que tenía visible. -Dispara, mátala, diremos que se había convertido en una blondi.- ordenó al otro soldado que pareció dudar, pues se movió intranquilo... y este leve movimiento lo delató.
Al se había ido preparando discretamente mientras hablaban, así que en un momento dió una patada al aire -lanzando polvo y piedras al soldado con el que había estado hablando- y luego aprovechando el impulso de este golpe dio una patada aún más fuerte hacia atrás donde escucho un sonoro“crack”.
En el mismo momento que el primer soldado bajó las manos del movimiento reflejo de protegerse el rostro recibió un poderoso culetazo que se saldó con otro fuerte “crack”; ambos soldados cayeron noqueados al suelo prácticamente al mismo tiempo.
Despertaron con la nariz rota y medio mareados al cabo de unos minutos. Al estaba sentada en su misma piedra, en la misma pose, aunque desde su perspectiva -estando tumbados en el suelo- les parecía una especie de coloso. Cuando consiguieron levantarse observaron el dibujo que había ido realizando Al en el polvo del suelo con la culata. Entre un mar de formulas numéricas había un rio de algoritmos e incluso algo que parecía alguna especie de código.
-Sentaos-, les ordenó Al,-es mi camión, son mis reglas. Espero que esa nariz rota os lo recuerde. Hay demasiado poco tiempo para que recorramos todo el trayecto que comentáis. Así que vamos a duplicar ese tiempo. - Les indicó con Cazamamuts parte del dibujo del suelo-Vamos a hacer dos trayectos pero la mitad de cortos. Uno para conseguir el avión y otro para conseguir un piloto que nos lleve hasta España.- Ambos soldados se miraron entre ellos y luego habló uno de ellos. -No te sigo, ¿que tiempo vamos a ganar entonces? Si son la mitad de cortos pero hacemos dos...- El otro soldado asintió; -Creo que empiezo a entender: Quieres que nos separemos en dos grupos.- Al asintió.

El juez estaba sentado en la pequeña “salita” que habían improvisado en el interior del remolque, aún había mucho espacio ocupado por las enormes y misteriosas cajas que transportaba. La habían creado montando varios muebles que habían encontrado en algunas de las cajas; un sofá y varios sillones amartillados al suelo conformaban la estancia. En el sofá el juez cambiaba a su secretaria las vendas de sus manos con un cuidado casi enfermizo. Solo sus actos demostraban cuanto sentía lo ocurrido en el parking, porque ningún “lo siento” había salido ni saldría jamás de su boca. Su secretaria lo miraba con admiración desmedida, mordiendose los labios con los dientes, quizá por el dolor de sus manos, o quizá por el dolor de sus pensamientos. Sabía que con su diferencia de edad el juez jamás la vería como una mujer, sería como una eterna niña a sus ojos.
-Vaya haciendo manitas eh?-; Ambos se sobresaltaron al escuchar a Al y separaron sus manos como si hubiese saltado una chispa de electricidad de los dedos del uno al otro. Al sonrió para sus adentros y se sentó en el espacio libre que quedaba a la derecha de la parejita, asegurándose que al sentarse ella ambos quedaran aún más apretujados. Los soldados, que habían entrado tan silenciosamente como la misma Al se sentaron en dos sillones que quedaban enfrente del sofá. Ambos sacaron un pequeño portatil de sus mochilas y lo abrieron sobre sus regazos.
Los cinco se pusieron a hablar de rutas y posibles grupos y a copiar o memorizar todo cuanto les decía Al. Fue ella quien tomó la palabra: -Bueno, pues los grupos entonces quedarán de la siguiente manera: Yo, el juez...-varios golpes en el techo del remolque los hicieron sobresaltarse y ponerse en pie en el justo momento que Loco Jack saltaba adentro descolgándose por el hueco de la puerta. -¡¡Hay que ponerse en marcha, dos meteoritos van a chocar sobre nuestras cabezas!!-
Todos volvieron a sentarse fastidiados y a la vez aliviados por la intromisión de aquel demente. Todos salvo Al. Si bien sabía la locura que reinaba en la mente de aquel escuálido ser enrollado en papel de vater, también había aprendido a confiar en su intuición que es la que debía haberlo mantenido con vida durante tanto tiempo.
Loco Jack y Al saltaron del camión cerrando después las puertas traseras y corrieron hacia la parte delantera del camión, donde Leo asomaba de dentro del motor mirando hacia el cielo.

Sobre sus cabezas, dos enormes aviones de pasajeros volaban paralelas, practicamente una encima de otra. Ambas giraban sobre si mismas, batiendo sus alas como enormes aspas de ventiladores. Era dificil adivinar en que pensaban aquellos pilotos, pero solo había una cosa clara: como iba a acabar.
-¡¡TODOS AL CAMIÓN!!- gritó Al mientras arrastraba al Loco Jack con el y lo metía por la puerta del conductor, mientras que Leo subía por la del copiloto.
El sonido de la colisión entre los aviones fué devastados,hizo temblar el cielo y iluminó la noche con fuego. Ambos aviones al chocar se partieron en trozos, que eran como enormes bombas de racimo rellenas de blondis.
-Mierdamierdamierda- gritaba nervioso Leo mientras veía a Al intentar poner en marcha el camión.
-No arranca, mierda se debe haber agotado la batería, no entiendo que ha podido pasar- Dijo Al nerviosa hasta ver que había algo conectado al enchufe eléctrico del mechero. Era un cable. Siguió dicho cable y este le llevó a la consola portatil.-Es que el 3D consume mucho.- Sentenció el presidente mirando a los demás sin entender porque estaban tan estresados. Un enorme rotor cayó delante del camión haciendo temblar el suelo. Al arrancó el puto cable del enchufe y intentó poner el camión en marcha otra vez, esta vez el vehículo le respondió con un sonido lastimero pero sin encenderse.
-Joder -gritó Leo- arranca ya maldito trasto, esto no puede estar pasando, las cosas no nos pueden ir peor- dijo segundos antes de que Li saltara sobre el desde la parte trasera de la cabina y ambos atravesaran el parabrisas cayendo sobre el capó del motor, donde el enorme rotor que seguía girando a enorme velocidad por inercia empezó a absorberlos hacia sí.
Leo no sabía exactamente que pasaba, pero podía escuchar mientras se deslizaba hacia las enormes fauces del rotor, como bajo suyo el motor del camión intentando arrancar sin éxito a la vez que podía ver -cuando el pelo color oro de Li se lo permitía- como doscientas toneladas de metal y cientos de blondis se dirigían hacia ellos desde el cielo.

No hay comentarios: