MASCHINEGEWEHR NO ES NOMBRE DE CERVEZA.
Sanne reprimió un grito de dolor cuando aquel animal la lanzó contra el frío y sucio suelo de aquel cuartucho trastero. Lo que más le dolía, más que la inminente violación de aquel nazi gigantesco, era la traición de su jefe. Ella había sido una trabajadora incansable, leal y eficaz. Más allá incluso del tema laboral lo había considerado casi como un padre, aquel viejo estirado la había sacado del reformatorio y ella le había compensado siendo ejemplar en todos los aspectos de su vida. Había dejado atrás bandas, robos, violencia y familia para dedicarse en cuerpo y alma a trabajar en aquellos juzgados, bajo las ordenes de aquel hombre que defendía la ley y la justicia como si fueran sangre de sus entrañas. Los dos habían tenido un pasado lleno de violencia y Sanne creía que ambos lo habían dejado atrás...pero parecía haberse equivocado con el Juez.
Un puñetazo de aquel béstia la despertó de sus ensoñaciones lanzándola contra el suelo justo al mismo tiempo que afuera en el parking León recibia un navajazo en el costado, al que respondió de un cabezazo que hundió el tabique nasal de aquel nazi. Este cayó seco, muerto, con el cerebro atravesado por el hueso de la nariz, mientras que el joven –que nunca hasta ese momento había matado a nadie- se quitaba el cuchillo de su propio cuerpo. Alrededor de la pelea de Leon se había formado un círculo de nazis ociosos que aguardaban su turno para hacérselo con la holandesa del cuarto trastero.
No pareció importarles que uno de ellos hubiera muerto, la única respuesta fue que otro de ellos salió del grupo con una barra de hierro en la mano y se dirigió al centro, se colocó delante del policía y se puso en posición de batear.
Al menos dejamé que te lo ponga... dijo Sanne a aquel grandullón que se había acabado de quedar desnudo ante ella con su cosa apuntando hacia ella.
Está bien. Le gruñó el musculoso nazi para luego empezar a reir, le encantaba que fueran tan sumisas, que se dieran por vencidas ante su poder. Sanne abrió temblando la cajita de condones que el Juez le había dado y lejos de encontrar ninguna gomita lo único que había era hilo de pescar. ¿Pero que...?
La barra de hierro silvó sobre la cabeza de León que se agachó justo a tiempo para esquivarla, desde esa posición dio un potente salto para golpear de lleno la mandibula del nazi con su cabeza. Se escuchó un horrible Clac tras el cual una decena de dientes y una lengua cercenada por los mismos cayeron al suelo mientras el segundo nazi perdía la conciencia. León se cambió inmediatamente de mano la navaja mientras cogía la barra con su diestra. Dos nazis salieron del círculo, uno de ellos con una cadena y otro con una bate de beisbol. El sudor le picaba en los ojos a León, que no tenía ni un solo segundo para secárselo.
El nazi sonrió al sentir las cálidas manos de Sanne en su miembro, aunque pronto notó una sensación como de algo frío sobre él. Cuando bajó la mirada vió como tenía enrollada en su polla una especie de hilo plateado.
Ni siquiera llegó a formarse en su cabeza la pregunta, Sanne abrió los brazos violentamente como si quisiera apretar bien fuerte un nudo. Lo hizo con tanta fuerza que el hilo de pescar le hizo profundos cortes en la mano y cortó en rodanchas de chorizo el pene de aquel maldito desgraciado. Este apenas pudo lanzar un chillidito de rata antes de caer de rodillas sin respiración.
Sanne nisiquiera lo dudó, no pensaba darle ni un solo segundo para recuperarse. Pasó el hilo de pescar alredor del cuello del nazi castrado y empezó a tirar con todas sus fuerzas.
El primer cadenazo golpeó a León justo en las costillas donde tenía la herida de navaja, la cadena se enrolló en su cintura y de un tirón lo lanzaron hacia delante, justo para recibir el golpe de bate en plena cara. Tras el impacto León sintió el salado gusto de la sangre en su garganta y como le flanqueaban las piernas. Cayó de rodillas y recibió otro golpe de bate en el hombro y una patada en el estómago.
Se dobló sobre si mismo por el dolor y eso le permitió ver, entre el hueco de las piernas de aquellos nazis, que una rúbia vestida con un mono naranja y con un disparo en la cabeza, estaba hechada en el suelo morreando a uno de aquellos nazis. Este no podía gritar y movía las manos violentamente.... pero el grupo estaba demasiado ocupado viendo la pelea para hacerle caso.
León rodó por el suelo liberándose de la cadena y esquivando al bate que estalló en astillas al golpear el suelo.
Mientras rodaba se dio cuenta de que más allá de la rubia presidiaria que una vez fuera Leroy, había varias rubias más en el suelo, reincorporándose a las espaldas del grupo. Todas en topless luciendo tatuajes nazis. Desdeluego la zorra que una vez fuera Leroy no había perdido el tiempo.
Quedate aquí. Le dijo el Juez a Li, dándole el bebé. Ella lo observó con desconfianza, pero esta desapareció cuando el mismo le dio la Luger. Recordó que con esa misma pistola había disparado a Leroy y la desconfianza, ese animal tan escurridizo, volvió renovada. El Juez simplemente la miró-sin decir nada- mientras cogía del suelo de la furgoneta una Maschinegewehr.
Aquella ametralladora debía tener tantos años o más que la Luger, Li la había visto en las viejas películas de guerra. Unas ametralladoras aparatosas con un cañón demasiado largo y dos patas que formaban una enorme V invertida casi al final del mismo. Cuando abrió la puerta del vehiculo y oprimitó el gatillo la furgoneta empezó a temblar como si fuera uno de esos vehículos tuneados que salen en las películas de rap.
Fue una suerte que León estuviera en el suelo, o quizás su caída fuera la señal de partida de aquel infierno. Pero la lluvia de metralla fue tan brutal que evaporó la mitad superior de aquellos nazis que parecían estallar como fruta podrida, el sonido de la ametralladora creaba tal eco en aquel sótano que parecía que era un ejercito entero el que disparaba. Trozos de carne, astillas de hueso, humo de sangre, placas de pared, piedras de hormigón, papel de pintura, todo saltando por todas partes como fuegos artificiales.
Cuando el último casquillo cayó en el interior de la furgoneta León se encontraba cubierto de carne picada. Intentó ponerse de pie, moverse, gritar... pero estaba en shock. Una figura femenina fue corriendo hacia él y lo abrazó para luego besarlo.
O casi besarlo. León había recuperado la conciencia y aunque aún no podía moverse si vió que la mujer que casi lo había besado era la rubia que una vez fuera Leroy, por alguna razón, mantenía su rostro y sus labios a unos centímetros de los suyos.
Quítate de ahí, ¡ya! Gritó la holandesa que con su bikini metálico de Star Wars parecía salida de una película de conan, sus manos goteaban sangre y de ellas salía un filo hilo, casi invisible salvo por las partes que estaba manchado de sangre. Este hilo era lo único que separaba los labios de aquella sicópata rubia de los de Leo. Sanne tiraba con fuerza hacia atrás pero aquella zorra era mucho más fuerte de lo que parecía.
No ayudó en nada el par de rubias nazis que se arrastraban sin piernas hacia Sanne. Aunque antes de que estas llegaran al lugar, Li apartó la cabeza de aquella rubia de una buena patada. Es mío pel-la. Le gritó enfadada mientras arrastraba a León hacia la furgoneta.
Sanne la ayudó en el último tramo y cuando lo subieron el vehículo arrancó con el Juez al volante.
Cinco minutos más tarde el vehículo atravesaba la puerta del garaje y chocaba con un camión conducido por una rubia. El primer disparo de la Luger le voló un trozo de flequillo, el segundo resonó en el aire, desviado por Li. Esta sonrió al escuchar quejarse a Aele.
Joder, necesito ese puto tinte ya.
martes, 12 de abril de 2011
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2 comentarios:
¿El hilo de pescar corta tanto? Sabía que las cuerdas de piano eran la caña a la hora de hacer rodajitas a todo matón viviente, pero no lo del hilo de pescar... ¡Con la de collares que he fabricado con él!
Muy bueno, Garrot, se me oye reír por toda la casa X'D
Yo por si acaso no lo probaría xDD
Muchas gracias, me alegro que te esté gustando. A ver si la segunda temporada funciona igual xD
PD:Medias no me suena ¿quien eras en Sherwood? xD
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