El camión se detuvo en la autopista frente a un edificio demolido. Apenas había coches y a unos kilómetros habían dejado el último control formado por dos tanques abandonados. En la lejanía aún se vislumbraba la silueta de una enorme seta atómica barrida por el viento y recortada por su camión. Dentro del mismo se encontraba una china experta con las espadas, un policía novato, un juez veterano de la segunda guerra mundial, un loco que se creía negro, una holandesa errante, dos soldados gays, un bebe sin nombre y el presidente de los estados unidos. Todos ellos supervivientes del holocausto blondi.
Al saltó el muro de la autopista y se dirigió a las ruinas del edificio, la sirena de una huemante ambulancia aún lanzaba lastimeros aullidos. Ella empezó a buscar entre los despojos, las piedras, la ceniza y los cascotes.
Diez minutos después encontraba lo que buscaba, una enorme escopeta, sucia pero igual de mortal que la última vez que la blandió: La cazamamuts.
Ahora sí que estamos todos suspiró Al. Les quedaba mucho camino por delante.
martes, 12 de abril de 2011
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